Guillermo Aguirre o la tregua del verano
Ficción de tiempo. Una novela que narra la vida de un hombre a través de los veranos que van desde su nacimiento a una madurez futurista
Si pensamos en el período estival y en tres obras españolas ambientadas en este que podamos denominar de referencia no erraremos citando 'Las bicicletas son ... para el verano', la obra de teatro de Fernando Fernán Gómez, o las novelas 'La insolación' y 'El mismo mar de todos los veranos' de Carmen Laforet y Esther Tusquets. En ese contexto ambiental y temático hay que situar 'Estival', la última entrega narrativa del escritor vasco Guillermo Aguirre. Lo que nos cuenta en ella es la vida de un 'alter ego' llamado Jonás a través de todos los veranos de su existencia y de unos cuantos más que se sitúan cronológicamente en el futuro y que ese personaje, que es también el narrador, vive o imagina vivir.
Como el propio autor, su protagonista nació en 1984, pero a diferencia de aquel, la novela de su vida llega hasta 2045 y cuando el personaje cumple sesenta y un años. En la solapa del libro se nos indica que Guillermo Aguirre «vive a caballo entre Madrid y su pueblo, Nava de Ordunte», que presumiblemente es también la localidad en la que Jonás pasa esos veranos que son los que constituyen el tiempo narrativo del texto porque es en ellos en los que el héroe siente que puede vivir en plenitud, sin las rutinas laborales y las obligaciones del resto del año. Presumiblemente, porque en el texto se vierten algunos datos identificables con los de ese pueblo burgalés, si bien tales coincidencias no excluyen los elementos de ficción que puedan sumarse a los reales.
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Estival Guillermo Aguirre
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Ed: Sexto Piso
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260 páginas
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18,90 euros
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(ebook 11,39)
'Estival' es, ante todo, una novela de creación personal. La propia destilación de un espacio y unos paréntesis temporales que impone su planteamiento técnico suponen un paso hacia lo experimental que confirma el propio estilo digresivo y elíptico, abundante en adjetivos y dilatadas construcciones sintácticas, en vocablos poéticos y algunos de ellos en claro desuso. El propio hecho de que la novela se abra narrando y describiendo las percepciones sensoriales que tiene del entorno físico, en el año cero de su vida, un recién nacido sitúa ya al texto en un terreno moderadamente experimental y fantástico que, por otra parte, no pierde legibilidad ni una relación con la realidad más o menos directa.
Otro aspecto importante a destacar en lo que se refiere a la técnica novelesca es que la propia voz que narra se desdobla y pasa de la primera a la segunda persona en una suerte de diálogo del personaje consigo mismo que en ciertos momentos se pronuncia en un plural mayestático. Es preciso insistir en que todo ello se produce con gran naturalidad, bajo un control absoluto de los recursos narrativos y sin que el lector perciba en ningún instante que se halla ante un discurso ininteligible o de difícil comprensión, ni artificial ni forzado.
En cuanto al contenido y al argumento, lo que Aguirre nos va transmitiendo en estas páginas son las diversas experiencias del personaje según va pasando de una edad a otra, de la infancia a la adolescencia, de la juventud a la vida adulta; las relaciones de complicidad o de distanciamiento con los amigos, con la pandilla, con los paisanos del pueblo, con la propia familia; con la madre que irá envejeciendo; con la casa y el mobiliario de esta, que son los de sus antepasados, así como con las mujeres que tienen más peso en su trayectoria vital y que son dos: Iria y Sara. Por los escenarios y por las acotaciones temporales de cada período vacacional, se podría pensar que estamos ante una novela idílica y plácida en la que se ha hecho una campana de cristal que sustrajera al personaje de los aspectos dramáticos o problemáticos de la existencia. No es así. Por esos veranos se van colando todas las sombras que se ciernen sobre el paso de cualquier ser humano por este mundo. Hacia la mitad del libro hay un tumor cerebral que esparce negros nubarrones sobre ese interminable verano.
Podría pensarse que en estas páginas comparece un Guillermo Aguirre antitético al de novelas tan destempladas como 'El cielo que nos tienes prometido' o 'Un tal Cangrejo', en las que comparecían una pareja disfuncional en el paisaje de Los Monegros o un muchacho abocado al pandillismo callejero de un Bilbao marginal. Tampoco es así. Junto a las experiencias dulces o las ensoñaciones de la estación veraniega; junto al tono evocador en el que el autor parece haber bajado la guardia de su conflictivo trato con el mundo y consigo mismo, aparecen los miedos, las culpas, los presagios, los sentimientos de desasosiego, los prontos temperamentales. En las treguas de estos veranos se cuela la guerra del invierno de la vida.
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