Adobestock

¿Y si me quedo sin amigos?

Es uno de los grandes temores que acecha tanto a niños, adolescentes como a padres

Leire Larrazabal

Viernes, 7 de noviembre 2025, 22:36

Ocurre y las consecuencias pueden ser devastadoras. Por un motivo u otro nuestro hijo se queda sin amigos. En la infancia y la adolescencia es uno de los grandes temores, el de sentirse excluido, por lo que surge la ansiedad tanto en los menores como en sus padres. ¿Cómo podemos solventar? Rocío Gómez Juncal, profesora, investigadora y coordinadora del Servicio de Bienestar Emocional para Estudiantes de la Universidad de La Rioja (UNIR) aborda el tema.

- ¿Es más habitual de lo que pensamos la pérdida de amigos que sufren algunos críos?

Sí, es más común de lo que muchos adultos creen. Las amistades en la infancia y adolescencia son relaciones intensas pero también inestables, sujetas a cambios emocionales, intereses y dinámicas grupales. Los grupos de iguales actúan como agentes de socialización, pero también son escenario de exclusiones que, aunque dolorosas, forman parte del desarrollo social. Sin embargo, cuando la pérdida de amistades es repetida o sostenida en el tiempo, puede afectar el bienestar emocional y la autoestima del menor, ahí sería interesante revisar los potenciales motivos.

- ¿Qué diría que les ocurre a los chavales que pierden amigos? ¿Qué razones motivan este hecho?

Los y las jóvenes que pierden amistades suelen experimentar emociones intensas como tristeza, inseguridad o rechazo. Como decía las amistades se viven con suma intensidad, y se imaginan como 'para siempre'. Las causas para distanciarse de las amistades pueden ser muy diversos: cambios escolares, ampliación del grupo de amigos o amigas que no se encajan bien, dinámicas de poder dentro del grupo que no acaban bien, conductas poco asertivas que provocan malentendidos o desafíos, o incluso la presión por ajustarse a normas sociales que cambian con rapidez. Pero es importante tener en cuanta que hay estudios como los de Portillo y Fernández-Baena (2020) que nos advierten que algunos adolescentes pueden interpretar de forma errónea su nivel de aceptación, creyendo que son rechazados cuando no lo son, lo que influye negativamente en su conducta social.

- ¿Qué problemas acarrea a esos jóvenes que por un motivo u otro pierden amistades?

Perder amistades no solo implica soledad momentánea, sino que puede ser una amenaza a la identidad y autoestima de los y las jóvenes. Sentir una falta de apoyo por parte de las personas que creían sus amigos se ha asociado con mayor riesgo de ansiedad, retraimiento social y baja motivación académica por ejemplo en los estudios de Ryan (2000). Además, si esta situación se prolonga o se repite, puede influir en la autopercepción de la persona, llegando a autodefinirse como 'no válido/a' o 'no querido/a', lo que puede llegar a afectar a su desarrollo socioafectivo, y a sobregeneralizar esta situación a otras que muy probablemente no estén relacionadas, llegando a mantener o intensificar su aislamiento, y a no identificar oportunidades reales de conexión con otros.

- ¿Se da en etapas tempranas? ¿Hay alguna edad más propensa en la que ocurre esto?

La pérdida de amistades puede ocurrir desde la infancia, pero es especialmente frecuente en la preadolescencia y adolescencia, donde se producen cambios sociales más abruptos, cambio de centro de estudios, necesidad de ampliar grupos de referencias, etc. A partir de los 10-12 años, los grupos de pares se convierten en el principal referente emocional y social, en esta etapa los y las adolescentes buscan pertenecer, y cualquier diferencia puede convertirse en motivo de exclusión. La creación de su propia identidad pasa por la identificación con un grupo en el que se sientan aceptados/as. Sin embargo, también en la infancia temprana los cambios de grupo escolar o conductas poco socializadas pueden generar pérdidas de amistades.

- ¿Las nuevas tecnologías también juegan un papel importante con este problema?

Sí, las redes sociales han cambiado la forma en que los y las jóvenes se relacionan, para bien y para mal. La exclusión puede ahora extenderse al mundo digital: no ser incluido en un grupo de WhatsApp o ver publicaciones de eventos a los que no se fue invitado puede aumentar el sentimiento de aislamiento, llegando a generar ansiedad y depresión en casos más graves. Si el contexto social influye en la motivación y autoestima, hoy, ese contexto se amplía de forma exponencial en lo virtual. Lo digital puede reforzar vínculos, pero también amplificar el rechazo. Según Virós-Martín y sus colaboradoras (2025), la exposición constante a este tipo de contenidos genera frustración, comparación social negativa y una sensación de falta de pertenencia que afecta directamente a la autoestima. La tecnología digital amplifica las dinámicas de exclusión, creando más escenarios donde sentirse 'fuera'.

- Está claro que como sociedad algo estamos haciendo mal para que se produzcan este tipo de casos.

Podríamos decir que sí, porque todos y todas somos cómplices de crear una sociedad que premia la competitividad, la imagen y la adaptación rápida, lo que puede marginar a quienes necesitan más tiempo o tienen intereses distintos. Además, solemos minimizar el sufrimiento infantil pensando que 'ya se les pasará', 'es cuestión de niños', 'todos pasamos por eso', sin reconocer que para ellos la pérdida de un amigo puede ser tan dolorosa como para un adulto, o me atrevería a decir que más. Aquí no puedo dejar de citar a Barudy (2006), un gran experto en sufrimiento infanto-juvenil, cuando nos recuerda que debemos cambiar la mirada y apostar por modelos educativos (yo añadiría y sociales) basados en la empatía, la inclusión y la validación emocional. Además, no solo las personas adultas no somos grandes ejemplos de inteligencia emocional, sino que no estamos enseñando a los y las jóvenes a interpretar adecuadamente las relaciones sociales ni a gestionar la presión social digital, quizás por distancia generacional y desconocimiento, lo que agrava estos problemas.

- Nosotros, como padres y madres, ¿qué papel debemos jugar? ¿Cómo podemos ayudarles?

Pues ahí está una de las claves sin duda. Nuestro rol es clave. Debemos ser puentes emocionales: escuchar sin juzgar, validar sus emociones y ofrecer alternativas para construir nuevos vínculos. Claro, pero para eso debemos ser modelos de buena gestión emocional, y si es necesario formarnos en ello para poder serlo. También es fundamental no proyectar nuestras propias angustias o expectativas en ellos. A veces nuestros propios miedos son los peores gestores de la situación, debemos ofrecer un entorno afectivo seguro favorecen un desarrollo emocional sano, fomentar actividades fuera del contexto escolar donde los y las jóvenes puedan encontrar personas afines ampliando las experiencias y posibilidades de interacción lejos del circuito cerrado de la escuela o los amigos de la infancia. También es clave ayudarles a poner en perspectiva lo que ven en redes y a interpretar correctamente las señales sociales, y si es necesario ampliar nuestros conocimientos sobre este tema para poder orientar en la dirección adecuada.

- ¿Y los chavales qué pueden hacer para ganar en autoestima?

Pueden empezar por identificar sus fortalezas, intereses y logros, más allá de la aprobación del grupo. Ahí podemos ayudarles dando la oportunidad de participar en actividades donde se sientan competentes (deporte, arte, tecnología, voluntariado), esto les va a ayudar a construir una identidad positiva, reflejándose en distintos espejos que le devuelvan un reflejo de competencia y autoconocimiento.

Otra cuestión importante es enseñarles habilidades sociales básicas, estas que son clave en las relaciones interpersonales necesitan de instrucción directa, clara y a través del modelado (nosotros serviremos de modelo): pedir ayuda, expresar emociones, resolver conflictos. ¿Nosotros sabemos hacerlo? ¿las aplicamos de forma consistente y coherente?, solo si es así podremos transmitirlas.

Como señala Barudy (2006), la autoestima no se hereda: se construye con experiencias significativas de respeto, reconocimiento y logro personal. Y también aprender a observar de forma más precisa sus relaciones sociales.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad