El Shakespeare de Purcell
El latido cultural ·
En la semiópera 'La Reina de las hadas', el compositor dio un vuelco a 'El sueño de una noche de verano'Confieso que siempre me he perdido en 'El sueño de una noche de verano'. Es una obra que me produce un aturdimiento placentero, como si ... realmente me introdujera en una visión onírica, pero manteniéndome despierto. Entre las mascaradas escenográficas, la mezcla sincrética de tradiciones mitológicas, principalmente la griega con la celta, y el frenético intercambio de parejas que se produce en esa comedia y de la que tienen la culpa un travieso duende llamado Puck y su elixir mágico, capaz de despertar el deseo hacia el ser equivocado, me suelo armar un lío ya digo que confortable, gratificante, plácido.
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Es lo que me sucede también con la lectura de 'Sir Orfeo', el poema medieval y anónimo en el que Eurídice, la esposa del cantautor de la lira, no desciende al Averno tras ser mordida por una serpiente sino que es raptada por el Rey de las hadas. Pero si la fantasía nocturna y estival que Shakespeare concibió en el año 1596 a uno le parece ya de por sí confusa, el caos puede crecer aún más si nos vamos a la adaptación musical que un siglo después hizo de ella Henry Purcell en la semiópera conocida como 'The fairy queen'.
Asistí el 14 de enero en el Auditorio Nacional a la versión instrumental y coreográfica que ha elaborado, con ese Shakespeare de Purcell, Les Arts Florissants, un maravilloso conjunto especializado en música barroca que fundó y sigue hoy dirigiendo, a sus 79 años, el gran William Christie. William Christie es un magnífico director de orquesta y un finísimo clavicembalista que siempre sabe dar a su amplio repertorio un toque especial y genuino. Lo que más me gusta de él es cómo disfruta con la música, su expresión de felicidad y su discreción dirigiendo. Muestra siempre una hedonista sonrisa y un estilo lúdico que son la antitesis del solemne envaramiento y las caras dramáticas que caracterizaban a Herbert von Karajan. William Christie no tiene nada de divo. Dirige sin batuta, con las manos. Y siempre hay momentos en los quelas esconde para dejar lucirse a un tenor o a una soprano, a un violinista estelar o a cualquier otro miembro de su orquesta. Pero, sin embargo, sigue pendiente de todo en la sombra, controlándolo todo con esa desinhibida gestualidad de quien se divierte trabajando; con ese don de la ligereza que ha hecho del grupo que fundó en 1979 una ineludible referencia de creatividad, profesionalidad y buen gusto.
Purcell le dio un espectacular revolcón a 'El sueño de una noche de verano' y la hizo todavía más colorista, más confusa si cabe o más atrevida en sus licencias escenográficas, a las que Les Arts Florissants ha sabido sacar un deslumbrante partido. Si en el texto de Shakespeare la dichosa pócima de Puck lleva a Demetrio, el pretendiente de Ermia, y a Lisandro, el verdadero amante de esta, a enamorarse de Helena, así como a Titania, la Reina de las hadas y esposa de Oberón, a amar ciegamente al artesano Bottom, a quien otro hechizo le ha puesto una cabeza de asno, Purcell añadió aún más caos metiendo en el primer acto a un poeta borracho que no viene a cuento y del que las hadas se burlan hasta echarlo de escena, a una ninfa que canta los placeres y tormentos del amor en el tercer acto y a un dúo chino que, en el quinto acto de la obra describe en varias canciones el paraíso.
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El resultado es un espectáculo fascinante en el que las contorsiones de las voces comparecen mezcladas con las de los cuerpos; una orgía estética en la que la instrumentación barroca se acompaña de un ballet expresionista que invade el escenario; un genial despliegue coreográfico en el que mezzosopranos y barítonos recorren las tablas o reptan por ellas, se yerguen o se doblan en una oblicuidad unánime; en una danza histriónica que moderniza plásticamente al músico de Westminster con más ímpetu y audacia que las piruetas electromelódicas de Michael Nyman.
El resultado es, sí, un grandioso 'breakdance' que funde la mitología helénica con la angloirlandesa y las hadas con las ninfas en ese mágico bosque del sincretismo grecoanglosajón en el que los sátiros se confunden con los elfos y Teseo ostenta el título de duque. Para describir el romance castellano, Machado escribió en un poema: «Confusa la historia y clara la pena». Sí, confieso que me pierdo en 'El sueño de una noche de verano' y más aún en ese Shakespeare de Purcell al que yo describiría parafraseando el verso machadiano: «Confusa la historia y clara la fiesta».
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