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La muerte tiende a santificar al difunto. Le otorga un halo de bondad que en ocasiones no se le conoció ni reconoció en vida. «Qué ... bueno era». «Se van los mejores». Son frases de tanatorio, clichés repetidos en todos los funerales. A veces parece que hay que morirse para que hablen bien de uno. Tengo la sensación de que es el caso de Jesús Mariñas. Y no sé si a Mariñas le habría gustado ser recordado como un buenazo. Tal vez en el fondo lo fuera pero, hasta donde le traté, se me hizo evidente que huía de la bonhomía como de la peste.

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elcorreo Mariñas