El siglo de Alicia Larrocha
Aniversario ·
La pianista catalana, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, fue una artista tan grande como discretaLa pianista más grande que ha dado España era una mujer de brazos cortos y manos pequeñas, algo que es un hándicap notable a la ... hora de sentarse ante el teclado. Pero su inteligencia, su técnica exquisita y su capacidad para entender qué repertorios eran los más adecuados elevaron a Alicia de Larrocha a la categoría de gran artista. Incluso puede decirse que fue más apreciada fuera de España, sobre todo en Estados Unidos, que en su propio país. Y la dimensión de su legado es tal que la ha convertido en una referencia para un par de generaciones de pianistas que sienten por ella una admiración reverencial. El próximo martes se cumplirán cien años de su nacimiento en Barcelona.
Larrocha fue una niña prodigio. A los tres años empezó sus estudios musicales y muy pronto tuvo un encuentro providencial. Frank Marshall, que había sido discípulo primero y colaborador más tarde de Enrique Granados, la escuchó y la condujo hacia la academia que, fundada por el autor de 'Goyescas', cambió su nombre por el de Academia Marshall años más tarde. Por allí pasaban grandes pianistas de todo el mundo y todos quedaron admirados por aquella niña que obtenía sonidos maravillosos del piano. Y hablamos de figuras tan importantes como Arthur Rubinstein o Alfred Cortot.
Debutó con una actuación en la Exposición Universal de Barcelona de 1929. Tenía solo seis años. Y cinco más tarde dio un concierto con la Sinfónica de Madrid. Luego llegó la Guerra Civil y tuvo que buscar otros maestros porque Marshall abandonó España. A su regreso, en 1939, una Alicia de Larrocha ya adolescente recuperó el contacto con su mentor. Y dio su primer concierto fuera de Barcelona: fue en la sala de la Sociedad Filarmónica de Bilbao.
Su primer concierto fuera de Cataluña fue en la sala de la Sociedad Filarmónica de Bilbao
Una carrera sin prisas
Su carrera fue construida a la vieja usanza: sin prisas, paso a paso, adentrándose con pausa en los compositores que mejor encajaban con sus características, con esas manos pequeñas de las que hablaba muchas veces. Ahí están sus interpretaciones excelsas de Mozart, Haydn, Schumann y, de manera muy especial, Falla, Albéniz y Granados. Eso no significa que no abordara piezas de otros compositores: uno de los cuatro premios Grammy que ganó fue con un disco de Ravel y Fauré. Incluso dejó alguna grabación de un compositor que por sus exigencias no era el más adecuado para ella: el Concierto Nº 2 de Rachmaninov con la Filarmónica de Israel tiene una lectura muy notable, pero no alcanza la cima de sus interpretaciones de 'Goyescas', 'Noches en los jardines de España' o 'Iberia'. Sin embargo, pese a los premios discográficos obtenidos y las excelentes críticas, nunca revisaba ninguno de sus discos. «Sé que voy a estar descontenta y no me van a gustar, así que no los escucho», dijo en una entrevista concedida a este periódico.
Su carrera internacional dio un salto adelante a raíz de su primera gira por EE UU, en 1954. Hasta su despedida, ofreció más de 3.500 conciertos en todo el mundo, pero muy especialmente en Estados Unidos, adonde viajaba cada año para largas series de actuaciones. Unas actuaciones que además compaginaba con la docencia, porque tras la muerte de Marshall asumió la dirección de la Academia, donde impartía clases magistrales, en especial de la música española que era su gran pasión.
Discreta, poco dada a conceder entrevistas ni a aparecer en público fuera de sus actuaciones, fue siempre ajena a los clanes que tan frecuentes son en la música clásica. Gran amiga de sus amigos -sus conversaciones con Joaquín Achúcarro eran muy frecuentes-, Larrocha era una artista sencilla que reconocía que pudo hacer tantas cosas porque contó con el apoyo de su marido. No ocultaba tampoco que la tendencia al espectáculo que ha seguido la música clásica en las últimas décadas no le agradaba. Tampoco disfrutaba demasiado en las grandes salas y siempre pensó que la dimensión óptima para un concierto no pasa de 800 localidades. Pero eso no gusta a los promotores, decía con una sonrisa.
Pocos años antes de anunciar su retirada aún seguía explicando que lamentaba no haber podido tocar muchas obras y que sentía un gran respeto en el momento de salir a un escenario por su autoexigencia. Lo decía ella, que había ganado el Príncipe de Asturias de las Artes, tenía cuatro doctorados Honoris Causa, era miembro de cinco academias, estaba en posesión de numerosos galardones -incluida la Legión de Honor de Francia- y el premio de la Unesco y había sido objeto de numerosos homenajes. Murió el 25 de septiembre de 2009 dejando un legado que perdura y un puñado de discípulos que siguen llevando su nombre por el mundo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión