Urgente Un accidente en Ugao-Miraballes obliga a cortar la BI-625
Tomé espera que las futbolistas respondan a su convocatoria y estén hoy en Las Rozas. EFE
Análisis

Que hablen claro, por favor

Lejos de arreglarse, la polémica de la selección femenina no cesa y el aficionado ya no sabe a qué atenerse con las maniobras de la RFEF y las exigencias de las jugadoras

Martes, 19 de septiembre 2023, 00:58

Comencemos con una breve cronología aclaratoria. En septiembre de 2022, quince internacionales españolas anunciaron en un comunicado que no volverían a la selección si Jorge ... Vilda continuaba en el cargo. En el escrito no se hacía referencia a ninguna actitud reprobable de índole sexual o machista por parte del técnico madrileño. Se aducían cuestiones deportivas: el seleccionador, venían a decir las futbolistas poco después de caer eliminadas de la Eurocopa, no tenía nivel, sus entrenamientos eran de poca calidad. No era un hombre, en fin, capaz de aprovechar todo el talento que tenía bajo sus órdenes. Ha pasado un año desde entonces y aquella crisis no es que se haya arreglado sino que ha estallado y no deja de provocar explosiones. Lo cual no deja de ser llamativo teniendo en cuenta que, durante este tiempo, España se proclamó campeona del mundo dirigida, paradójicamente, por aquel entrenador que según las internacionales no daba la talla.

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Aquel gran título, sin embargo, estuvo muy lejos de cerrar la herida abierta entre el cuerpo técnico y la Federación y las internacionales españolas, tanto las que fueron a Nueva Zelanda y Australia como, por supuesto, las doce que se mantuvieron firmes en su decisión de no acudir. Otra cosa distinta es que las convocadas para el Mundial antepusieran durante el torneo su ambición deportiva a otras consideraciones, pero el conflicto estaba ahí, latente y profundo, como en el interior de un volcán.

El caso Rubiales no dejó de ser una gran erupción. Las futbolistas se apuntaron una gran victoria con la dimisión del expresidente de la RFEF, uno de esos impresentables cuya marcha siempre parece un acto de higiene. Días después, también consiguieron el despido de Vilda. Era como si el técnico madrileño tuviera que ir en el mismo paquete que Rubiales por el hecho de haber sido su hombre de confianza, su amigo aplaudidor y, por supuesto, el destinatario de su celebración lamentablementre cojonuda y de un nuevo contrato de medio millón de euros. Vilda estaba condenado por todo esto, pero lo cierto es que fue despedido con un comunicado tan elogioso hacia su persona que, más que anunciar un cese, pareció informar de su incorporación al santoral cristiano. Todo fueron elogios a su conducta y a su categoría profesional, plasmada en un título mundial que, si no desmentía, al menos ponía en entredicho el escaso nivel técnico que le achacaron sus pupilas

Me quedó entonces, más incluso que durante los momentos más álgidos y retorcidos del culebrón del beso a Jenni Hermoso, la sensación de que en toda esta historia, tan llena de sombras, vendría muy bien un poco de claridad. O un mucho, la verdad. ¿De qué estamos hablando en realidad? ¿Cómo no hacerse esta pregunta, por ejemplo, cuando la federación, en sus negociaciones con las jugadoras para convencerlas de que vuelvan a las convocatorias de la selección, les garantizó que podrían entrenar y competir en un «entorno seguro». Lo repitió ayer la nueva seleccionadora Montse Tomé y fue inevitable asombrarse. ¿No había sido ella la mano derecha de Vilda y, por tanto, una de las responsables de esa inseguridad?

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En esta polémica tan espinosa hay que dejarse de retóricas vacías y ambages

Un entorno seguro. La expresión es inquietante por lo que implica y sugiere; tan grave e inquietante que no puede quedar así, en el simple enunciado. Es obligado explicarla. Traducirla. En esta cuestión tan espinosa hay que dejarse de retóricas vacías y ambages. Hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan, y al vino, vino. Las futbolistas, y más si se mantienen en la trinchera, convencidas de que se encuentran ante una oportunidad histórica de cambio que no pueden ni deben desaprovechar, tienen esta responsabilidad.

Cuando se exige una cascada de dimisiones en la federación, tras haber conseguido ya las de Rubiales y Vilda, no vale hacerlo sin citar nombres y, sobre todo, sin explicar con claridad, y hasta crudeza si es necesario, los motivos concretos de una exigencia de ese calado. Está claro que las jugadoras se sienten muy fuertes, pero deberían tener cuidado de no empezar a parecer que se sienten impunes. Lo digo porque da la impresión de que están llegando al punto en el que creen que es suficiente con su palabra, es decir, con su voluntad, para condenar a quien quieran y hacer triunfar su revolución. Y eso no es así. No lo es por mucho que tengan razón en la mayoría de sus reivindicaciones y esa revolución que abanderan sea necesaria. Si fuera suficiente, de ahora en adelante serían ellas las que tendrían el poder para hacer y deshacer a su antojo, para quitar o poner seleccionadores, directores deportivos e incluso presidentes. Les bastaría con un nuevo comunicado. Y eso no es igualdad. Ni mucho menos una revolución necesaria.

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