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Pedro Sánchez, por decirlo de manera diplomática, nunca tuvo mucho 'feeling' con Iñigo Urkullu, así que vio en la llegada de Imanol Pradales a la ... Lehendakaritza una gran oportunidad para estrechar lazos con Euskadi sabedor de su dependencia del factor vasco para permanecer en La Moncloa. Corría el 26 de julio de 2024, Pradales estaba recién aterrizado en el cargo, y el presidente del Gobierno decidió acudir a Ajuria Enea en un gesto de enorme valor simbólico que no había realizado en los seis años de mandato que llevaba hasta entonces. Es verdad que la visitó cuando era líder de la oposición, pero nunca como presidente español.
Y aquel 26 de julio comenzó a gestarse la 'operación salvar Talgo'. Durante aquella soleada jornada, ambos mandatarios llamaron a estrechar lazos y a agilizar, entre otras cuestiones, el traspaso de las competencias pendientes del Estatuto de Gernika. Era el mensaje oficial. Pero como siempre sucede en este tipo de reuniones, lo relevante no es lo que se 'vende', sino lo que no se dice, lo que se deja en el capítulo de la discreción. Aquel día, la noticia se llamaba Talgo.
Como desvelan distintas fuentes consultadas por EL CORREO, el presidente del Gobierno trasladó al lehendakari que había un serio problema con el fabricante de trenes de origen vasco –emplea a 700 personas en su planta alavesa de Rivabellosa– porque la compañía húngara Magyar Wagon estaba apostando muy fuerte para hacerse con ella ofertando 5 euros por acción y el Gobierno era muy reticente a la operación por los lazos de esta compañía con el régimen ruso de Vladímir Putin. De hecho, un mes después, Moncloa vetó la operación el 27 de agosto activando el llamado 'escudo antiopas'.
Aquel 26 de julio, Sánchez trasladó al lehendakari que los servicios de inteligencia venían advirtiendo del riesgo que suponía la vía húngara y que lo ideal era que surgiera un 'campeón nacional' –como se conoce en el argot económico– que pudiera garantizar el arraigo de Talgo y todo lo que ello suponía en materia de empleo, de tecnología y, por qué no decirlo, de imagen. Y lo ideal, vino a decir Sánchez, era que ese campeón nacional fuese un txapeldun vasco. «No te preocupes, yo me encargo», respondió Pradales, que apenas llevaba un mes en el cargo.
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El veto de Moncloa al consorcio húngaro se consumó a finales de agosto y fue ya entrado septiembre, según confirman distintas fuentes, cuando el lehendakari contacta por primera vez con José Antonio Jainaga, presidente de Sidenor y uno de los industriales vascos con más renombre de la comunidad autonóma. Llamadas, reuniones, estudios... Hasta que llegó el 15 de octubre, cuando EL CORREO desveló en exclusiva que Jainaga había comunicado a los gobiernos central y vasco su intención de explorar la posible compra del paquete accionarial del 29,7% que el fondo británico Trilantic tiene en la compañía.
La 'operación salvar Talgo' consistía en que el presidente de Sidenor daba la cara (y dinero, claro) pero siempre que hubiera un apoyo institucional contundente (con dinero, claro) para conformar eso que a los políticos les gusta llamar una 'solución de país'. Moncloa, tras conocer el nombre que el lehendakari había puesto encima de la mesa, siempre tuvo muy claro que la solución tenía que ser ésta, como así ha sido. Ha costado y ha habido momentos «muy duros y de enorme tensión», pero ayer, 203 días después de aquel 26 de julio, la 'operación salvar Talgo' tuvo final feliz.
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