Mi padre solía contar la fábula del relojero... Era sobre un señor al que se le había parado el reloj y no conseguía volver a ... ponerlo en marcha. Después de visitar a varios relojeros expertos, que tras muchos intentos no lograron reanimarlo, el hombre dio por fin con uno que le aseguró tener la solución al problema. El viejo orfebre sujetó con esmero aquel reloj de pulsera y tras examinarlo detenidamente le lanzó un soplido como un dardo. «Ya está», le dijo al cliente acercándole el reloj a la oreja para que pudiera escuchar su tic-tac. «Son cinco mil pesetas», añadió. Aquello era entonces una fortuna, y el dueño del reloj preguntó indignado: «¿Cinco mil pesetas por soplar?». A lo que el relojero más ofendido aún replicó: «Por soplar no. ¡Por saber soplar!». Creo que lo mismo podría afirmar hoy Alessandro Michele sobre su diseño de las medias con carreras. ¿160 euros por romper unas medias? Por romperlas no, por 'saber' romperlas... Y la prueba de que el diseñador de Gucci sabe lo que hace es que esas carísimas medias se han agotado. No seré yo quien defienda semejante majadería. Ya hace mucho que llegué a la conclusión de que la sandez y el sinsentido dominan el mundo de la moda igual que los dinosaurios dominaron la Tierra. Pero algún talento (al menos en el terreno del marketing) habrá que reconocerle a quien es capaz de vender como rosquillas unos pantis destrozados por más de 150 euros, o unos vaqueros manchados de verdín por casi 700. En este mundo al revés, gente de rostro falsamente rejuvenecido paga fortunas por lucir ropa artificialmente avejentada. Curioso que se valore tanto el deterioro de los objetos y tan poco el de las personas, cuando realmente el único capaz de acumular experiencia al envejecer es el ser humano.
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