A por el voto ideológico
El debate resultó útil como guía para indecisos al delimitar lo que se puede esperar de cada uno... aunque no en todo
Si repasamos los momentos estelares de la historia de los debates electorales en España nos acordaremos sobre todo de trucos efectistas de marketing –la niña ... de Rajoy, el 'buenas noches y buena suerte' de Zapatero, el adoquín de Albert Rivera– y de choques a cara de perro sin asomo de cortesía. En la memoria perduran aquel «no es usted una persona decente» de Sánchez a Rajoy o la espantada de Pablo Iglesias, que llegó a dejar plantados a sus interlocutores.
En esto, Euskadi también es diferente. En el debate de EL CORREO, que deja ya el pescado prácticamente vendido de cara al domingo, lo más, digamos, normativo fue el bloc que Otxandiano regaló a Andueza con su programa sanitario o el 'no me votes' del minuto de oro de Pradales, inspirado en el 'non me votes' de Alfonso Rueda en Galicia.
Todo lo demás, rifirrafes incluidos, tuvo sustancia como guía de urgencia para indecisos de última hora. Que los hay, y muchos. Y tuvo enjundia no sólo porque la campaña vasca haya cobrado vida en el último suspiro, sino porque, en lugar de recurrir a tretas de imagen, a descalificaciones vacías, o a una sucesión de monólogos pensados para anestesiar al votante, los candidatos decidieron poner las cartas sobre la mesa y hacer un debate de ideas. De modelos. Serio y vivo. Ágil, algo que siempre se agradece cuando a una le encomiendan la tarea de moderarlo.
En la campaña del 21-A se ha hablado de liberalismo versus intervencionismo, de Estados nación frente a soberanías compartidas, de cómo utilizar la fiscalidad o el autogobierno y, sobre todo, para qué. Se han abordado cuestiones al estilo europeo, como el papel de la Policía en las sociedades modernas y la discusión sobre el control de la inmigración o las ayudas sociales. Se ha confrontado sobre la autorregulación del mercado, sobre la vivienda en propiedad o en alquiler, sobre la legitimidad de las protestas sindicales y las huelgas, sobre el control público de empresas y entidades bancarias...
Ayer, todo esos asuntos estuvieron igualmente presentes en las casi dos horas de debate, en realidad una confrontación de diferentes maneras de entender la realidad, muy en la línea del eje clásico izquierda-derecha. Habrá quien diga que son etiquetas superadas pero resultaron útiles para delimitar qué se puede esperar de cada uno de los candidatos en cuestiones del día a día. Incluso, en otras de índole ética, como el posicionamiento respecto al terrorismo de ETA, quedó claro hasta dónde puede llegar Bildu, que al tildar de «agente de dolor» a la izquierda abertzale clásica hizo una pirueta para acercarse al reconocimiento del daño causado, aún a años luz del 'matar estuvo mal' y no digamos de la condena. Menos luz arrojaron los contendientes sobre hasta qué punto el sesgo claramente nacionalista del próximo Parlamento puede condicionar la estabilidad y la competitividad de Euskadi si el nuevo estatus vuelve a apoderarse de la conversación política.
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