Estaba mosqueado cuando Disney+ estrenó 'No digas nada'. Eran demasiadas las voces que me habían dicho dos cosas. La primera, cómo era posible que, con ... lo que me gusta la historia del siglo XX, no me hubiera leído el libro de Patrick Radden Keefe en el que está basada la serie. Una obra magnífica, me aseguraban de forma tozuda. El segundo comentario era hijo del primero: si la serie es la mitad de buena que el libro, te va a encantar. No he leído esta obra de Keefe (ni ninguna otra), pero los nueve capítulos de 'No digas nada' cayeron uno tras otro durante un fin de semana. No pude parar. Es dura, descarnada, sin contemplaciones, pero maravillosa. Muestra el conflicto que se vivió entre protestantes y católicos en Irlanda del Norte durante décadas.
Keefe estuvo años investigando al IRA para escribir este relato de no ficción a través de las hermanas Dolours y Marian Price, hijas de activos republicanos que deciden coger las armas para combatir a los británicos. Son las primeras mujeres terroristas del IRA. Es la única manera que encuentran para llevar su sueño de unificar toda Irlanda. Un sueño que conlleva robar, colocar bombas para provocar el mayor daño posible y asesinar a policías y soldados británicos y a los católicos que consideraban traidores de su causa. También está el paso por la cárcel.
No hay apenas espacio para la vida personal. Solo interesa su lucha a través de cuatro décadas sin que el espectador pueda empatizar con ellas o con otros terroristas del IRA como Brendan Hughes. Y Gerry Adams, poliédrica figura de ese tablero político, no queda en buen lugar. Al final de cada capítulo, un mensaje recuerda que siempre ha afirmado que no pertenecía al IRA. La serie dice lo contrario.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
