Todos quieren beber de la copa foral
Dicen que el vino une, pero en el debate de EL CORREO, ni por esas. Los candidatos mostraron sus diferencias, algunas irreconciliables, en un foro de alta graduación
Siempre hay algún amigo que te acaba liando. Vas a tomar un vinito rápido, la cosa se te alarga y acabas con cinco copas entre ... pecho y espalda. En este caso, EL CORREO hizo las veces de ese anfitrión que, para cuando te quieres dar cuenta, ya te está pidiendo otra ronda. Y eso que en el gran debate foral de ayer no hizo falta descorchar botella alguna. Los cinco candidatos a diputado general llegaron dispuestos a darle un trago a la confrontación de ideas y a invitar al votante a catar sus propuestas. En este caso la cosa también se alargó bastante más allá de lo acordado y, aunque nadie probó ni gota -agua y sólo agua, palabra-, los aspirantes, de izquierda a derecha, acabaron embriagados a puro de darle al rifirrafe, al choque ideológico y a algún que otro acuerdo. Dejaron bien claro que todos quieren beber de la copa foral.
La primera en llegar a la quedada en las flamantes oficinas municipales de San Martín fue la socialista Cristina González. Se le debió de olvidar pintarse los labios antes de salir de casa y, cuando apareció el fotógrafo, alguien se lo hizo ver. Ni corta ni perezosa, allí que sacó el carmín y se puso a la faena: sin espejo delante, sin ni siquiera mirarse en el reflejo de las cristaleras. Hay que ver el arte que tiene esta mujer para no salirse ni un milímetro de las comisuras. Cualquier otro acabaría con la cara hecha un Pollock. Acto seguido llegó Iñaki Oyarzábal, con su asesora de campaña pero sin ese galgo italiano asustadizo suyo que, igual que Gala con su Troylo, le sigue a todas partes durante la campaña: la cúpula del PP alavés no habría hecho mal reservándole un puesto de salida en la plancha foral. El animalico se lo ha ganado por derecho propio.
Al rato apareció la candidata de Podemos, Arantxa Abecia. Ella es, de largo, la menos conocida de los cinco aspirantes en liza. Lo sabe y por eso ya se ha acostumbrado a presentarse cuando llega a un acto con una sonrisa bien amplia y estrechando la mano, un poco como aquel personaje de Los Simpsons que se hizo célebre a puro de repetir sin parar «Soy Troy McClure y quizás me recuerden por películas como...». Relajado, con una mochila al hombro, en plan excursionista, Kike Fernández de Pinedo, llegó para echarse al monte del debate, dispuesto a hollar esa cima que las encuestas dicen que igual tampoco le queda tan, tan lejos.
Conversación de ascensor
Al igual que Urtaran hace una semana en el debate municipal de esta casa, Ramiro González fue el único que se decantó por el traje y la corbata. Se nota que la estrategia de los jeltzales pasa porque sus candidatos presuman de percha institucional. A estas alturas, los del PNV ya han hecho del traje su segunda piel, se sienten tan cómodos que cualquiera diría que hasta duermen, a pierna suelta, con la corbata puesta. «Pues parece que se ha quedado buen día», soltó González al encontrarse con el resto de candidatos. Sí, aquello sonó a la típica conversación de ascensor, aunque, en este caso, la cháchara no pretendía llenar ningún silencio incómodo: salta a la vista que, más allá de las diferencias políticas, todos los candidatos comparten una moderada cordialidad.
Las periodistas Olatz Barriuso y Marta Madruga, que se encargaron de poner orden en el debate -a ratos lo tuvieron bien difícil-, invitaron a los candidatos a tomar asiento. Y allí, cada uno en su sillón, bien juntos, resultaba inevitable fijarse en el calzado de los aspirantes que, en este caso, por los contrastes entre unos y otros, resultaba bastante revelador. De los tacones altísimos y rojísimos de Cristina González, las zapatillas deportivas 'cool' de Oyarzábal -como Martirio, 'arreglao' pero informal-, los zapatos lustrosos de Ramiro a las botas de monte de Kike Fernández de Pinedo y los socorridos botines (muy de fondo de armario) de Abecia. Va a ser verdad eso de que el buen candidato siempre se viste por los pies.
Durante el debate, el de Bildu no paró de sacar gráficos con colorines, en plan profe de Conocimiento del Medio, con sus barras y sus cifras. El del PP -con uno de esos tonos que logran transmitir una habilidosa reposada crispación- se centró en buscarle las vueltas al del PNV en el asunto de los servicios sociales que, a ratos, derivó en un debate pelín bronco. Y el jeltzale, a su vez, apuntó sus dardos a la diana de Bildu en el bloque dedicado a la economía en el territorio.
Cuando llegó el momento de hablar del vino, un asunto capital por estos pagos, las moderadoras confiaban en que los ánimos se relajarían un poco. No pasó. Porque, sí, el Rioja Alavesa será sedoso, con cuerpo, pero sutil. Pero al hablar de ese asunto de etiquetas, denominaciones y siglas extrañas que rodea al sector vitivinícola, los candidatos sirvieron más bien una copa de turbio vino peleón.
Al terminar el directo -más de hora y media de extenuante debate de alta graduación-, ocurrió una de esas cosas que el votante escéptico nunca alcanza a comprender del todo. ¿Cómo es posible que unos tipos que hasta hace medio segundo se estaban enzarzando en una discusión más o menos acalorada, ahora son todo sonrisas? Cualquiera diría que, al terminar, todos se podrían haber marchado de vinos como si nada. Eso sí, el brindis de los pactos, si acaso, queda para después de las elecciones.
Las claves
-
Por los pies Por sus zapatos les conocerás: de los rojos tacones socialistas a las deportivas 'cool' del PP
-
Tono Mantuvieron las formas, aunque el debate derivó en un discurso bronco en algunos momentos
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión