Rahm se queda frío en el PGA bajo el diluvio de Oak Hill

El vizcaíno no encontró paraguas para el chaparrón en el oeste de Nueva York y sólo su envidiable vena competitiva y algunos golpes mágicos cuando ya no tenía nada que perder evitaron males mayores en un sábado para olvidar. El golf es un deporte cambiante e impredecible como pocos y hasta los mejores profesionales del planeta son víctimas de sus malignos caprichos en los momentos más inesperados. Firmó una tarjeta de 72 golpes, dos sobre el par, para un total de más seis en el cómputo global. Nadie se imaginaba algo así porque el de Barrika es sin duda el jugador del año por sus tres victorias en el PGA Tour y su exhibición en Augusta. Al cierre de esta edición lideraba el torneo el canadiense Corey Conners con menos seis.

Esta disciplina es un misterio. El viernes Rahm sacó a relucir su oficio y su fuerza mental con la espada de Damocles del corte siempre sobre su cabeza y salió airoso de la empresa con un esperanzador menos dos en su 'pasaporte' que reducía en parte los daños de la jornada inicial. Dio la sensación además de que se había subido a la ola buena y de que a pesar de que los puestos cabeceros estaban muy lejos no había dicho aún su última palabra en el segundo 'Major' de la temporada. La complicada hoja de ruta era reducir los números rojos el viernes, como hizo, e intentar empatar con el campo el sábado para darse una oportunidad el domingo de estar entre los mejores del torneo. Pero la segunda parte del plan no funcionó.

Rahm llegó ayer a las diez de la mañana (seis horas más en España) junto a Cameron Smith al tee del 1 mientras las nubes descargaban toda su ira sobre Rochester. Lo sucedido en los dos primeros hoyos fue premonitorio de lo que vino después. Sendas salidas a bunker convirtieron su transitar en esta zona en un suplicio y Rahm lo pagó muy caro. Lo que había ganado la víspera en un encomiable ejercicio de pico y pala desaparecía en un parpadeo con dos bogeys que le hicieron mucho daño. Remar a contracorriente desde el minuto uno cuando tu cabeza piensa en la remontada es un varapalo tremendo casi imposible de asumir. Pero ni siquiera en este oscuro escenario se dejó ir y ejecutó dos putts increíbles en los greenes del 3 y el 4, uno para salvar el par y otro para canjearlo por un birdie. Parecía que podía ser un punto de inflexión, pero otros cuatro bogeys en las banderas 5, 8, 9 y 10 resultaron letales y cerraron de un portazo cualquier posibilidad de recuperación.

La recta final

Para entonces, los marcadores de Oak Hill anunciaban un más nueve en el casillero de Jon Rahm. Dio la sensación de que desde ese instante el vizcaíno se tomó lo que le quedaba como un partido nuevo. Fue su fórmula para recuperar sensaciones y soltar un poco de aire después de tanta tensión. Y le funcionó. En los últimos ocho hoyos el de Barrika cogió más calles y jugó con consistencia, lo que le permitió detener la hemorragia. Ya no hubo más castigos y logró birdies en el 13, el 14 y el 17 que cambiaron su semblante, Un día muy duro en la oficina.