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Cuando al más alto nivel político-económico dos personas deciden tomarse una foto mirando a cámara, dándose la mano y regalando su mejor sonrisa no ... hay comunicado que eclipse una imagen tan potente. Y en el dosier Talgo, las ha habido y de todos los colores. Rojo PSOE-PSE y verde PNV.
El 4 de diciembre, el ministro de Transportes, Óscar Puente, visitó por sorpresa la acería de Sidenor en Basauri para ensalzar el trabajo y la figura de José Antonio Jainaga, presidente del grupo industrial y, por aquel entonces, aspirante a hacerse con el control de la mayoría accionarial de Talgo. Sigamos. El 30 de enero, recién llegado de Bruselas, el lehendakari, Imanol Pradales, se reunió con Carlos de Palacio, presidente de Talgo, oficialmente para «analizar la situación». Dos fotos de enorme calado político con un mismo objetivo: que Talgo no sólo siga siendo vasca, sino que sea aún más vasca porque de consumarse la compra por parte de Sidenor, la sede social se trasladaría de Madrid al País Vasco.
La presión política al más alto nivel ha sido máxima, como desveló en exclusiva EL CORREO, explicando que Moncloa había advertido al Gobierno polaco que no quería guerras y que lo mejor era que se apartaran de forma amistosa porque llegado el momento, no dudaría en activar el botón del 'escudo antiopas', tal y como hizo el pasado agosto con la compañía húngara Magyar Wagon esgrimiendo un informe del CNI por sus lazos con el régimen ruso.
De momento –conviene no olvidar aquello de que en el mercado jamás se puede dar algo por seguro–, Euskadi ha salvado el 'match ball' que suponía el hecho de que una compañía polaca llamada Pesa y otra india denominada Jupiter lanzasen una opa por el 100% de una de las empresas señeras vascas, una de las pocas joyas que quedan en el mermado tejido empresarial de Euskadi.
Y si nada se tuerce, el fondo de inversión británico Trilantic venderá el 29,7% de sus acciones al consorcio vasco liderado por el industrial José Antonio Jainaga, propietario de Sidenor. Porque él, no hay que olvidarlo, es la imagen de referencia, pero aquí el soporte institucional es clave con el Gobierno de Pradales asumiendo un rol decisivo tanto en lo político –en unas negociaciones muy duras– como en lo económico, porque inyectarán 45 millones a través de Finkatuz. La misma cantidad, por cierto, que pondrá Jainaga y la fundación BBK, que ha sido la última en subirse al tren pero cuyo papel ha sido decisivo para poder cerrar la ecuación inversora. La Fundación Vital, por su parte, aportará 20 millones.
Es verdad que gana Euskadi tras haber sufrido recientes experiencias traumáticas con otras compañías bandera que se fueron a manos extranjeras, pero también gana, o al menos respira aliviado, el nuevo Gobierno de coalición PNV-PSE liderado por Pradales, que a las primeras de cambio está teniendo que lidiar con un contexto económico muy delicado en lo industrial (además de Talgo, ahí está el inminente cierre de Guardian en Llodio), con Donald Trump rompiendo a golpe de aranceles el orden mundial establecido.
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