Este partido se juega tras la gabarra
La última oleada del CIS, que da una significativa ventaja a Bildu, eleva a superpoder el voto de los indecisos
Hay partido. Y, si hacemos caso al CIS, tiene pinta de llegar a los penaltis, como la final de Copa, aunque en este caso los ... minutos decisivos para deshacer el empate entre PNV y Bildu se jugarán a cara de perro en la segunda semana de campaña, más decisiva que nunca. Los partidos anticipan no ya emociones fuertes, que no se estilan en este combate electoral tan políticamente correcto como descafeinado, pero sí «sorpresas» y esfuerzos perceptibles para movilizar el voto una vez que la gabarra vuelva al dique seco del Itsasmuseum.
La antológica celebración hoy del título copero del Athletic se antoja así una suerte de frontera invisible, un punto de inflexión que dará el pistoletazo de salida a la campaña «de verdad», en palabras de Andoni Ortuzar. Habíamos avisado ya de que no habría 'meneo', en la práctica, hasta que la barcaza surque la ría, pero era difícil prever hasta qué punto la falta de tensión electoral, agravada por el luto por el lehendakari Ardanza, iba a ser tan evidente.
El electorado de Bildu exhibe fidelidad inquebrantable; el del PNV es mucho más volátil.
Los mensajes se suceden como un soniquete mil veces repetido que sugiere aversión y casi terror a correr riesgos. Se nota que nadie quiere caer en la tentación de embarrar el terreno de juego ni exponerse demasiado para no cometer errores letales a estas alturas del partido: al debate de RTVE no acudieron este martes ninguno de los dos candidatos con opciones de ganar el 21-A, ni la candidata de Podemos. Los mítines, por llamar algo a los encorsetados actos de campaña, parecen hechos con troquel. ¿Cuántas veces hemos oído a Bildu hablar de dar un «salto» en el autogobierno? ¿Cuántas a Pradales prometer que mantendrá las deducciones por vivienda habitual en propiedad? ¿Y a Andueza perjurar que no pactará con Bildu? ¿Le sorprende a alguien escuchar a De Andrés porfiar por el talento fugado? ¿O a Alba García prometer trabajar menos?
No hay debate real, no se aprecia el más mínimo intento de generar un enganche emocional con el votante, ni siquiera de mejorar los índices de conocimiento, que, en ocasiones, suponen una merma en la valoración. Se fía todo a la sigla, o a la costumbre, o a la inercia, quizá al miedo o a la 'baraka'. Más que las elecciones más disputadas -el CIS derriba un tabú al pronosticar un triunfo de Bildu no ya en escaños (obvia ese dato), sino en porcentaje global, lo que sería inédito para un PNV que siempre ha ganado en votos-, da la sensación de estar asistiendo a un juego de azar que se decide tirando una moneda al aire.
¿Qué nos dice la sorprendente variación, en apenas tres semanas si tenemos en cuenta las fechas del trabajo de campo del CIS, en los porcentajes de voto de PNV y Bildu? ¿Qué ha hecho tan bien Bildu para ganar más de dos puntos, en el mejor de los casos, y qué tan mal los jeltzales para perder hasta 3,5 repecto a una encuesta publicada hace sólo nueve días? La respuesta rápida, y más evidente, es que los de Pello Otxandiano exhiben una fortaleza envidiable. La más meditada es que el voto de los indecisos, que oscila entre el 20% que se define así y el 30% que confiesa que decidirá su papeleta a partir del lunes o incluso de camino a la urna, se convertirá en un auténtico superpoder para decantar de qué lado cae la moneda.
Los expertos en demoscopia observan en la encuesta varias pistas que así lo anticipan. Por ejemplo, los datos de voto directo (sin cocinar), en los que Bildu apenas cae unas décimas frente a los casi cinco puntos que se deja el PNV. O el notabilísimo aumento, de más de ocho puntos de los que se confiesan abstencionistas, no saben o no contestan. Es la foto de un electorado convencido y de fidelidad inquebrantable, el de Bildu, y otro extremadamente volátil, el del PNV, con margen sin embargo para darle la vuelta a la tortilla. Por simplificar, la coalición abertzale firmaría que las elecciones fueran hoy y a los jeltzales les queda dar con la tecla que anime a su potencial electorado o encomendarse al chute de optimismo con el que vibra hoy Bizkaia entera.
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