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Luis Goytisolo o la ironía de arte y ensayo

En estas fábulas sin animales, el autor barcelonés recuerda el tono y el estilo de su célebre ciclo 'Antagonía' que surgieron en su día como un descanso, un antídoto y una glosa a sus novelas

Iñaki Ezkerra

Viernes, 6 de mayo 2016, 13:06

Luis Goytisolo publicó su obra más ambiciosa, los cuatro tomos de 'Antagonía', entre 1973 y 1981. En el contexto de ese absorbente proyecto de largos años y como una válvula de escape, comenzó a escribir los textos que ahora se reúnen bajo el título 'El atasco y demás fábulas', que han ido siendo escritas a lo largo de cuatro décadas y que tienen algo de ejercicios de estilo, de apuntes, bocetos o bosquejos para otros trabajos más enjundiosos y acabados; algo o mucho de glosas de su propia obra novelística, de experimentos y divertimentos, de fragmentos de relato o de dietario, de piruetas, marginalias o incluso aforismos. De lo que no tienen nada es de fábulas si se entiende por éstas las protagonizadas por animales o seres inanimados. A no ser que ese término tenga aquí un uso metafórico y aluda al hecho, apuntado por Ignacio Echevarría en el prólogo, de que «los personajes que pueblan estos textos se caracterizan todos por su inhumanidad».

Es así, en efecto, y de un modo especial en 'El atasco', la pieza narrativa que abre el libro y que es, en realidad, la única inédita. En ella esboza las antipáticas y repulsivas personalidades de tres seres que representan a tres generaciones de una misma familia acomodada: la de un abuelo que hizo dinero con la industria textil y cuya esposa heredó una fortuna lograda con la trata de negros en el siglo XIX; la de un hijo al que le gusta que le llamen 'el Jefe' y que inspira la admiración de su padre porque no sabe cómo ha logrado seguir haciendo dinero y la del típico nieto sin agallas al que llaman 'Campeón' para darle confianza en sí mismo, que fantasea sobre cómo cargarse a los interiores, si con un método violento o por envenenamiento, con una novia ordinaria que le envía 'selfies' por el móvil permanentemente y un vídeo en el que sale de un ascensor tirándose un pedo que hace las delicias de su hombre. La adinerada burguesía de palcos de ópera particulares, chóferes y helicópteros que Goytisolo retrata en ese texto tiene algo de «crítica esnob del esnobismo». Y es que hay dos maneras clásicas de denunciar en la literatura, como probablemente también en la vida, los vicios y taras de las clase capitalista, de los ricos y los poderosos. En 'La fea burguesía', Miguel Espinosa lo hace desde fuera, sin concesiones, mientras que, en 'Coronación', 'Este domingo' y todas sus novelas en general, José Donoso lo hace desde dentro y dando a entender que él pertenece a ese mundo del que se burla. Algo de esto último hay en 'El atasco' de Goytisolo si bien los tintes tenebrosos y agresivos de su pequeño fresco a la vez recuerdan al primero y a sus malos malísimos. El retrato anda entre la caricatura buñueliana, revenida e ingenua de 'El discreto encanto de la burguesía' y la viñeta de 'La Codorniz', lo que indica que o bien se trata de una pieza que ha permanecido guardada en la nevera durante años o bien su autor no ha renovado un discurso que suena demasiado a la intelectualidad de la Pretransición.

En realidad ésa es la objeción que se le puede poner a este libro en su conjunto y también el atractivo que posee, por otra parte. Suena demasiado a otra época en todos los temas que aborda, a la 'ironía de arte y ensayo'; al alambicamiento precocinado en la crítica a las superestructuras sociales y culturales o a la denuncia recocida en el paramarxismo sesentayochista con la que fustiga la mentalidad de masas, el consumismo, la tecnocracia, las trampas alienadoras de la publicidad, las doctrinas económicas que sirven para justificar la pobreza o la guerra, las estrategias y la retórica del poder.

Entre los textos recogidos en el volumen, que son formalmente aún menos convencionales que 'El atasco' pero que presentan, sin duda, el mismo estilo fragmentario y el mismo contenido crítico, el más antiguo de ellos es 'Sátiro y sátira', del que Echevarría nos informa que fue un especial encargo que le pidió el artista catalán Xabier Corberó en 1968 para que acompañara a una serie de aguafuertes y que ya fue publicado por el sello editorial Anagrama en 1970 abriendo la colección de prosas 'Ojos, círculos, búhos' e ilustrado con dibujos del pintor Joan Ponç. Texto que hoy aparece cerrando el volumen y que es quizá el que ofrece un estilo más críptico. A esas dos piezas citadas hay que añadir 'Devoraciones', que fue publicado también por Anagrama con ilustraciones de Ponç en 1976, así como 'Una sonrisa a través de una lágrima', que conoció una edición de Alfaguara junto con los dos anteriores en 1981. Leer estas prosas es volver al tono de 'Antagonía'. Es reencontrarnos con el Goytisolo de los años 70 y es una suerte de reválida sobre lo que merece rescatarse de aquel tiempo y lo que ha caducado.

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