Después del Muro

Hoy un museo al aire libre evoca a lo largo de la Bernauer la traumática cesura que supuso el Muro. Incluso se han restaurado túneles construidos para ayudar a escapar del lado oriental. También se rememora con fotografías a cada una de las 140 víctimas de esa brutal frontera. Su recuerdo perturba y no invita a la complacencia: desde 1989 hay decenas de muros nuevos en el mundo, mueren migrantes tratando de cruzar fronteras hasta en el Bidasoa, y los países europeos pagan a auténticas satrapías por retener a sus ciudadanos bajo condiciones mucho peores que las que rigieron nunca en la RDA.

Otra lección incómoda de la Bernauer Straße es el distinto desarrollo urbano a los dos lados de lo que fue el Muro. En el occidental se demolió casi todo el trazado antiguo para erigir bloques de hormigón y dar espacio al coche; apenas se encuentran peluquerías o cafés. Si el régimen de la RDA no hizo lo mismo en su sector fue sólo porque no tuvo recursos. Rehabilitado desde los años 90 con dotaciones adecuadas en las viviendas, hoy el Prenzlauer Berg es el barrio más solicitado de Berlín: su diseño favorece la ciudad de quince minutos y el comercio de proximidad.

Paradójicamente, el Muro lo preservó en una burbuja gris hasta que remitió la fiebre por el vehículo privado y la «separación de espacios». El erial que dejó al norte de la calle se lo apropió el uso popular: enterrados ya otros planes especulativos, el Mauerpark sigue exhibiendo la abigarrada diversidad de la ciudad.