Concha de Marco, arcanos mayores
Golpe a golpe. ·
La reedición de 'Tarot', que ganó el Premio Juan Ramón Jiménez en 1973, muestra en todo su esplendor la madurez que alcanzó la obra de una autora insuficientemente reconocidaCarlos Aganzo
Sábado, 14 de junio 2025, 00:00
Traicionada por todos y por todo. Empezando por la política y los políticos, en aquel año de 1977 en que redactaba sus memorias, pero incluyendo ... además entre los traidores a «los editores, los pintores, los poetas, las máscaras de pie y la biblia en pasta». Así se sentía a los sesenta, apenas un año después de la muerte de su marido, Concha de Marco (Soria, 1916-Madrid, 1989). Insuficientemente reconocida en su poesía y en su literatura, después de haber conocido los últimos destellos de la Edad de Plata de la literatura española, en la que tanta relevancia cobraron las voces de mujer, y vivido los difíciles años de la guerra y el franquismo y el asomo de Transición.
Lo cuenta la poeta en sus memorias, publicadas por el Ayuntamiento de Soria y el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Pero de alguna manera lo ratifica también en cada uno de sus libros. Una rebeldía profunda escondida en un estilo cuidado, en ocasiones culturalista y hasta esotérico, donde en realidad casi nada es lo que parece. Y una obra publicada fundamentalmente entre los años sesenta y setenta del pasado siglo, fruto de una larga peripecia compartida con su marido, el historiador, escritor y crítico de arte Juan Antonio Gaya Nuño, al que conoció en el preludio de la guerra incivil.
Poeta, ensayista, narradora y traductora, Concha de Marco nació en Soria, y con solo dos años perdió a su madre y a su hermana, víctimas de la gripe del 18, quedando la familia al cuidado de su abuela y de su padre, que se casaría dos años más tarde con la hermana de su madre. Después de pasar por Figueras y por Madrid, donde terminó el bachillerato y empezó a estudiar Ciencias Naturales, conoció a Gaya Nuño, que entonces era profesor de instituto, en un viaje a Soria en 1935. Durante la guerra, él se alistó con la República, y ella hizo lo propio en la retaguardia, trabajando en el Tribunal Tutelar de Menores. Tras la depuración, consiguieron volver a estar juntos en 1943, primero en Madrid, después en Barcelona, y finalmente de nuevo en Madrid, en 1952.
En 1966 se destapó como poeta, con la publicación de su primer libro, 'Hora 0,5', en la colección santanderina La Isla de los Ratones, al que enseguida le siguió, en 1967, 'Diario de la mañana'. En aquellos años recitó sus poemas en Alforjas para la Poesía, coincidiendo con el grupo de las poetas de 'Versos con faldas', que comandaba Gloria Fuertes y en el que participaban otras escritoras como Acacia Uceta, Sagrario Torres o Marisa Chicote. También fue ella la encargada de organizar el homenaje a Carmen Conde cuando esta se convirtió en la primera mujer ganadora del Premio Nacional de Poesía, en 1967. Y participó con asiduidad en la «reunión de los martes» en torno a Carmen Conde, donde ambas se juntaban con otras escritoras como Carmen Bravo-Villasante, Carmen Llorca o Elena Andrés. Su tercer libro de poemas, 'Acta de identificación', se publicó en 1969, y en 1970 apareció 'Congreso en Maldoror', coincidiendo con la aparición de su ensayo 'La mujer española del Romanticismo'. Una obra poética que se completa con 'Tarot' (1972), 'Las hilanderas' (1973) y 'Una noche de invierno' (1974), además de 'Celda de castigo', escrito en 1974, pero que estuvo inédito hasta ser publicado en edición facsimilar por el Ayuntamiento de Soria en 2016, y 'Cantos del compañero muerto' (1977), que permanece sin publicar.
Feminismo escondido
De entre todos ellos, hoy vuelve a la actualidad el que quizás es el libro más complejo de Concha de Marco, 'Tarot', publicado en Madrid en 1972 y flamante ganador del Premio de Poesía Juan Ramón Jiménez de 1973. Y lo hace de la mano de la editorial Torremozas y acompañado de un estudio del poeta y profesor Fran Garcerá. El libro, donde la escritora «utiliza los arcanos mayores para realizar toda una reflexión sobre aspectos particulares de su día a día, así como del contexto histórico en el que se encuentra», fue en su día muy bien recibido por la crítica, como lo demuestra la reseña publicada ese mismo año por el diario 'ABC', o la aparecida en 'Pueblo Literario', que firma Dámaso Santos y habla de la «plenitud literaria» de la escritora, o la que escribe Carlos Murciano para la revista 'Poesía Hispánica', en la que éste descubre un «alma en lucha consigo misma», y de paso con el mundo.
Entre referencias de todo tipo, en 'Tarot', efectivamente, podemos volver a comprobar el grado de madurez que llegó a alcanzar la poesía de una autora que hasta la fecha ha sido difícil de encontrar. También podemos, como apunta Fran Garcerá, deducir a partir de su lectura cómo era el contexto histórico en el que vivieron ella y Gaya Nuño en aquellos años sesenta y setenta del pasado siglo. E incluso detectar el feminismo cierto, aunque escondido en los arcanos del tarot, de la autora, especialmente en esa «genealogía femenina» que la poeta exhibe, desde la Shejiná (la forma femenina de Dios) hasta Sofía (la fuente de la sabiduría), pasando la diosa Kali, madre devoradora, o la vieja bruja Baba Yaga. Una reedición tan justa como necesaria.
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