Arma para la guerra
Potencial militar ·
El ferrocarril propicia como nunca antes el movimiento de tropas y material bélico, y tiene un uso artillero en los principales conflictosLa naturaleza de la guerra cambia radicalmente en el último tercio del siglo XIX. Los conflictos se hacen más largos, se libran a distancias mucho ... mayores y se derrama mucha más sangre. El catalizador de esta transformación dramática no es tanto el armamento mejorado, que también, sino un invento que sale de la Revolución Industrial: el ferrocarril. El nuevo medio de transporte convulsiona la vida en un periodo crucial en el que las innovaciones tecnológicas transforman la movilidad y la logística. Constituye en sí mismo una fuerza motriz para la Revolución Industrial y propicia la expansión imperialista europea. Modifica y renueva rápidamente, además, la estrategia militar y su potencial se hace evidente como un instrumento trascendental para la guerra. No sólo facilita el transporte de mercancías y personas, sino que también tiene un papel fundamental en las movilizaciones militares que llevan las operaciones hasta los raíles de medio mundo.
Desde la guerra civil estadounidense, las hostilidades se llevan a las vías con una pasión terrible. Hay militares que muy pronto fijan la vista en el ferrocarril. El gran estratega y general alemán Helmut von Moltke (1800-1891) afirma: «No construyan fortalezas, construyan ferrocarriles». Resalta así la importancia del transporte en una posible victoria militar. No se equivoca y la historia pronto le da la razón. Las redes ferroviarias densas y altamente eficientes de Europa resultan fundamentales para la Gran Guerra. Los ferrocarriles permiten a las grandes potencias movilizar a los ejércitos a una escala sin precedentes y mantenerlos sobre el terreno, a pesar de sus necesidades logísticas cada vez más complejas, durante años. Con la Segunda Guerra Mundial, se alcanzan altas cotas de efectividad con la artillería móvil y el uso de trenes blindados, mientras resulta fundamental en la logística empleada por los nazis para el holocausto judío.
El tren se sitúa a la cabeza del transporte militar; para los movimientos estratégicos de las unidades en su avance o retroceso en función de la marcha de la guerra; para la asistencia y evacuación de los heridos; para la circulación de la milicia franca de servicio; y, sobre todo, para el tráfico de aprovisionamiento de todas clase de materiales (víveres, municiones, equipamiento, correo, etc.) en cantidades imposibles de sospechar. Las locomotoras del ferrocarril convencional son capaces de transportar miles de toneladas. Y los estrategas militares deciden aprovechar su potencial. De simples plataformas que soportan el peso de las piezas de artillería pasan a convertirse en poderosos tanques con cañones de 80 milímetros. Velocidad, estabilidad y potencia son virtudes decisivas que aprovechan los trenes en el conflicto bélico. Vagones especiales permiten la instalación de cañones de gran calibre capaces de disparar, desaparecer en cuestión de minutos y evitar el contrataque directo. Los ferrocarriles pueden ayudar a mantener ejércitos en el campo mientras estos reciban alimento y suministros.
El tren mortuorio de Lincoln
El convoy ferroviario («el tren fantasma») que transportó el féretro del presidente estadounidense Abraham Lincoln recorrió 2.654 kilómetros desde Washington D.C. hasta Springfield (Illinois). Comenzó su viaje el 19 de abril de 1865 y tardó trece días en llegar. Fue la demostración del gran duelo nacional: 1,5 millones de personas vieron el cuerpo del mandatario asesinado y más de 7 millones, pasar el tren.El convoy de Lenin
Cuando se inicia la Revolución rusa en 1917, el Gobierno alemán ayuda a un grupo de exiliados en Suiza, entre los que se encuentra Vladimir Ilich Uliánov (Lenin), para que vuelvan a Rusia, con la esperanza de que contribuyan a sacarla de la guerra. Viajan en un «tren sellado», un vagón con un estatus de extraterritorialidad, como una embajada extranjera, y recorren territorio enemigo sin contacto con los alemanes.El vagón de Compiègne
En el bosque francés de Compiègne se firma el 11 de noviembre de 1918 el armisticio tras cuatro años de guerra. Ferdinand Foch, comandante en jefe de los ejércitos aliados, espera a la delegación alemana en un coche de su tren privado (el vagón-restaurante 2419D) donde les conmina a aceptar los términos del acuerdo. Hitler repitió la humillante maniobra en 1940, lo traslada a Alemania y las SS lo destruyen.'Amerika', el cuartel de Hitler
Para demostrar el poder de Alemania, Hitler construye en 1939 su propio tren. El 'Führersonderzug Amerika', un búnker sobre ruedas, pesa 1.200 toneladas y llega a medir 430 metros, dependiendo de la cantidad de vagones que se acoplen. Alcanza velocidades de hasta 120 kilómetros por hora y dispone de cuatro cañones de 20 milímetros. Es en su época el cuartel general móvil mejor equipado del mundo.1 /
Otro factor resulta decisivo para el uso del tren como arma de guerra. El historiador inglés Alan John Percivale Taylor argumenta que el estallido real de la Gran Guerra está condicionado por los horarios ferroviarios preexistentes. Taylor sugiere que estos horarios condicionan tanto la movilización como la respuesta de las fuerzas enemigas, que no se pueden detener una vez puestas en marcha o todo el proceso se viene abajo y se pierde una oportunidad que quizá no vaya a repetirse. «Todas las potencias europeas habían acumulado vastos ejércitos de reclutas. Los planes de movilización de esos millones se apoyan en el ferrocarril y las compañías ferroviarias no se improvisan. Una vez puestos en marcha, los vagones y locomotoras deben rodar sin remordimientos e inevitablemente hacia su meta predestinada».
Los trenes blindados (y los vagones y artilugios derivados de ellos) son, a la vez, un arma común y atípica. La longevidad de su éxito se debe, ante todo, a su capacidad para reemplazar a los tanques y vehículos blindados que muchas naciones carecían de los medios para diseñar o adquirir; luego, a su capacidad para neutralizar o, al menos, minimizar las amenazas a las redes ferroviarias de las que depende la logística de los ejércitos de la Segunda Guerra Mundial y las guerras de descolonización; y, finalmente, a su capacidad de regeneración mediante reparaciones, innovación y reutilización de unidades capturadas. Después llegó el declive: la aviación, sobre todo, los hacía muy vulnerables.
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