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La timidez en los niños, ¿un problema?

La timidez en los niños, ¿un problema?

La psicóloga y educadora de Bidegintza Begoña Ruiz Ibañez cuenta que la timidez es un mecanismo relacionado con la emoción del miedo, pero que, en sí, no es algo negativo

cristina raposo

Domingo, 27 de septiembre 2020, 23:17

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En muchas ocasiones, los adultos asociamos la timidez infantil con un problema o carencia, pero, ¿lo es realmente? ¿A caso no es algo a lo que nos enfrentamos diariamente? No hay que temer ni hacer saltar las alarmas si nuestro hijo no es el alma de la fiesta, basta simplemente con intervenir cuando dicha emoción suponga un problema para el pequeño. Y se preguntarán, ¿cuándo debo preocuparme? Lo cierto es que no existe un manual, pero sí que podemos prestar atención a cómo interactúa el niño, porque recuerden, la timidez en sí no es un problema. De hecho, las personas con esta tendencia suelen ser muy observadoras, y analizan y evalúan las situaciones para después dar una respuesta adecuada. Entonces, ¿cómo identificar si se trata de una emoción 'sana'? Begoña Ruiz Ibañez, psicóloga y educadora de Bidegintza, cuenta que la timidez es un mecanismo relacionado con la emoción del miedo que lleva a afrontar retos, por ejemplo sociales, con cierto retraimiento. Y es preciso saber que las personas con timidez nacen ya con cierta predisposición a ella, tal y como lo avalan varios estudios.

«Tratan de evitar personas o situaciones nuevas, participar menos en los grupos prefiriendo observar y escuchar, viven mal ciertas situaciones, como tener que hablar en público, hacer recados o salir a la pizarra en clase, muestran poco sus emociones o sólo lo hacen en la intimidad y, a veces, en forma de «descargas», y tienen cierto miedo a hacer las cosas mal y a ser juzgados por ello», aclara la experta. Pero generalmente, si su entorno genera seguridad, el crío irá ganando confianza y la timidez irá perdiendo fuerza. No obstante, y aunque a partir de los 8-10 años muchos dan un cambio importante en este sentido, niños con esta tendencia o que no la manifestaban a priori, pueden llegar a ella con tintes de dificultad si su contexto es inseguro. Incluso es algo que podemos ver ya desde los primeros años de vida. «Hay niños que tienen mayor reticencia que otros a dejar sus figuras de apego y salir a explorar algo nuevo. Si lo hacen, es a corta distancia de sus padres y madres, pocas veces y con mucha vigilancia. Esto se puede observar en el parque, al ir a otras casas, al comenzar el colegio…», revela Ruiz.

Claves para construir un entorno seguro

A veces, y con el fin de evitar su sufrimiento, los padres «encierran» en una burbuja a sus pequeños. Hablan en su nombre cuando ellos no se atreven, les consuelan rápido y constantemente, e incluso evitan que se enfrenten a cualquier situación nueva que se les presente. Pero el que ellos participen en ciertas tomas de decisiones es beneficioso y puede ayudarles, como por ejemplo, escoger el color de la camiseta que vaya a ponerse ese mismo día. Hay que evitar la sobreprotección. También podemos ofrecerles oportunidades para que se relacionen, pero eso sí, sin forzarlo. No vale con decir «anda ¡vete a jugar con esa niña!», o, «mira, saluda a la madre de Maider». Se trata de posibilitar contextos en los tengan oportunidad de abrirse a experiencias nuevas de relación, llevándolos al parque, haciendo salidas con otras familias, animándolos a apuntarse a una extraescolar que les guste o a que se quede a dormir en casa de un amigo...

«Debemos plantear retos progresivos. Quizás, en ciertos momentos, necesiten que estemos más cerca en esas situaciones o podamos mediar acercamientos, pero siempre sin forzar. Al igual que es importante que vean cómo sus padres y madres también se relacionan y tienen experiencias nuevas», recuerda la psicóloga. Pero la clave también está en mostrar empatía, que se sientan entendidos en su retraimiento y por su puesto, que no se les ridiculice ni se haga una montaña de su timidez. Hay que olvidarse de las etiquetas y de disculparle con tono lastimero, «es que es muy tímido». También es determinante que un niño tenga un entorno familiar seguro, en el que no se viva con mucho estrés o con una rigidez emocional y no predominen emociones como el enfado, la tristeza, el rechazo, o el miedo.

«Estos factores no ayudan a manejar la timidez, más bien todo lo contrario porque pueden llevar a un estado de timidez insana. Asimismo, resulta fundamental reconocer los pequeños esfuerzos por afrontar retos de relaciones y experiencias nuevas, aunque no haya logros exitosos muy llamativos. En este sentido, es positivo reforzar los cambios que puedan ir haciendo en sus automensajes, es decir, pasar de automensajes negativos como «no puedo, no sé» a otros más positivos como «voy a intentarlo». Si nos obsesionamos con que es un problemón y se lo transmitimos así, no le ayudaremos. Desde una buena escucha y disponibilidad, podremos acompañar mejor. Estando atentos, eso sí, por si llega un momento en el que hay que pedir o aceptar ayuda si hay sufrimiento y limitaciones importantes», suma la experta.

Potenciar sus capacidades

Son muchas las actividades que pueden servir de ayuda y apoyo para que expresen sus emociones y potencien sus capacidades de relación, como por ejemplo, el dibujo, la música o la danza. «Además de las actividades de tipo artístico, ya sea en casa o en una actividad extraescolar, también son muy importantes los ejercicios corporales como el mindfulness o la psicomotricidad relacional. Esta última resulta una gran aliada, al igual que el teatro», valora la profesional.

Los juegos de expresión y comunicación, como las adivinanzas con preguntas o mímica, disfrazarse, construir un refugio, leer o crear un cuento también benefician al pequeño. «Los protagonistas de los cuentos tienen que enfrentarse a situaciones nuevas e inciertas y suelen salir victoriosos. Desde el pensamiento mágico, las historias les ayudan. Leerlos o inventarlos», sostiene. He aquí algunas de sus propuestas:

- «Tímida», Deborah Freedman, Ed.Bruño

- «La historia de Dracolino: un cuento sobre la vergüenza» Begoña Ibarrola, Ediciones S.M.

- «Carlota no dice ni pío», José Carlos Andrés y Emilio Urberuaga, Ed. Nube Ocho

- «Mi gran amigo», Éric Battut, Ed. Tramuntana

- «Luna y la habitación azul», Magdalena Guirao y Christine Davenier, Ed. Corimbo

- «Cuando soy tímido. Cómo superar la timidez», J.S. Jacksin y R. W. Alley, Ed. San Pablo.

- «Mimí tomatito», Laure Montloubou, Ed. Cubilete

- «Concierto de piano», Akiko Miyakoshi, Ed. Ekaré

- «Tengo un dragón en la tripa», Beatriz Berrocal, Ed. Everest

- «¿Por qué enrojecemos como tomates?», Carmen Gil y Ana Campos, Ed. Parramón

- «La tortuga taratuga es tan tímida que parece muda», Carmen Villanueva, Ed. Fortuna

- «El pequeño mago», Kazuno Kohara, Ed.Picarona

También en la escuela

La escuela también ha de generar un entorno seguro para los niños que presentan timidez. Y aunque generalmente no molesten y pasen más inadvertidos, necesitan sentir un mirada. Eso sí, que no sea invasora. «Es crucial promocionar valores de respeto en el aula y cuidar que aquellos con timidez no se sientan invadidos por otros sino entendidos, ajustarse a su ritmo sin forzar sobreexposiciones sociales pero sin evitar retos progresivos, y saber detectar situaciones en las que el menor viva su timidez de una manera angustiante o muy limitante. Además de poner a la familia al corriente, también es posible trazar un plan común de ayuda», plantea Ruiz.

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