
La nueva competitividad
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Aunque significa concurrencia diferencial y pugna por el liderato deberá ser ahora solidaria, inclusiva y sostenibleHay fechas en las que súbitamente se consagra una nueva contradicción, que es la palabra blanda de lo que técnicamente constituye un oxímoron, esa horrible ... licencia literaria que confunde al lector con conceptos opuestos hasta dejarlo desconcertado. 'Un silencio atronador', por ejemplo. Y es que en el nuevo paradigma económico la competitividad, sin dejar de serlo, deberá ser inclusiva y sostenible, según se proclama ahora.
Hay que subirse al tren del progreso y aceptar lo que dicen los sabios y audaces y tratar de desentrañar cómo la competitividad, que significa concurrencia diferencial y pugna por el liderato, deberá ser ahora solidaria, inclusiva y sostenible. De que sea verdad cabe poca duda cuando los expertos la promulgan, de los que no cabe sino fiarse cabalmente. Lo que ha pasado, sin embargo, es que toda la teoría de la competitividad, que nació con David Ricardo y se consagró en 1817, ha sido hasta ahora finalista y economicista. Se trataba de aumentar de forma eficiente la renta empresarial o nacional para proporcionar a las personas concernidas el mayor nivel de bienestar posible y abastecer con un elevado y creciente nivel de vida a sus ciudadanos. Por eso resulta fuerte el salto mental hacia la competitividad inclusiva y sostenible, a la que, por prudencia, habrá que adherirse.
La competitividad es un concepto relativo y excluyente. Consiste en la capacidad con la que cuenta una empresa, sector o país para ganar rentabilidad de mercado en relación con sus competidores. El Foro Económico Mundial en sus informes de referencia anual tabula los ingredientes que a su juicio determinan el éxito diferencial en este capítulo. No voy a repetirlos porque son de sobra conocidos y hasta manidos.
Pero he aquí que en 2021, en la era postcovid, haciendo inventario de los estragos de su crisis se ha diseñado un nuevo horizonte productivo. El mundo de mañana se define por sus transiciones: la demográfico-social, la energético-ambiental, y la tecnológico-digital. En esto hay una rotunda unanimidad. El salto cualitativo surge en la forma de acometerse: solidaria, inclusiva y sosteniblemente. Así lo ha defendido días atrás el Informe de Competitividad 2021 recién publicado por el Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra- de la Universidad de Deusto. Es, a mi entender, el sujeto más tentador y novedoso de toda la publicación.
Para afrontar las transiciones -sostiene el estudio- será necesario trabajar en cuatro elementos clave: la especialización económica y científico- tecnológica, las infraestructuras físicas, las capacidades de las personas y los actores del territorio. Dado el carácter social de las mismas será necesario reforzar la innovación no tecnológica. Asimismo, habrá que robustecer y poner en valor la economía fundamental como vector clave para el bienestar de las personas a través del desarrollo del sistema sanitario, sistema educativo y sistema alimentario, y para la productividad de todos los sectores.
O sea, que volvemos a lo de siempre pero con espíritu y léxico renovados, mayor concentración, ideales más elevados y apoyándonos en las crecientes infraestructuras de todo tipo que hemos ido construyendo, aprovechando en nuestro caso los clústeres, las agencias de desarrollo comarcal y empresas de conocimiento relevante, que en el País Vasco son muchas. Como ya sabemos de toda la vida, la mejora en las capacidades de las personas, fuente inequívoca de productividad, exigirá anticiparse a las necesidades de los perfiles futuros, llevando a cabo una gestión sofisticada de los recorridos profesionales, desarrollando capacidades para la colaboración, el liderazgo colectivo y el desempeño en entornos caracterizados por la diversidad, impulsando la formación a lo largo del ciclo de vida. En el núcleo, la formación como corazón de toda competitividad presente y futura. Luego viene la inversión en I+D+i.
Debe pensarse que la competitividad ya es razonablemente inclusiva en Euskadi. Para los que no lo sepan, nuestra renta mediana supera el nivel de la europea. El reto fundamental, resume el informe de Orkestra, es intensificar una competitividad más social en su origen y planteamiento.
Aunque algunos, simplemente por cautela, recomendaríamos no perder de vista cómo actúan los países que encabezan el ranking de competitividad global: Singapur, EE UU, Suiza, Hong Kong y otros sin excluir a China, no sea que pasen de lo que aquí se postula y sigan aferrándose a los rancios patrones de antaño.
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