Escribir en otro idioma
Del checo al alemán ·
Cabe preguntarse en qué medida el estilo preciso y sobrio de Kafka respondió a un creciente desarraigo identitario y lingüísticoIbon Zubiaur
Viernes, 31 de mayo 2024, 21:09
Cuando nace Franz Kafka, el alemán hace ya un par de décadas que ha dejado de ser mayoritario en Praga. La capital de Bohemia es ... entretanto el epicentro de la pujante cultura checa; al obtener la independencia en 1918, Checoslovaquia pasa a ser un estado plurinacional en que los alemanes étnicos siguen constituyendo el 23% de la población. En su familia se habla básicamente alemán, y se usa el checo con el personal de servicio y los clientes. En esencia Kafka era bilingüe, aunque se expresaba con mayor fluidez y riqueza de matices en alemán (los testimonios de la época le atribuyen también un ligero acento cuando hablaba checo). Su alemán escrito se consideró durante mucho tiempo un ejemplo de pulcritud, pero ello se debió al celo corrector de Max Brod: los manuscritos delatan huellas dialectales propias del habla de Praga, una variante bávara pasada por un tamiz austriaco (lo que en Múnich dio lugar a titulares como 'Kafka hablaba bávaro'). Lo interesante sería preguntarse en qué medida su estilo preciso y sobrio respondió a un creciente desarraigo, tanto identitario como lingüístico.
Los entornos diglósicos suelen resultar fecundos para la literatura, y ponen de manifiesto que la elección de lengua no la dicta solo la solvencia. Hoy se habla mucho de multiculturalismo, pero en realidad las migraciones no hacen sino devolver a Europa algo de la pluralidad que arrasaron las Guerras Mundiales y las limpiezas étnicas. Antes había menos margen para las identidades monolíticas: los continuos cambios de idioma las volvían más flexibles. En lo literario, permitían saltar de una tradición a otra. El gran novelista Sándor Márai escribió en alemán antes de pasarse al húngaro. Fue uno de los primeros traductores de Kafka, que se quejaba de ello en carta a su editor Kurt Wolff y le emplazaba a reservar ese derecho a un conocido suyo. Imre Kertész citaba malévolo la anécdota y la hallaba propiamente kafkiana: «Para que se entienda: es como si yo, al enterarme de que Thomas Mann acaba de traducir uno de mis libros, le comunicara a mi editor que confío más en mi médico de cabecera, que chapurrea un poco el alemán».
Las claves
Inicios
Sándor Márai fue uno de sus primeros traductores y Kafka se quejaba de ello
Apoyo
Vladímir Nabokov y Joseph Conrad escribían con diccionario
Salvo por las lenguas hoy cooficiales, la literatura española ha registrado pocos cambios de idioma. El caso de José María Blanco White es significativo: Gil de Biedma se preguntaba cómo es que escribió un soneto antológico en inglés y en cambio no dejó nada equivalente en castellano. Se respondía que hacia 1825 la lírica inglesa era mucho más moderna que la española; insertándose en esa tradición, pudo hacer más. Formado en inglés, en cambio, Fernando Pessoa prefirió refundar la poesía portuguesa. Vladímir Nabokov, que había estudiado en Cambridge, debió buscar un público mayor que el de los exiliados rusos al pasarse al inglés; como Joseph Conrad, que lo aprendió de adulto y lo hablaba con fuerte acento. Ambos escribían con diccionario; su estilo elaborado y minucioso es cualquier cosa menos natural, y quizá por eso mismo constituya un hito. A muchos expatriados del nazismo, el inglés les brindó llaneza: es improbable que Herbert Marcuse o Hannah Arendt hubiesen terminado siendo referencias cívicas aferrándose al alemán; también Siegfried Kracauer sonó más ágil en el nuevo idioma, adquirido tarde y con esfuerzo. Del exilio y de otras lenguas regresaron autores de peso en la posguerra, como Peter Weiss o Stefan Heym.
«Toda revolución se evapora y deja atrás una estela de burocracia»
El ámbito germano expulsó casi tanto talento como acogió en el siglo XX, pero su literatura se nutrió en alto grado de náufragos del Imperio Austro-Húngaro y voces procedentes de la periferia, a menudo judías. Rara vez tuvo el alemán la claridad que le imprimieron Franz Kafka, Rosa Luxemburg o Joseph Roth, o Elias Canetti, cuya lengua materna era el ladino (en su autobiografía relata su empeño por aprender el alemán, que empleaban sus padres para no ser entendidos por los niños: lo logró sólo a los doce años y ya no quiso soltarlo). En los últimos años se viene reconociendo también, más allá de la etiqueta Migrantenliteratur, la creciente contribución de apellidos turcos o eslavos.
Los motivos para escribir en una lengua distinta a la dominante o la materna pueden ser infinitos, desde pragmáticos a íntimos. Permite ensayar registros nuevos y escapar de tics retóricos gastados, cobrar distancia con la materia y ganar soltura en el tono (ese fue mi caso). No suele tener que ver con sentirse en casa: quizá esa sea una lección nada menor de la imperecedera obra de Franz Kafka.
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