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Lars Mytting, en Noruega, con una figura hecha con leños.
Entrevista

«Realizar un trabajo lento se ha convertidoen un lujo»

Lars Mytting Escritor. Publica 'El libro de la madera' que ha creado gran interés en la tala y los pasos posteriores

EDUARDO LAPORTE

Viernes, 30 de diciembre 2016, 13:46

Lo llaman la nueva 'biblia' de la vida lenta, pero en realidad se trata de un libro mucho más modesto en sus ambiciones. Porque Lars Mytting (Fávang, Noruega, 1968) se ha dedicado a difundir al mundo el valor de algo tan primario, pero misterioso a la vez, como cortar leña. Lo hace en 'El libro de la madera' (Ed. Alfaguara), una obra que solo podría haber escrito un noruego, quizá el país con mayor cultura en el uso de la madera como energía calorífera doméstica. Los árboles están ahí, así como esa cultura tradicional de amor por la madera y sus propiedades inflamables, pero nadie había compilado como Mytting los secretos del arte de cortar leña. A lo largo de dos años, tras la fascinación que sintió al cortar él mismo sus primeros tajos, se dedicó a entrevistar a aficionados al cultivo de leña. Todo un proceso que, si bien es básico en su esencia, esconde un sinfín de técnicas, trucos y saberes: el corte, tipos de hachas, el secado, las estufas... Y entre todo ello, serpenteando por las vetas de las palabras, el enigmático embrujo de lo permanente. De ahí que haya vendido más de medio millón de copias en todo el mundo.

¿Cuál era su relación con el mundo de la madera antes de conocer a Ottar (un vecino jubilado al que su relación con la leña ayudó a sobrellevar con dignidad su enfermedad terminal y al que Mitting dedica el libro)?

No tenía conocimientos sobre leña, pero sí recuerdos de la infancia. Crecí en el campo, teníamos nuestras cabañas y cobertizos, pero me crié en lo que en Noruega llamamos la generación de la electricidad. Era muy barata y calentarse con madera y leña se consideraba una molestia innecesaria. Pero el libro es también la historia de mi propio despertar como entusiasta de la leña y creo que es algo que le da fuerza. Cuando uno tiene verdadera curiosidad sobre un tema, se mete hasta el fondo de las cosas.

Y esa relación, ahora que ha publicado el libro, ¿se mantendrá?

Se ha ampliado enormemente. Empecé cortando leña para nuestra casa y durante dos inviernos profundicé mucho, me documenté mucho, pero ahora sigo trabajando en el bosque una media de entre 7 y 15 jornadas completas al año, para hacer acopio de leña. Me motiva la idea de calentar la casa de forma ecológica, por lo menos la mayor parte del invierno. El libro ha provocado una respuesta masiva por parte de los lectores, que enviaron un montón de cartas y correos electrónicos con aportaciones que me han sido muy útiles y que he introducido en las siguientes ediciones, como esta que llega ahora a España.

Liberar la mente

'El libro de la madera' se vende como una especie de 'biblia' de la vida lenta. ¿Está de acuerdo con esa etiqueta?

Si la gente quiere acercarse desde esa perspectiva, a mí me parece perfecto, pero yo partí del enfoque de describir la tradición noruega con la mayor exactitud posible, al margen de la utilidad que pudiera tener en la gente. En cualquier caso, la tarea de cortar y apilar leña es un proceso lento, tedioso y aparatoso, que requiere mucho tiempo y varias complicaciones. No se puede acelerar el proceso y ahí reside su belleza. La madera necesita tiempo para secar. Todo necesita tiempo.

La sociedad del bienestar tiene sus fallas, como recordó Haneke en 'El séptimo continente' o Viktor Frankl, al alertar de los peligros de la calma excesiva, en 'El hombre en busca de sentido'. ¿Nuestra condena moderna es la búsqueda voluntaria de la incomodidad?

La capacidad de poder desarrollar un trabajo lento se ha convertido en un lujo. Si uno se fija en la vida de hace cien años, el hecho de talar un árbol y hacer leña de él era una actividad trabajosa y no creo que nadie obtuviera ningún placer al llevarla a cabo. Como cuando se tenía que cazar para garantizarse el sustento. En la vida moderna, podemos elegir cuándo queremos hacer cosas molestas, lentas y trabajosas. Sería interesante ver cómo habría interpretado este libro alguien de hace dos siglos. Creo que no habría captado todos los placeres que encierra. Es un proceso que libera y vacía la mente y en el que el trabajo invertido tiene una relación directa con los resultados. No es como si vas a pescar o cazar; si cortas leña, siempre vuelves con algo.

Usted señala que la 'edad de la leña,' en Noruega, se da a partir de los 60 años y mayoritariamente en hombres. ¿Cree que este libro puede fomentar una cultura de la leña también en los jóvenes y de paso en las mujeres?

Hay dos edades clave. La edad de la madera en Noruega ronda los 70, sí, pero hay una primera edad que se da entre los 37 y 40 años. Cuando se empieza a tener trabajo estable, niños y se pasa mucho tiempo de ocio en casa.

Para cortar leña, necesitamos antes talar árboles, y en Noruega hay facilidades al respecto, ¿no es así?

Sí, hay bosques privados en los que puedes obtener autorización para talar y, en la parte más al norte del país, todos los hogares tienen derecho, por ley, a una parcela para cortar sus propios árboles. Esto ocurre en Finnmark, donde puedes llamar a las autoridades y te conceden un terreno, normalmente cercano a tu casa. Por cierto que, aunque la industria forestal utiliza maquinaria, hay una gran necesidad de leñadores para acceder a los lugares a los que no llegan las máquinas. En Noruega muchos agricultores se sacan un sobresueldo nada desdeñable con esta actividad extra.

¿Ha oído hablar de los aizkolaris?

Sí, he oído algo de ellos gracias a algunos lectores.

Y usted, ¿qué tipo de leñador es? En el libro se describen varios tipos, el estético, el inútil, el industrial

Soy más curioso, semicientífico, pero no me identifico, por ejemplo, con el estético. No hago filigranas al cortar leña, pero sí me gusta cortar distintos tipos de árboles y ver cómo se comportan luego en el fuego. Suelo empezar a mediados de diciembre, porque luego, con el frío y el suelo congelado, es fácil deslizarlos hasta casa. Esto lo hago hasta marzo, luego parto todo en dos y lo apilo para que vaya secándose. El secado exige al menos una primavera y todo el verano. Hay quien lo deja dos años, sobre todo en la costa, pero en Noruega, si el ambiente está seco, en un año la madera está seca.

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