el euro, veinte años después
Vicepresidente del Banco Central Europeo ·
En estas dos décadas, la moneda única se ha convertido en el símbolo más tangible de la integración europeaEste mes de enero ha marcado veinte años de la entrada en vigor del euro. Aunque los ciudadanos no tuvimos en nuestro bolsillos los billetes y monedas hasta el 1 de enero de 2002, la moneda común fue una realidad en los mercados financieros ya el 1 de enero de 1999. En ese momento los once países fundadores se convirtieron en un sólido bloque al que desde entonces se han querido unir otras ocho naciones hasta formar la comunidad de 19 Estados que hoy integran la zona euro.
En estas dos décadas, el euro se ha convertido en el símbolo más tangible de la integración europea. Los ciudadanos de España, Italia, Irlanda o Alemania usamos la misma moneda y a día de hoy ya existe toda una generación de europeos que, de hecho, no conoce otra distinta. Los ciudadanos europeos están además más apegados que nunca a ella. Según el último eurobarómetro publicado en diciembre, tres de cada cuatro europeos apoyan el euro, lo que supone el nivel más alto de la historia. En España el porcentaje es incluso mayor, del 78%.
El compromiso con el euro significó el compromiso europeo con la estabilidad y el crecimiento. Su introducción ha promovido una integración mayor de las economías europeas, lo que ha traído más prosperidad y modernidad a los países de la unión. En España el crecimiento del Producto Interior Bruto per cápita desde 1999 ha estado en el 1,2%, una décima más que el resto de países de la zona euro. Durante este tiempo, los hogares y empresas españoles se han beneficiado de menores tipos de interés reales y menor volatilidad, lo que ha estimulado las inversiones y contribuido a la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Para proteger la moneda común, el Banco Central Europeo nació con el mandato de mantener la estabilidad de precios y en estos veinte años la inflación media en la zona euro ha estado por debajo del 2%. Incluso aquellos países para los que, como España, los índices de inflación eran una fuente de incertidumbre completa durante los años 70, 80 o 90, han dejado atrás esos vaivenes y hoy los ciudadanos y las empresas podemos hacer nuestros planes de vida, ahorro e inversión sabiendo que el valor de nuestra moneda está protegido.
Los países que formamos parte del euro también hemos visto cómo nuestra importancia en la escena internacional aumentaba. La zona euro es el bloque comercial más importante del mundo y su voz suena ahora más fuerte en cualquier negociación internacional, ya sea defendiendo la regulación de los mercados financieros o clamando por una supervisión bancaria más eficaz.
Las dos décadas de vida del euro han estado fuertemente marcadas por la gran crisis financiera que puso a las economías desarrolladas contra las cuerdas hace ahora diez años. En Europa, esa crisis en particular puso de relieve importantes deficiencias estructurales en el diseño de la unión monetaria. Cuando los países comparten una moneda es importante que exista también coordinación en las políticas fiscales, un elemento que no estaba presente con la fuerza suficiente en los primeros años.
Además, es esencial que los países, especialmente aquellos con altos niveles de deuda, construyan colchones fiscales en épocas de bonanza para tener mayor margen de maniobra cuando los indicadores económicos se debilitan. Igualmente, el coraje de adoptar reformas estructurales que mejoren la competitividad sigue siendo esencial. Según ha demostrado la experiencia de los últimos años, esos son los países que consiguen salir antes de las crisis económicas.
Pero la que ha sido sin duda una de las mayores lecciones que la crisis financiera ha dado a la zona euro es que es esencial que los bancos de los países que comparten moneda estén supervisados por el mismo organismo. Es por eso que la creación de la unión bancaria en 2012 y la designación del Banco Central Europeo como supervisor único puede considerarse un hito en la construcción del proyecto europeo.
Cuando países comparten moneda los riesgos pueden llegar también desde el exterior y es importante que el supervisor del sistema bancario tenga una perspectiva global. Hoy, pese a los retos todavía presentes, los bancos están mejor capitalizados y son más resistentes de lo que eran antes de la crisis financiera y eso es, en gran parte, gracias al esfuerzo que el Banco Central Europeo, con la ayuda de los supervisores nacionales, ha hecho para implantar una supervisión homogénea y firme sobre todos los bancos de la zona euro. Es importante que el impulso reformista no se pierda y los gobiernos europeos den pasos para completar la unión bancaria y de capitales.
El euro fue el sueño ilusionante y ambicioso de los muchos europeos que creíamos en una Europa más conectada y próspera. Veinte años después ese sueño es el día a día para más de 340 millones de personas. Con nuestra moneda, los europeos, desde Portugal a Chipre y de Finlandia a Malta estamos más cerca unos de otros. Y juntos afrontaremos los retos que la nueva década nos depare.