
Jorge Fernández Díaz y la emigración
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Narrativa ·
La novela ganadora del Nadal rinde homenaje al padre del autor y a la comunidad asturiana afincada en Buenos AiresPor alguna razón no demasiado explícita aunque tampoco ajena a la corrección política, desde hace algunos años, los términos 'inmigrante' y 'emigrante' han dejado de ... usarse en el lenguaje de la política y los medios de comunicación para ser ambos sustituidos por la palabra 'migrante', que todavía suena un tanto extraña en nuestro idioma pese a su utilización extensiva. El afán de eludir unas expresiones que pudieron emplearse de forma peyorativa, clasista o xenófoba trajo a nuestro habla un vocablo que no por casualidad resulta forzado ya que, paradójicamente, remite a las aves migratorias, con lo cual, si el remedio no es peor que la enfermedad, al menos se le parece. Dicho de otra manera, no hemos logrado referirnos con la naturalidad deseable a ese colectivo que abandona su tierra o que llega a otra distinta de la de su origen. La falta de naturalidad de esa expresión se acusaría de forma especial en el contexto de una obra literaria porque en ésta se afina el léxico con más exigencia si cabe. Esto lo debe de saber bien el escritor argentino Jorge Fernández Díaz desde el momento en que, en la novela con la que ha ganado la última edición del Premio Nadal, y que trata sobre la comunidad asturiana ubicada en Buenos Aires, no hay ningún migrante sino unos cuantos emigrantes e inmigrantes. El hecho no es superfluo porque una de las virtudes del texto es su ajustado lenguaje, que discurre con una atinada fluidez.
'El secreto de Marcial' es un homenaje novelesco que el autor rinde a su propio padre, un asturiano de origen humilde que contrajo la silicosis abriendo túneles ferroviarios en su juventud y que emigró a la Argentina durante una posguerra en la que planeaba sobre él y sus hermanos la sombra de la desafección a la dictadura por la propia historia familiar: el padre de Marcial había sido «un herrero pobre y republicano» que «había muerto en Normandía luchando contra los nazis».
De este modo, nos encontramos ante un relato de marcado carácter autobiográfico. El escritor, que en 2002 publicó otra novela centrada en la figura de su progenitora, 'Mamá, una historia íntima', tenía una cuenta pendiente con ese padre que decidió poner un muro de distancia frente a su hijo pues no aceptaba que este hubiera escogido un oficio como el de escribir, que consideraba inherente a la gente vaga y bohemia. Lo que sí habían compartido ambos hasta entonces con gran pasión e intensidad era la afición al cine norteamericano de los años cincuenta y sesenta hasta el punto de que el libro se halla absolutamente poblado de referencias cinematográficas que discurren de un modo radical pero natural, sin constreñir el argumento ni acartonar a los personajes sino dotando más bien a unos y a otros de una especial fuerza gráfica. Y es que desde las primeras páginas están presentes los productos de la fábrica de Hollywood: 'Qué verde era mi valle', 'Scaramouche', 'El hombre tranquilo'… Con esta última película, protagonizada por un boxeador que regresaba de América al pueblo de su Irlanda natal, el fervor de la familia llegaba a la apoteosis por su identificación plena con la figura del emigrante y con su reencuentro con un verde paisaje así como por las comunes connotaciones celtas que tienen el pueblo irlandés y el astur.
La novela de Jorge Fernández Díaz refleja de una manera muy plástica la fusión de esos dos universos culturales: el de la bonaerense comunidad asturiana donde Marcial conoció a Carmina, la madre del autor, y el del cine hollywoodiense que marca la educación sentimental del muchacho. En la novela, cuando uno de los personajes no sueña con una justiciera pelea a puñetazos al más puro estilo de John Wayne, otro luce en una determinada época de su vida un bigote a lo Gregory Peck.
Y con la historia del autor, un chico nacido en la diáspora española que creaba y recreaba constantemente argumentos de películas en su imaginación, o sea, con esa vertiente narrativa de la niñez y la adolescencia del novelista que acerca en ciertos momentos el texto al clásico relato de formación, se combinan, se mezclan y se alternan las pesquisas que este hará de adulto en torno al 'secreto de Marcial' que da título al libro; en torno al carácter de ese hombre tan seco y lacónico en su hogar como extrovertido con sus amigos; en torno a esa doble vida que sospechaba en él; en torno al misterio del repentino alejamiento de un amigo, Lorenzo, de la familia o del raro e impropio acercamiento, que el niño observa en la figura paterna, al ataúd de una tal Lucrecia López, con cuyo funeral se abre la novela no de modo casual.
Javier Ortiz de Lazcano
Si un thriller te mantiene en tensión y cada poco te sorprende con un giro inesperado, ha conseguido su propósito. Eso es lo que ocurre en la primera novela que Nicolas Feuz, fiscal en Neuchatel (la Suiza francófona) publica en España. Una ola de terror recorre el país alpino. Un asesino organiza una macabra búsqueda del tesoro al enviar por todo el país unos paquetes que gotean sangre. ¿Su firma? Sellos de piel humana. Los medios de comunicación apodan 'El filatelista' al artífice del horror.
Ana Bartomeu, inspectora de la Policía Judicial de Ginebra, no es una detective al uso. Dejó esposo e hijos por una compañera de trabajo que desapareció sin dejar rastro y eso le provocó una depresión que la hace comer compulsivamente. Es la encargada de solucionar el caso junto con un improvisado colega con problemas de alcoholismo.
Al mismo tiempo, una pareja es torturada y asesinada en una cueva en algún punto desconocido de Suiza por un hombre que se hace llamar Sam. La investigación llevará a Ana desde los elegantes barrios de Ginebra hasta las calles de Onex, una localidad de los bosques del Jura envuelta en el misterio. Joel Dicker ha creado un sello propio y uno de sus grandes fichajes fue Nicolas Feuz. Y eso que el propio Feuz ha confesado que a Dicker le ha parecido su obra «demasiado violenta». No le falta un punto de razón, pero el punto 'gore' no se hace en todo caso indigesto. La tensión puede con todo.
Iñaki Ezkerra
En una época de auge del género distópico, como es la actual, resulta bienvenida una propuesta utópica como la que Iván Repila (Bilbao, 1978) nos ofrece en 'El Jardín del diablo', una novela que simula una conversación de un padre con su pequeña hija, en la que van aflorando sus sueños de un mundo armónico y solidario, respetuoso con la Naturaleza y carente de la crueldad, el egoísmo, la explotación o la desconfianza. El texto es un torrencial monólogo escrito en segunda persona, en el que fluyen las imágenes de deseos edificantes y de exteriorizaciones de afecto paterno hacia esa niña, invocada como «mi búfala», que deberá enfrentarse al reto de su primer día de colegio y sobre la que también se ciernen las sombras agoreras. En su paraíso rige la tradición de enviar exploradores, los Curupira, al territorio exterior con el fin de sondearlo. Uno de éstos es Volga, el héroe del libro, que conocerá la vida urbana, identificada como el mal.
Repila ha escrito un libro infantil para adultos que se mueve entre la lírica y la utopía, un texto original y logrado en su estilo que mantiene la velocidad y el pulso para crear una realidad paralela con sus propias leyes. El hallazgo del libro es el miedo que transmite y que asalta a todo padre cuando trae un hijo al mundo sin saber qué le espera en éste. A ese temor el autor le pone nombre y rostro. La pregunta es cuándo se pudo ser padre sin ese temor. ¿En la Primera Guerra Mundial? ¿En la Segunda? ¿Hubo alguna vez un buen momento para nacer?
Julio Arrieta
Acerca de Publio Cornelio Escipión Emiliano escribió Apiano de Alejandría que «los romanos, hasta hoy en día lo llaman Africano y Numantino a causa de la ruina que llevó sobre estas dos ciudades», en referencia a la destrucción de Cartago, en 146 a. C. y de Numancia, en 133 a. C.. Escipión Emiliano sigue siendo recordado con los mismos apodos y por las mismas razones, porque fue «el destructor de los dos principales enemigos contra los que Roma se batió a mediados del siglo II a. C.», como escribe el historiador Manuel Salinas en la introducción de esta biografía magnífica, la primera del político y militar romano escrita en español. Lo que no deja de ser sorprendente, dado su papel clave en las guerras en Hispania. «Escipión es menos conocido que otros políticos romanos como César o Pompeyo, pero su figura ofrece la oportunidad de estudiar a través de él el siglo II a. C., que fue el siglo de la gran expansión romana en el Mediterráneo», apunta Salinas. Así, el libro es mucho más que una semblanza y en realidad es una historia total de una fase clave de la República romana. «Cuando inició su existencia Emiliano, Roma luchaba en un mundo multipolar en el que otros estados como Cartago, Macedonia, Egipto o Siria eran tan poderosos como ella. Cuando murió, Roma era la señora indisputada del Mediterráneo y a Escipión le cabe gran parte del mérito de esta posición hemónica». Salinas desmenuza esta transición en un texto inevitablemente denso pero fascinante.
J. Ernesto Ayala-Dip
Cuando me llegó 'El juicio', del escritor y abogado (o abogado y escritor) Rob Rinder, me vino a la memoria el nombre de Perry Mason, ese célebre abogado defensor desplazándose eternamente en su no menos célebre silla de ruedas. A los que ya teníamos televisión en casa, lo primero que nos enganchó fue ver la figura del actor Raymond Burr encarnando a Perry Mason, siempre acompañado de su secretaria Della Street (Barbara Hale) y su infatigable investigador privado Paul Drake (William Hopper). Claro que Mason adquiría siempre mayor relieve cuando se enfrentaba al fiscal Hamilton Burger. (Creo que hubo un capítulo histórico en que este siempre malcarado personaje derrotó a Mason). La fama de Perry Mason era tanta que muchas veces nos olvidamos de quién fue su creador, Erle Stanley Gardner. Si dedico este espacio a Mason es porque de alguna manera fue quien a muchos de mi generación nos enseñó a disfrutar con el género judicial, tanto en novelas como en cine.
Rob Rinder escribe una novela de género judicial introduciendo elementos que yo nunca había imaginado que pudieran concebirse. En primer lugar hace que no sea el abogado quien defienda al acusado sino su jefe de despacho, aunque este le pase algunas chuletas. Que la jueza sea algo más que la que manda en el juicio que nos interesa. También sorprende que quien encarna la defensa sea el primero en no confiar en el acusado, todo lo contrario de sus ayudantes, entre ellos el protagonista de esta soberbia novela de género (judicial).
Adam es quien defenderá, a la sombra de su descreído jefe, a un hombre al que se acusa de haber envenenado a un alto cargo policial, famoso por el éxito de sus pesquisas. Este hombre goza de un gran prestigio entre el cuerpo de la policía Metropolitana de Londres.
Adam está convencido de que el acusado no es culpable del asesinato del policía. Un caso que le llega cuando está a prueba en el despacho donde trabaja y en pocas semanas los socios seniors se reunirán para determinar si le hacen fijo. Por sí mismo Adam es todo un personaje. Es judío, vive solo, no llega a los treinta años y ama su trabajo. Cree que hay que ser siempre muy tenaz en la defensa de los derechos y hacer que la justicia prevalezca sobre toda consideración. La novela, además, tiene un toque humorístico en la figura de su madre, una señora que también arrastra un silencioso trauma familiar pero siempre está atenta a las vicisitudes profesionales y personales de su estimado hijo. Teme que no se case nunca, porque ha leído en algún sitio que la gente soltera vive menos. Siempre tiene una candidata, soltera y judía, para él. Esta es una novela judicial en toda regla, pero con algunas variables que elevan su nivel como género y enormemente entretenida; concepto este, que el Quijote destacaba y defendía en toda obra de ficción que se precie.
Pablo Martínez Zarracina
Una selección de la narrativa breve del Nobel Jon Fosse compone este volumen. La primera pieza, 'Él', apareció en un periódico universitario en 1981, cuando el autor tenía veintidós años; la última, 'Soñado en piedra', forma parte de un libro de cuentos publicado en 2015, cuando Fosse ya era el escritor vivo más importante de Noruega y disfrutaba de la residencia de por vida en la Casa Grotten de Oslo, junto al Palacio Real. El minimalismo trascendente que distingue al autor explora uno de sus límites en este último texto, que se adelgaza hasta la frontera del poema y hace de una avalancha una trampolín metafísico. «Veo que yo soy las piedras, pero no en tanto que yo, sino en tanto lo que es yo en mí», dice el protagonista, que se adentra en un territorio extraño y significativo, entre el sueño y la oración, que los lectores del Nobel conocen bien.
Una forma de leer los seis relatos que conforman este libro consiste en ver cómo Fosse avanza hacia ese estilo esencial. Lo hace desprendiéndose de una tendencia siempre simbólica, pero mucho más realista y dramática en la que la influencia de autores como Ibsen parece innegable. El cuento inicial avanza en ese sentido: es la imitación de un joven talentoso. Otra constante en el volumen es que son las historias en las que predomina la ficción donde Fosse muestra más a sus maestros. Sucede en 'Y ya puede venir el perro', la crónica de una rutinaria situación vecinal que termina en un 'crescendo' de violencia gélida e incomprensible, o sea, francamente nórdica.
Funcionan mejor los textos autobiográficos como 'Fue así como empezó' y 'El pelo de Line'. Ambos abordan de distinta forma -aunque apuntalados sobre un fraseo igualmente salmódico- un mismo tema: el descubrimiento inaugural. En el primero, un narrador adulto reconstruye con la perspectiva del tiempo un beso juvenil; en el segundo, un niño se asoma por primera vez al misterio adulto que aguarda dentro del padre al que ya le avergüenza abrazar en público. Es sin embargo en la pieza que da título al conjunto donde Fosse lleva la autobiografía a un terreno del todo propio. Se trata de una sucesión de textos breves en los que el autor describe en pocas pinceladas la clase de episodios infantiles que se incrustan en la memoria personal: la rotura de un hueso, el miedo que causa un chico mayor, la incomprensión de una palabra que repite la madre, la muerte de un abuelo que clausura una rutina de inocencia… La extraordinaria capacidad de Fosse para atrapar del modo más sencillo algo que en realidad es muy complejo -en este caso, lo que tiene la memoria de laberinto elíptico y sensorial- queda demostrada en unas páginas que son, con mucho, las mejores del libro.
Borja Crespo
La editorial catalana Garbuix Books está realizando una excelente labor visibilizando títulos con un fuerte carácter social que funcionan como hábiles ensayos gráficos sobre temas de actualidad, algunos espinosos. Dejó bien clara su apuesta por la no-ficción en viñetas con el lanzamiento del volumen 'A quién benefician las migraciones', un análisis profundo que señala sin contemplacionesn y con pasajes escalofriantes, cómo funcionan los recursos destinados al control de las fronteras y cómo afecta a la economía el flujo de emigrantes. Firman esta recomendable novela gráfica Jeff Pourquié y Taina Tervonen, premiada periodista y autora del documentado guion de 'Policía global', que se pregunta qué tipo de policía queremos tener como ciudadanos.
El llamativo cómic, firmado al alimón por Fabien Jobard y Florent Calvez, repasa la historia de las fuerzas del orden y plantea diferentes maneras de ofrecer seguridad a la población, recalcando que los agentes de la ley se mueven entre la protección y la represión. Se trata de un invento relativamente cercano en el tiempo que surgió directamente en Occidente. La obra explora, a su vez, la relación de los vigilantes y el poder con información de interés. El sociólogo Jobard, director de investigación en el Centre national de la recherche scientifique (CNRS) e investigador en el Centro Marc Bloch (Berlín), es el responsable del denso guion.
Elena Sierra
Se han cumplido este año 80 de la liberación del campo de Auschwitz y, en este contexto, se van a publicar un montón de libros sobre el tema. 'Los niños de Himmler' no trata sobre la vida en el campo de exterminio, pero sí sobre esos últimos meses de guerra y sobre las personas que llegaron hasta ese momento, cada una con sus esperanzas (o sin ellas). En torno al símbolo terrible que fue un hogar de aquellos creados para mejorar la raza aria -árboles genealógicos estudiados hasta dos siglos atrás para asegurarse de que padres y madres eran arios de pura cepa, madres solas entregadas a la patria, niños eliminados si no cumplían lo deseado, niños robados para criarlos como alemanotes- se reúnen una enfermera que cree a pies juntillas en su tarea, una adolescente francesa embarazada, apaleada y abandonada y un prisionero polaco en los huesos. Reflejan dos extremos de la misma historia: la obsesión por la limpieza-pureza de un lado y la necesidad de sobrevivir, aun en la suciedad absoluta, del otro.
Y con ellos aparecen la violencia, el abuso, la falta absoluta de compasión; y el despojamiento de toda cualidad humana de algunos, la animalización, la desesperanza. La chica es solo un útero que siente que la invaden desde dentro, el preso come basura y se pregunta quién es y quién puede ser a partir de ahí. Esta es la historia del proyecto Lebensborn y es mucho más, terrible y emocionante hasta el mismo punto final.
Jon Kortazar
Siân Hughes (Chesire 1965) es una conocida poeta en el Reino Unido, condición que aparece en su primera novela, 'Perla', a la que ha dedicado un largo período de escritura. Comienza con un hecho traumático. La madre de Marianne despareció cuando ella tenía 8 años. Un día se marchó de casa sin más, y por más que la Policía la buscó, no hubo noticia. La novela se divide en tres secciones bien definidas, que se desarrollan paralelamente a las casas en las que habita la protagonista. En la primera, y en mi opinión la más definida y evocadora, la niña Marianne recuerda a su madre y sufre su ausencia en la casa que habitaban en el campo, y la madre se hace presente mediante la evocación, a través de los objetos, de los animales y las plantas de la casa, en la narración de las actitudes de la madre, en especial de la lectura el poema 'Perla', un original del siglo XIV que actúa como una de las líneas de unión de la novela.
En la segunda parte, su padre ha decidido ir a vivir a la ciudad y la narración se basa en la vida conflictiva de una Marianne adolescente, que crece en medio de la rebeldía y el caos. En la tercera, una Marianne más madura estudia Bellas Artes y vuelve a 'Perla' como una fuente de inspiración de una obra. La decisión de tener una hija retoma la idea de la vuelta a la imagen de la madre. La novela se compone de núcleos sueltos, que se enhebran en la corriente temporal de una escritura atenta a la emoción.
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