Una de las características más llamativas de los canarios es su serenidad en cada situación». Esta afirmación no la ha emitido un psicólogo tras observar ... la reacción de los palmeros ante los destrozos del volcán de Cumbre Vieja, sino que figura desde tiempos muy anteriores a la erupción en la página web de un turoperador alemán. Desde luego la descripción no podría ser más certera. Como todos, llevo un mes asistiendo a la entereza y el aplomo con que los habitantes de La Palma soportan el infierno de lava que sigue arrasando parte de su isla y, además de solidaridad, solo puedo sentir admiración. «Estamos hechos de otra pasta», me decía la semana pasada la actriz Kira Miró.
Y, día a día, las imágenes de los informativos parecen confirmarlo. Se diría que crecer entre volcanes, en lugar de propiciar un espíritu fogoso, ayuda a forjar la templanza. Es muy difícil no sorprenderse y conmoverse ante los serenos testimonios de isleños que acaban de perderlo todo (la casa, el trabajo, el pueblo entero...) y lo relatan con una resignación pasmosa. «No me quejo». «Estamos fuertes y con ánimo para seguir adelante». «Todo pasa por algo». Mientras el volcán no cesa de rugir enloquecido, La Palma, gracias a sus habitantes, es hoy un mar de cordura, un libro abierto de autoayuda, el ejemplo vivo de eso que tanto predica la psicología moderna: no es lo que te pasa sino cómo te tomas lo que te pasa... Esa filosofía vital tan isleña deberían patentarla y comercializar la fórmula. Creo que más de uno pagaríamos por aplicar el remedio a esas inevitables rachas donde la vida se pone muy cuesta arriba. Tal vez sea la parte buena del famoso aplatanamiento, pero está claro que si el instrumento canario por excelencia es el timple, la actitud canaria por excelencia es el temple.
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