Judas Iscariote: ¿Villano o instrumento necesario de Dios?
Judas Iscariote ·
Símbolo de la traición, su figura ha saltado de los Evangelios al arte, el cine y la literatura con diferentes interpretaciones, incluso como un héroe'Osoro, Judas'. 'Osoro, traidor'. Hace poco más de dos años la fachada de la nunciatura de la Santa Sede en España, la embajada del ... Vaticano, amaneció con estas pintadas ofensivas contra el entonces arzobispo de Madrid porque la ultraderecha consideraba que el cardenal no había impedido la exhumación del dictador Franco del Valle de los Caídos. La imagen del más grande de los pecadores, el villano por antonomasia, sigue identificándose con el símbolo de la traición. Y no solo intramuros de la Iglesia. En el ámbito de las relaciones sociales también ha dado pie para mucho: «Eres más falso que Judas», se esgrime cuando alguien pretende insultar a otro porque ha violado su amistad.
En efecto, la imagen que dibujan los Evangelios canónicos sobre Judas es la de un traidor. Pero, ¿qué se puede decir históricamente de Judas, un nombre que procede del patriarca de una de las doce tribus de Israel? El Nuevo Testamento habla de tres Judas: Iscariote, Tadeo y el hermano de Jesús. Parece claro que Iscariote era uno del grupo de los Doce (apóstoles), un dato real, no inventado, pues la mayoría de los historiadores lo aceptan. Sobre su etimología se aducen dos posibilidades: el hombre de Kariot (un pequeño pueblo) y también 'el que le entregó', en lengua aramea. Las dos son defendibles, aseguran reputados biblistas. En los Evangelios el personaje es presentado cada vez más de forma peyorativa. Marcos, Mateo y Lucas lo pintan como avaricioso y, más adelante, en Juan aparece como un ladrón. En el episodio de la Última Cena se produce el anuncio de la traición cuando Jesús avanza aquello de «uno de vosotros me entregará...» y le identifica dando un bocado mojado en el guiso de la cazuela. Juan le señala de una forma más dura: «Lo que tengas que hacer, hazlo pronto». Se consuma la traición.
Los sumos sacerdotes del templo y los ancianos de las familias aristocráticas, la oligarquía religiosa y laical, no encontraban ocasión para echar mano a Jesús, siempre rodeado de gente. La oportunidad se les presenta en Getsemaní, en el huerto de los olivos, frente a la ciudad. Es la noche de Pascua y Jerusalén está a rebosar, lo que obliga a muchos peregrinos a dormir al aire libre. Sobre este pasaje existe mucha literatura, con momentos de resistencia que el Nazareno corta, en los que aparecen la tropa del templo o soldados romanos, según sea quien lo cuente. Se va acentuando el dramatismo. Judas identifica al objetivo. En ese escenario es en el que tiene lugar el famoso beso, que ha hecho legendario el prototipo de la traición.
La tradición cristiana hace de Judas el anticristo por antonomasia
Los relatos sobre la muerte de Judas también tienen muchos elementos de leyenda. Los Hechos de los Apóstoles narran que «cayó de cabeza, reventó y sus entrañas se esparcieron». Mateo cuenta que se ahorca, colgado de la rama de un árbol. En cualquier caso, el detonante es que el traidor se arrepiente de su acción y quiere devolver las famosas 30 monedas de plata que le han pagado los sumos sacerdotes, pero no se las aceptan. Es un precio de sangre. Es un dinero impuro y no se puede echar en el tesoro de las ofrendas porque contaminarían la sacralidad del templo. Él tampoco las quiere y las arroja al suelo. Huye y se quita la vida.
¿Dónde? «Se habla de una hondonada inhóspita al sur de Jerusalén, donde confluyen las depresiones del Cedrón y de la Gehena, que rodean por oriente y occidente a la ciudad», explica Rafael Aguirre, experto biblista y coordinador de numerosos libros sobre los orígenes del cristianismo. «Se le conoce como el Campo del Alfarero y habría sido comprado por los sacerdotes con las 30 piezas, un dinero manchado de sangre, sucio, para enterrar allí a los extranjeros. En aquellos tiempos, los talleres que podían contaminar se situaban fuera de las murallas. Además, se le identificaba como un enclave de cultos idolátricos. Es un lugar, maldito, un enclave despreciable. La tradición suele vincular un lugar con un determinado acontecimiento; la cristiana lo relaciona con la muerte de Judas. Los Hechos de los Apóstoles hablan de Haceldama, un 'campo de sangre' en arameo Haqel damá, un lugar de mala fama, el campo de la traición, señala el teólogo. Judas era un apestado y contaminaba todo lo que se relacionaba con él.
Razones de su mala fama
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Grupo de los Doce. Judas Iscariote fue uno de los seguidores de Jesús.
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Vendió a su maestro a las autoridades religiosas de Jerusalén por 30 monedas de plata.
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Guió a los soldados del templo hasta el huerto de Getsemaní para que le detuvieran.
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El beso. Lo identificó con un beso en la mejilla y se convirtió en prototipo de la traición.
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Arrepentimiento. Intentó devolver el dinero, pero no se lo aceptaron. Luego se ahorcó.
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Proyección. Pasó a la Historia como un personaje vilipendiado, modelo de perversión de la amistad.
Hasta aquí el proceso denigratorio de su figura partiendo de un dato histórico. Pero la gran pregunta es: por qué se produjo la traición. ¿Cuál fue el móvil? Caben dos respuestas. La primera, por pasta. La avaricia. Este es un elemento que se acentúa en los Evangelios. La segunda, la decepción. Judas sigue a Jesús con devoción, pero se va desengañando porque no responde a la ideología que se esperaba; no es el Mesías que llegaría para liderar un movimiento que echaría a los romanos y restablecería el antiguo reino de Israel. Decepcionado con Jesús, que no se presenta como el jefe que encabezará una sublevación, le vende. «Ambas opiniones son plausibles y tienen defensores, pero no pasan de ser hipótesis», concede Aguirre.
Hay que tener en cuenta que en aquella época había una crisis social muy fuerte, lo que propiciaba la ebullición de movimientos mesiánicos y proféticos. En el año 66 se produjo el levantamiento del pueblo judío contra los invasores romanos. Estalló en Jerusalén y pronto se extendió por toda la provincia, aunque la población sufrió una dura represión. La película 'La vida de Brian', estrenada en 1979 en clave de comedia con el humor de los Monty Python, refleja muy bien aquel ambiente con el Frente Popular de Judea y la esperanza depositada en un líder redentor que acabaría con el poder imperial.
El resultado es que la tradición cristiana hace de Judas el anticristo por antonomasia, el discípulo que ha sido colonizado por el demonio, enviado por Satanás. Y eso ha tenido efectos perversos, más allá de las manifestaciones en la religiosidad popular y el folclore rural, como cuando se saca en Semana Santa al 'judas' para apedrearle por las calles del pueblo. O cuando se bautizaba como 'judas' a la oveja que ha sido entrenada para guiar a los rebaños camino del matadero sin saber lo que les aguarda. Sí lo sabían los pilotos aliados en la Segunda Guerra Mundial cuando se colocaban tras el 'judas', el avión que servía para ordenar en el cielo la formación de los bombarderos norteamericanos antes de iniciar misiones de las que nunca regresarían.
'Blanquear' su figura
Lo lacerante es que se asociaba la figura de Judas con el prototipo de judío perverso. A lo largo de la Historia ha sido un elemento muy usado en la cultura y representado con la mirada torva, atormentado, avaricioso, colgado de un árbol, con la bolsa de dinero al cinto. Desde Leonardo da Vinci con su 'Última cena', hasta Dante, que le sitúa en lo más profundo del infierno con el peor de los castigos: ser masticado eternamente por una de las tres bocas, en un suplicio interminable. También aparece entre los dientes de figuras aberrantes en los capiteles de las columnas de los templos cristianos y en los pórticos y las vidrieras de las catedrales, como ejemplo del más vil de los engaños, la mayor de las infamias, el peor de los pecados: la traición. Pero esa supuesta catequésis tuvo un efecto endiablado. «Todo el antijudaísmo se proyectaba ahí en una cultura del odio muy extendida, que se expresó en la dramática persecución y exterminio por el nazismo. Judas era el prototipo para la base del antesemitismo», señala Rafael Aguirre.
Un texto copto difundido en 2006 habla de él como el discípulo más fiel
Sin embargo, en todo este proceso sobre la maldición de Judas ha habido un episodio que ha venido a 'blanquear' su figura, con una visión muy diferente a la tradicional. A finales de abril de 2006 se anuncia el descubrimiento del Evangelio de Judas, un texto copto, traducción de un original griego del siglo II, ampliamente difundido por 'National Geographic'. Un texto apócrifo de tipo gnóstico, una línea disidente del cristianismo, que produjo mucha literatura, como los 13 códices localizados en 1945 en Nag-Hammadi, a orillas del Nilo, cerca de Luxor. Se sabía que ese evangelio existía, pero no se conocía. El papiro había sido descubierto muchos años antes en el desierto egipcio, pero tuvo un novelesco periplo hasta ser localizado en la caja fuerte de un banco de Long Island (Nueva York). Fue presentado como el documento que iba a cambiar la Historia del Cristianismo.
No fue así, pero armó mucho revuelo. Judas aparece como un héroe a quien Dios manda ejecutar su traición. Como un instrumento del Dios bueno, el Supremo. Habría actuado movido por Dios para que Jesús se entregara y pudiera redimir así a la Humanidad. Judas habría tenido un papel decisivo en la salvación. El había sido el elegido y solo él conoció la auténtica verdad. El traidor a Cristo era en realidad su discípulo más fiel, el amigo más digno. De maldito pasaba a ser bendecido. Anque no existe un consenso sobre su significado, en 2014 el escritor israelí Amos Oz publicó su novela 'Judas', en la que también desmonta la historia de Iscariote. Niega la traición y le convierte en el pupilo que más quería Jesús. La tradición cristiana convirtió el beso de Judas en el acto más despreciable de la historia, Amos Oz lo describe como «el Chernóbil del antisemitismo cristiano».
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