Las series están tan de moda que se usa su nombre en vano con tal de subirse al carro. Hoy en día todo se convierte ... en serie, hasta lo más insólito. Lo que sea se ofrece por entregas para vestirlo de algo más moderno, como presumiblemente son las series. Hay películas convertidas en series. Artículos periodísticos despachados en serie. Conversaciones que terminan en 'cliffhangers' y parecen series.
Estamos ante tal serielización del mundo que hasta Telecinco ha llamado serie a una entrevista con Rocío Carrasco de seis horas. No voy a entrar a valorar el contenido. Ya hay mucha gente hablando sobre el tema, quizá demasiada. Pero que no lo llamen docuserie porque no lo es. Es cierto que el término se ha desvirtuado en los últimos años porque se camuflan como documentales trabajos que no pasan de reportajes audiovisuales bien elaborados. El documental debe ir más allá, aportar un discurso y unos planteamientos de producción mayores. Y si se divide por capítulos ha de hacerse con algún sentido.
Lo de Rocío en Mediaset tiene un interés ineludible, por las revelaciones que hace la hija de la cantante, pero como serie es floja porque se limita a sentarla en una silla y dejarla hablar. Podrían haber pactado una entrevista al uso en un plató pero transformarlo en serie les garantizaba continuidad.
Telecinco exprime de tal manera sus productos que los capítulos los trocea e intercala una tertulia entre medio saboteando su propia serie. Series tenemos muchas, las plataformas producen más de las que podemos abarcar. No hace falta que se transforme nada más. Los informativos pueden seguir siendo lo que son. Y los programas deportivos. Y los del corazón. O de sociedad. O de política. Lo que sea lo de Rocío. Pero una serie no es.
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