Hay dos certezas irrefutables en la existencia de todo ser humano. La primera es que va a morirse. La segunda, que va a contradecirse. Mortales ... y contradictorios. Así somos. Y Leonardo DiCaprio por muy buen actor y muy guapito de cara que resulte, no es una excepción. Como buen cristiano, él se ha propuesto que su mano derecha no sepa lo que hace su mano izquierda. Y lo lleva a rajatabla. Con una pide para las pobres criaturas del planeta en peligro de extinción por culpa del cambio climático. Con la otra despilfarra energía y recursos naturales.
Ecologista de lunes a viernes, cuando llega el finde a DiCaprio le brota el alma de milmillonario sin conciencia. Ya le han pillado dos veces a bordo del barco del magnate Ernesto Bertarelli, un armatoste de casi cien metros de eslora, seis pisos y helipuerto que, aunque se llama 'Vava II', va primero en el ranking mundial de megayates, un concurso donde el tamaño es lo único que importa. Lo malo es que para llenar el depósito de semejante trasatlántico necesitan ponerle unos 300.000 euros de combustible. Creo sinceramente que a Bertarelli le saldrían más rentables dos mil galeotes remando en galeras a golpe de látigo. Y desde luego infinitamente más ecológico. Yo que él le daba una vuelta... De momento cada paseíto de su yate contamina lo que un coche normal en dos meses.
¿Y qué hace DiCaprio? ¿Escandalizarse? Qué va, tomar el sol en cubierta como si no hubiera un mañana (que a este paso no lo habrá) ni existiera el melanoma. El actor ha exhibido estos días por las costas de Cannes un 'rojo-gamba-guiri' que escuece con solo mirarlo. Le acompaña la novia modelo de turno y, por supuesto, su madre. Porque DiCaprio será contradictorio e incluso puede que un jeta, pero a buen hijo no hay quien le gane.
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