Cada vez más grande
Arpad Sterbik seguía el Europeo de balonmano desde casa con una cerveza y patatas fritas, pero viajó para cubrir una baja y acabó como el mejor de la final que dio el oro a España
Arpad Sterbik (Senta, Serbia; 1979) estaba el miércoles en su casa siguiendo el Europeo de balonmano desde el sillón de su hogar en Skopje, la ... capital de Macedonia, como si fuera un aficionado cualquiera. Cerveza fría, una bolsa de patatas fritas y, de vez en cuando, una pastilla o cambiar de canal porque se ponía demasiado nervioso con los partidos de España. El portero llevaba sin jugar desde el 14 de diciembre con su equipo y entendía que, a sus 38 años, la portería de la selección era para los jóvenes. Pero, de repente, todo se precipitó.
Su vida tranquila se interrumpió de golpe. Sterbik había llevado al colegio a sus hijos, los mellizos Laura y Noel, de siete años, y estaba organizando apaciblemente el fin de semana. Su idea era acudir a ver el torneo de balonmano que iba a jugar el chaval. Nunca encontraba un hueco y el calendario ofrecía al fin una oportunidad. Pero a las diez y media sonó el teléfono. El exjugador Iker Romero, ‘embajador’ de los Hispanos, le explicó que Gonzalo Pérez de Vargas se había lesionado y que el seleccionador, Jordi Ribera, había pedido al veterano para sustituirle.
Sterbik buscó los vuelos disponibles y a las dos de la tarde se subió a un avión en Skopje rumbo a Ljubiana. Allí aterrizó, cogió un coche de alquiler y condujo durante un par de horas hasta el Zagreb Arena. Saludó a los compañeros, se unió al entrenamiento, se pegó una ducha y se marchó a dormir. Al día siguiente, el viernes, apenas jugó treinta segundos de la semifinal contra Francia. Tiempo de sobra para ser decisivo parando tres penaltis, el primero a Ketin Mahe, que llevaba once sin fallo en este campeonato.
Personal
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Nació en Senta, al norte de Serbia (aún era Yugoslavia), en 1979. Comenzó su andadura profesional defendiendo la portería del Jugovic de su país natal y el Veszprem húngaro. Más tarde se mudó a España, donde militó en el Ciudad Real, Atlético de Madrid y Barcelona.
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Champions Después se trasladó a Macedonia, donde ha ganado con el Vardar Skopje su cuarta Champions. Las próximas dos temporadas jugará de nuevo en el Veszprem.
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Jugador del año En 2005, cuando defendía al Ciudad Real en el Quijote Arena, fue nombrado mejor jugador del mundo.
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Títulos El domingo ganó el Europeo y hace cinco años, en el Palau Sant Jordi de Barcelona, también con España, conquistó la medalla de oro en el Mundial.
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Vida privada Está casado con Monika Horvath, que es economista. Tienen dos hijos, mellizos, Laura y Noel, de siete años. Su hermana también fue jugadora de élite.
Dos días después, sin importarle el peso de la historia, de las cuatro finales que España había perdido en los Europeos, el título maldito, engordó su leyenda, la del portero más determinante en los grandes días, con una segunda parte portentosa que impulsó a la selección para aplastar a Suecia en la final (29-23).
«Yo he jugado seis temporadas a su lado -en el Ciudad Real y en el Barcelona- y muchos partidos en la selección, y en los encuentros importantes rara es la vez, si es que ha habido alguna, en la que haya fallado. Al revés, en días como el de ayer, o como en la final del Mundial en Barcelona (hace cinco años), estuvo estratosférico», rememora Viran Morros por teléfono poco antes de regresar a España desde Zagreb.
El excelente defensa del Barcelona tiene claro que Sterbik es «uno de los mejores porteros de la historia» y explica que el guardameta tiene algo intangible que le convierte en único, en un deportista realmente especial. «Con los años tiene mucha experiencia y ha conseguido ganarse el respeto de los rivales. Diría que le tienen hasta miedo y que a menudo fallan simplemente porque está él delante. Además es muy elástico, tiene una intuición brutal, prepara los partidos estudiando a los rivales al detalle... y tiene algo de genio. Eso que no se aprende, que se tiene o no se tiene».
Sterbik tiene una nariz muy grande, un cuerpo muy grande (dos metros y 118 kilos) y un historial muy grande. Sorprende que sea capaz de poner un pie en el suelo y el otro en el larguero o de tirarse con las dos piernas en perpendicular, como si fuera un bailarín haciendo el espagat, pero luego le cuesta un mundo levantarse o correr para hacer un cambio. «Arpad lleva seis o siete años cuidándose mucho y entrenándose por su cuenta, pero sí, hay cosas que le cuestan después de tantos años moviendo ese corpachón», añade Morros sobre esta leyenda del balonmano que es un poco serbio, un poco húngaro y un poco español.
Portero por ser pequeño
Nació en 1979 en Senta cuando aún era Yugoslavia y se crió en Ada, en la misma región, Voivodina, al norte de la actual Serbia, muy cerca de la frontera con Hungría, el país de origen de sus padres, de su mujer, Monika, y donde jugó durante diez temporadas su hermana Andrea. Él tiene la triple nacionalidad. Un día se cansó de jugar por Serbia, no llegó a debutar con Hungría y en 2008, el mismo día que su compañero Siarhei Rutenka, recibió el pasaporte español. Este verano se despedirá del Vardar Skopje, donde ha ganado la Champions, y regresará al Veszprem húngaro.
Todo empezó un poco por casualidad. El mejor jugador de la final del Europeo tenía seis o siete años cuando le pusieron a jugar con chavales cuatro o cinco años mayores y, como era más pequeño y más débil, lo mandaron a la portería. La red le atrapó y tres décadas después mide dos metros y sigue haciendo paradas, como mínimo hasta 2020.
La víspera de la final elogió a los arqueros suecos. Dijo que no había portería mejor cubierta. Pero luego impuso su ley y fue él quien se llevó el trofeo y los halagos. Como el de Applegren, el titular de Suecia. «Es un portero fantástico. Es mejor cuanto más lo necesitas y por eso es una leyenda».
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