Dos de cada diez jóvenes vascos menores de 30 años buscan trabajo a través de Lanbide
El 25% de los contratos juveniles ha sido por el servicio público, un porcentaje que baja mucho en edades superiores
Euskadi ha experimentado en los últimos años una notable reducción del desempleo juvenil, aunque sigue siendo el colectivo que sufre más dificultades para acceder a ... un empleo estable y de calidad. Al cierre de 2024, había 50.370 jóvenes vascos menores de 30 años inscritos como demandantes de empleo en Lanbide, el Servicio Vasco de Empleo. Es una cifra que equivale al 18% de la población vasca en este tramo de edad, lo que refleja la tardía y precaria entrada en el mercado de trabajo.
La cuestión es que de esos 50.370 jóvenes inscritos, casi la mitad (24.411 personas) se encuentra en situación de desempleo, mientras que el resto (25.959) sí que tiene trabajo, pero acude a Lanbide para mejorar su situación, buscar un cambio laboral o acceder a programas de formación y orientación. Esta división evidencia que la realidad de la juventud vasca es mucho más compleja que una mera cifra del paro. Muchos jóvenes trabajan, pero no han conseguido una ocupación acorde a su formación, estable o con condiciones dignas.
La inscripión a Lanbide, por lo tanto, no es sinónimo automático de desempleo, pero sí un buen termómetro del desajuste entre la oferta laboral y las expectativas o necesidades del colectivo joven. El Gobierno vasco, en una respuesta remitida al Parlamento a solicitud de EH Bildu, en la que detalla que el número de jóvenes inscritos en Lanbide apenas ha variado entre 2021 y 2024: de los 52.413 registrados al inicio de la recuperación pospandémica a los 50.370 actuales. Una caída mínima que contrasta con la evolución positiva de otros indicadores del mercado laboral y que evidencia que el paro juvenil no se ha reducido con la misma intensidad que el desempleo general.
La presión no afecta por igual a todas las edades. La mitad de los jóvenes inscritos en Lanbide tienen entre 25 y 29 años, una franja en la que la incertidumbre amenaza con cronificarse. Es el momento en que muchos han terminado la universidad o la FP, han encadenado prácticas, becas y empleos temporales, pero las promesas de estabilidad laboral comienzan a diluirse. Para buena parte de ellos, esta realidad supone retrasar la emancipación y posponer cualquier proyecto de vida, atrapados en un mercado que no termina de ofrecerles una oportunidad real de arraigo ni de futuro.
La franja de edad que más ha crecido en Lanbide en los últimos años es la de los menores de 20 años, un colectivo que tradicionalmente representaba una proporción reducida del total de inscritos. En 2021 eran 3.741 jóvenes, pero al cierre de 2024 la cifra había ascendido a 4.266. Este repunte no obedece tanto a un aumento del desempleo en esa franja, sino también a un fenómeno vinculado al auge de la Formación Profesional y su modalidad dual. En este modelo, que combina formación en el aula con trabajo real en una empresa, se exige que el alumnado esté previamente inscrito como demandante de empleo para poder firmar un contrato de prácticas con una empresa. Es un requisito administrativo para poder completar su etapa formativa en condiciones laborales regladas y bajo cobertura legal.
Lanbide como herramienta
La clave está en que Lanbide actúa como una de las principales vías públicas de acceso al empleo juvenil, pero su peso dentro del conjunto de contrataciones sigue siendo parcial. En 2024 se firmaron en Euskadi 106.186 contratos a menores de 30 años, de los cuales 26.885 fueron gestionados a través del Servicio Vasco de Empleo. Es decir, uno de cada cuatro. Una cifra significativa, pero que también refleja que la mayoría de los jóvenes accede al empleo por otros canales, como portales privados, contactos directos con empresas o bolsas universitarias.
El Gobierno vasco, en su respuesta parlamentaria a la coalición soberanista, valora positivamente los datos y los atribuye al impulso de un «nuevo modelo de atención personalizada». También destaca la implantación de programas formativos orientados a adaptar sus competencias a las demandas reales del mercado laboral, así como el desarrollo de planes específicos para facilitar las primeras experiencias profesionales.
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