Europa, un excelente negocio
Análisis ·
Desde su ingreso, España se ha acercado en calidad de vida y estándares institucionales a las democracias más avanzadas del mundoEl 12 de junio de 1985, España firmó en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid el Tratado de Adhesión a las Comunidades ... Europeas. Aquel acto, cargado de un simbolismo histórico, sellaba el ingreso de nuestro país en la familia de las democracias occidentales. A partir del 1 de enero de 1986, España pasó a formar parte del proyecto europeo con plenos derechos y obligaciones. No fue solo el fin de una etapa de aislamiento político y retraso económico, sino el comienzo de una profunda transformación estructural.
En las cuatro últimas décadas, España ha sido una de las beneficiarias indiscutibles del proceso de integración europea, receptora neta de fondos: los estructurales, el Fondo de Cohesión y, más recientemente, el programa NextGenerationEU. En conjunto, las transferencias netas a lo largo de 40 años se estiman en más de 215.000 millones de euros. El resultado ha sido una modernización del país sin precedentes: mejora de infraestructuras, impulso a la educación y sanidad, transformación del aparato productivo.
Los datos hablan con elocuencia. En 1985, la renta per cápita en España era de 7.300 euros. Hoy supera los 31.000. Las exportaciones apenas representaban el 15% del PIB. Hoy suponen el 38%. La esperanza de vida ha aumentado de 76 a 84 años y la población ha crecido en 11 millones de personas. Han subido el gasto en educación y sanidad, el número de universitarios y la participación femenina en el mercado laboral. Nos hemos acercado, en calidad de vida y estándares institucionales, a las democracias más avanzadas del mundo.
Un capítulo singular dentro de este proceso lo constituye la entrada en vigor del euro. España cumplió con los criterios de convergencia y accedió a la moneda única desde su origen en 1999. Durante la primera década de la moneda única, entre 1999 y 2008, la economía española vivió su etapa de mayor prosperidad reciente. Fue nuestra 'década dorada': cayeron notablemente las tasas de paro y de deuda, aumentó el consumo y la inversión, y mejoró sustancialmente el poder adquisitivo de las familias. En ese periodo, el PIB per cápita en paridad de poder de compra creció un 45% y la convergencia con la Europa de los Quince se redujo en más de diez puntos porcentuales, alcanzando el 91% en 2007, su nivel más alto hasta la fecha.
Pero Europa no solo nos ha provisto de recursos y reglas. También nos ha ofrecido una arquitectura común para afrontar los momentos más difíciles. Desde la lucha contra el terrorismo hasta la crisis financiera o la pandemia, la pertenencia a la UE ha sido un ancla de estabilidad. La euroorden, la política de cohesión, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el programa SURE o la iniciativa NextGenerationEU son ejemplos de una solidaridad tangible que ha salvado empleos, empresas y hasta sistemas institucionales.
La pertenencia a la UE ha implicado, alternativamente, disciplina y cesión de soberanía. El Derecho comunitario prevalece sobre el nacional y los procedimientos de control del gasto, de competencia o de fiscalidad limitan el margen de acción interna. Pero lejos de actuar como una merma, esta adscripción normativa ha contribuido a profesionalizar las políticas públicas, aumentar la transparencia y reforzar los contrapesos institucionales.
En el plano social, el europeísmo ha sido, durante décadas, uno de los consensos más sólidos de nuestra opinión pública. Dos recientes encuestas han destacado que el 74% de los españoles se declara 'proeuropeo' aunque la confianza plena en las instituciones comunitarias sea 'moderada'. Pero en los últimos años, han surgido discursos euroescépticos, o directamente eurófobos, que acusan a Europa de burocrática, ajena, represiva y excesivamente tolerante en diversos capítulos o instancias. La política migratoria es la más delicada de entre las que se hallan en debate. Si bien la mayoría de la población sigue apoyando el proyecto europeo, hay signos de fatiga, de desapego hacia el sentimiento europeísta. La pedagogía sobre los beneficios de la UE, en este contexto, se vuelve más necesaria que nunca. ¡Quiera Dios que el viejo continente preserve su cohesión interna, hoy erosionada, para proseguir la senda descrita!
Frente a quienes agitan banderas de repliegue o de ruptura, conviene recordar que Europa ha sido, y sigue siendo, el mejor negocio que España ha hecho como país: en el plano político, económico y social.
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