Guillermo Arriaga y la novela total
Tensión. ·
Una obra en la que el autor mexicano ajusta cuentas con el siglo XIX y la historia conflictiva de su país con los Estados UnidosLo que se entendió en su día por 'novela total', y que podría definirse como una catedral narrativa o una suerte de cosmogonía personal del ... escritor, mantuvo su impulso hasta entrado el siglo XX (El 'Ulises' de Joyce, 'El hombre sin atributos' de Musil, el ciclo de 'En busca del tiempo perdido' de Proust…) y cobró un tan renovado como inesperado auge en los años 60 y 70, con el carácter fundacional que adoptó la narrativa del boom latinoamericano. Obras como 'Cien años de soledad' de Gabriel García Márquez, 'El siglo de las luces' de Alejo Carpentier, 'Hijo de hombre' de Augusto Roa Bastos o 'Palinuro de México' de Fernando del Paso dieron fe de ese renacimiento, propiciado por un espíritu literario que aspiraba a recrear específicamente la realidad del continente americano. A esa gran potencia novelesca, a la que no era ajena la sombra de Faulkner, le siguió una literatura bastante menos ambiciosa y de más breve distancia, que a menudo echaba mano de los géneros, preferentemente del policíaco, aunque también del político o del testimonial. En este contexto, una obra como 'El hombre', la nueva entrega del novelista mexicano Guillermo Arriaga, puede entenderse como un fruto epigonal y tardío de aquella ambición fundacional del boom, si bien poseedora de nuevos ingredientes. Arriaga no presenta el sofisticado grado de elaboración estilística que exigían la fórmula del realismo mágico o la del barroquismo fabulador de aquellos autores, pero sí un afán totalizador de abarcar la historia nacional del México decimonónico, y de abordar un aspecto que a menudo se ha ignorado en la literatura centrada en dicho período: la tensa y conflictiva relación de su país con los Estados Unidos.
Este aspecto geopolítico, social-racial y bélico-económico, es la verdadera novedad de su propuesta narrativa. A menudo, cuando se ha abordado la cuestión de la identidad mexicana, se ha puesto el foco en el presunto contencioso con España, de manera que éste servía como un factor de distracción para no atender al auténtico conflicto armado que desgarró a la nación mexicana y que fue el que tuvo lugar con los Estados Unidos entre 1846 y 1848. Conflicto que se saldó con la cesión del primero a los segundos de más de la mitad de su territorio. Guillermo Arriaga aborda de manera valiente y comprometida esa cuestión, a la que suma otras adyacentes que no resultan menos incómodas y espinosas, como es la de la extinción de las tribus nativas de los apaches en el territorio de Texas, que pasaría a manos norteamericanas; la de la esclavitud que, al ser abolida en México, dio lugar a la creación en su propio suelo de un pueblo llamado Nacimiento de los Negros donde se refugió un amplio número de libertos huidos de la tierras del Norte; la de la extinción de las especies animales que propiciaría ese mismo colonialismo, o el del surgimiento de un capitalismo estructuralmente violento forjado sobre robos, saqueos y expolios sobre el que asentaría un moderno imperio.

Arriaga es fundamentalmente un narrador nato, razón por la cual todos los temas que trata, aquí los pecados originales de la nación estadounidense, deben tener, y tienen, en sus páginas un rostro concreto, así como una historia detrás de ese rostro. El rostro del capitalismo sin alma que retrata 'El hombre' es el de Henry Lloyd, un tipo despiadado, un empresario y terrateniente que es capaz de construir una inmensa fortuna personal y un gran imperio económico a base de lucha, de sangre, de explotación, de falta de escrúpulos y de capacidad carismática para la manipulación del prójimo, para conciliar lealtades y doblegar voluntades. El retrato que traza la novela de este personaje es el del mismísimo diablo, lo cual le hace perder profundidad psicológica a favor de sus épicos y coloristas tintes; de su plasticidad transgresora y maligna.
Pero, como no podía ser de otro modo, este malo oficial de un argumento que linda con lo cinematográfico tiene a su vez un enemigo al que teme, y que es la horma de su zapato. Dicho rival es Jack Barley, un personaje potente que se estrenó como asesino a los once años. De hecho, el texto, que alcanza la desmesura de las casi 700 páginas, se abre con ese episodio tétricamente infantil que tiene lugar en 1815, y donde el niño queda exonerado de la puñalada que atesta a un tal Louis Vincent en un rural contexto escénico de lo que ahora llamaríamos bullying. Jack Barley será el logrado antagonista de Lloyd en un novela total y coral, en la que la alternancia de las voces se turna con la alternancia analéptica de los tiempos.
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'El accidente' Blanca Lacasa
Nuevos conflictos sentimentales

Íñigo Linaje
La escritora y periodista Blanca Lacasa (Madrid, 1982), autora de más de una docena de libros infantiles, publicó hace dos años el interesante ensayo 'Las hijas horribles' que, de alguna manera, anticipa su primera novela, 'El accidente'. Si en el primero ponía de relieve los desencuentros entre madres e hijas y los problemas derivados de ese vínculo (a veces) feroz, en esta, que inaugura colección de bolsillo en Libros del Asteroide, plantea las nuevas formas de relacionarse de la juventud encarnadas en dos protagonistas que, cuando se conocen, ya tienen pareja. Eso da origen a un conflicto que muchas personas han vivido en algún momento de sus vidas: la confusión que genera en el individuo el hecho de enamorarse de otra persona cuando está emparejado.
Con una prosa urgente de raigambre periodística, que no rehuye la metodología del ensayo a la hora de abordar las emociones -y que se cifra en lacónicos apuntes que semejan los fotogramas de una película-, Blanca Lacasa nos ofrece una novela corta que se lee con el placer que proporcionan los relatos que incumben a asuntos humanos universales. La faja promocional del libro dice que 'El accidente' es «una nouvelle sexy y adictiva sobre las trampas del amor». Pero habría que decir más. Por ejemplo, que el libro es una obra bien armada que pone en cuestión la idealización y el romanticismo de las relaciones humanas. Y que, pese a su brevedad, es un muy buen debut novelesco.
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'El amor que pasa' Care Santos
Los padres de Care Santos

Iñaki Ezkerra
Con un título que alude a la famosa rima de Bécquer -'El amor que pasa'-, la escritora catalana Care Santos ha novelado en el sentido más literal del término la historia de sus propios padres. Antonio Santos y Claudina Torres apenas se habían visto cuando iniciaron una relación epistolar de algo más de un año que llegó a los casi seis centenares de cartas amorosas. La novela arranca argumentalmente el 23 de diciembre de 1955, cuando él, un médico andaluz de 26 años que escribía poemas, frecuentaba amistades y ambientes literarios, soñaba con ser novelista y trabajaba en el negociado de préstamos del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla, llega en tren a Barcelona para reunirse con esa chica con la que se escribe, que no pasa de los 18 años y a la que ya considera la mujer de su vida. La autora del libro nacería de esa unión en Mataró quince años después y perdería a su progenitor de un infarto en 1990. Las dos décadas en las que ambos pudieron tratarse se estiran gracias a la dilatación de las historias familiares, que componen el soporte técnico del libro junto con la citada correspondencia a la que la autora tuvo acceso, y permiso para convertir en material literario, en 2023 tras la muerte de su madre.
Escrito en un registro transparente, sentimental y afectivo, exento de alardes formales, pero dotado de una amenidad basada en lo anecdótico, el texto es un canto a ese tipo de amor sólido e imperecedero que era más frecuente en los años 50 y 60 que en nuestro presente líquido.
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'Nunca jamás' James Patterson y Candice Fox
Historias cruzadas

J. Ernesto Ayala-Dip
Libros escritos a cuatro manos hay muchos en la historia de la literatura, empezando por los de Charles Dickens y Wilkie Collins en la novela policiaca. En este mismo terreno en nuestro país hay novelas escritas a seis manos. 'Nunca jamás' es obra del escritor inglés James Patterson y la autora australiana Candice Fox. No siempre las novelas negras aciertan en la configuración de una trama atractiva y creíble, pero 'Nunca jamás' la tiene. No una, sino dos historias paralelas soberbiamente atadas y relatadas.
Hay en una comisaría de Sidney una inspectora llamada Blue, por lo menos así la llama su jefe, el comisario Pops. Trabajan juntos y hacen prácticas de boxeo en un gimnasio. Son amigos, pero en la faena respetan las jerarquías. Un día el comisario le dice a Blue que la manda a otro sitio de Australia para que investigue un asunto criminal en una mina. Blue estaba entregada a cazar al asesino en serie que está aterrorizando Sidney, pero Pops la quiere lejos de la investigación. Se ha sabido que fue detenido un sospechoso, nada menos que el hermano de Blue. Por eso Pops la aleja de los focos, que podrían posicionarse contra ella por el grado de familiaridad con el acusado. El asunto es muy interesante porque se unen dos enigmas: la culpabilidad del hermano de la inspectora y la captura del asesino de las minas. Y la voz en primera persona de la inspectora Blue, sencillamente impecable.
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'La lista de los siete' Mark Frost
Antes de Sherlock

Pablo Martínez Zarracina
En 1993, tras triunfar en televisión como guionista de series como 'Canción triste de Hill Street' y 'Twin Peaks', el estadounidense Mark Frost debutó en la narrativa con un pastiche holmesiano y fantástico que terminaría convertido en un pequeño clásico 'pulp'. Impedimenta recupera ahora 'La lista de los siete', una novela ambientada en el brumoso Londres victoriano que arranca con una sombra fugaz y una carta misteriosa y culmina, literalmente, con la aparición de un bebé austriaco de ojos inquietantes llamado Adolf.
Lo que hay entre ambas escenas es un carrusel de espiritistas, asesinos, ladrones, sectarios y criaturas infernales. También secundarios como Bram Stoker y Madame Blavatsky. Sucede en unas páginas que encadenan enigmas, sobresaltos, incendios y persecuciones con la sutileza de una locomotora desbocada. Sí, también hay una fuga en locomotora. La conducen, «a velocidad vertiginosa», un joven médico con inquietudes literarias llamado Arthur Conan Doyle y Jack Sparks, agente secreto de Su Majestad, en este caso la reina Victoria. Sparks posee una inteligencia sobrehumana, habilidades sin fin, un temperamento estoico y complejo y la costumbre de fumar en pipa, tomar cocaína y tocar el violín. El guiño a Sherlock Holmes no puede ser más explícito, ni más constante. Frost establece así un juego metaliterario. ¿Y si el universo del increíble detective surgiera de una experiencia real, y aún más increíble, vivida por su autor? La fórmula se completa con un villano de dimensiones antológicas -la reconstrucción de su biografía es uno de los mejores momentos del libro- y una trama que mezcla conspiraciones, exotismo y elementos sobrenaturales con unas dosis de desparpajo y referencialidad desbordantes. La misión de Conan Doyle y Sparks es por supuesto salvar al mundo de las fuerzas más oscuras. Sus aventuras quedan siempre a un paso de la parodia. El autor sacrifica toda verosimilitud y cruza la línea que separa el ritmo del frenesí. Pero lo hace con plena conciencia. 'La lista de los siete' debe entenderse como un homenaje entusiasta al cine fantástico, los cómics de terror, las novelas de aventuras y demás subgéneros gozosos más próximos al quiosco que a la Academia. Mark Frost recuperaría a Arthur Conan Doyle como protagonista en una segunda novela, 'El sexto mesías', que transcurre diez años después de 'La lista de los siete' en América.
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