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Representación de ‘Hamlet’ en un teatro de Moscú.

El teatro como la nueva expresión social

Los dos genios fijaron literariamente una dramaturgia más avanzada, con tramas complejas y personajes de tinte realista

Pedro Barea

Martes, 12 de abril 2016, 14:56

Cervantes y Shakespeare viven cuando el teatro es ya obra escrita. Uno es más novelista que dramaturgo; el otro, dramaturgo sobre todo.

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Frente al mundo medieval, dominado por la fe religiosa y su orden, el Renacimiento hace humana la medida de todas las cosas. El antropocentrismo trae modelos de perfección: el ideal del caballero (el cortesano ), del gobernante (el príncipe), y del buen cristiano (la grey creyente). El Barroco y la literatura del siglo XVII mantienen valores renacentistas de amor, naturaleza, mitología, sociedad, pero anchan su sentido: la erosión del tiempo, el error humano, la contingencia. Junto al desencanto, el Barroco canta el gozo y la pasión de vivir, y Dios es sentido y promesa de salvación. El mundo exterior, lo objetivo, queda supeditado a las decisiones del hombre en contraste dialéctico consigo mismo (monólogo dramático) o frente al prójimo (diálogo), y con esta perspectiva toman cuerpo escénico sus acciones.

El drama de la Edad Moderna surge en el Renacimiento pero la comedia es el género que da mayor libertad a las nuevas formas, temas y modos de vida de Europa, y se inicia la transgresión de las bases de la dramaturgia anterior. Los nuevos rasgos semánticos, y las rupturas de la unidad de acción, tiempo y lugar, conforman el drama más moderno y medran tendencias como la commedia dellarte en Italia o el entremés y la comedia en España. En lo formal, las tramas se complican con personajes y tipos de tinte realista; se oye el modo natural de la expresión oral, con prosa y hablas dialectales, giros populares, conductas tipificadas, y una voluntad moralista y espectacular. La sátira permite el documento social y es un código acerca de la burla y de lo cómico.

Paralelos y divergentes

Shakespeare y Cervantes son dramaturgos, hablan del teatro como técnica y oficio, y como expresión social. Cervantes ve la evolución en el prólogo de sus Comedias y Entremeses. Y cambia de ser defensor de la tradición, a innovador con obras de tres actos en vez de cinco, y afirma de sí mismo: «Fui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales a teatro con general y gustoso aplauso de los oyentes». Si «el adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles», la escena introdujo «tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas». Junto a Cervantes el teatro español contaba con Torres Naharro, Gil Vicente, Rueda, Juan de la Cueva. ¡Y Lope de Vega! En Almagro se ha rehecho un modelo de lugar teatral con la estructura del XVII, el Corral de Comedias, tras su uso como patio vecinal y mesón en la plaza Mayor de la población manchega.

En vida de Shakespeare se conforma el teatro isabelino, que funde la tradición popular con la culta, y llega a las masas. Shakespeare contacta con el ambiente teatral en el andén de caballos de los espectadores ricos, luego es actor y autor, y por fin coempresario. Shakespeare disfrutó de dinero propio y ajeno. Es un escritor rico con altibajos. La infancia de Cervantes transcurre en la miseria, es soldado de fortuna, pasa por su mano dinero ajeno como recaudador de impuestos, y lo envuelven allí en litigios. Es un escritor pobre con altibajos.

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Ambos fijan literariamente una época en la que el teatro era la gran plataforma de la comunicación. Se dice que Shakespeare contribuyó con casi 3.000 palabras a la lengua inglesa. Cervantes no se quedó atrás con el español. Se dice «la lengua de Cervantes» y «la lengua de Shakespeare» por antonomasia, y es elogioso el calificativo cervantino o shakespeariano: pues bien, el teatro consolida un idioma en un tiempo poco alfabetizado.

Ambos son germen de teatro. Los dos son creadores de arquetipos, Quijote y Sancho, Hamlet y Otelo, puro teatro. Algunos expertos ven similitud entre don Quijote y Hamlet o Lear, o entre Sancho y Falstaff. Shakespeare se puede leer, muchos tipos de Cervantes se hacen carne en escena. Ciudad y Poder son el ámbito de Shakespeare, Pueblo y Mentalidades, el de Cervantes. La locura es un tema común a Cervantes y a Shakespeare: sólo locos y niños dicen la verdad; cuando don Quijote encarna el papel de caballero andante, es capaz de pensar de forma realista y pragmática con la excusa de esta personalidad adoptada. En Hamlet, a veces, tampoco se distingue cuándo actúa su desvarío o su trágica lucidez.

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El contexto

Shakespeare será un autor del teatro isabelino, en nombre de la reina Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena. Se agita un hondo cambio económico, político, social e ideológico, cuyo detonante fue el conflicto entre catolicismo y reforma protestante por el divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Hasta 1622 no aparece en Inglaterra la primera publicación periódica. Ese año Ben Jonson, rival de Shakespeare, estrena El comercio de noticias, la primera obra que alude al rudimentario fenómeno de la prensa, cuyo marco es un periódico, con una reflexión sobre el poder, la democracia y las empresas o los derechos del autor. Al influjo oral desde púlpitos y escenarios se sumaba la influencia escrita en libros y noticieros.

El teatro isabelino se caracteriza por su carácter comercial, y Shakespeare vivió el rápido brote de teatros construidos ex profeso en las afueras, cerca del Támesis: The Theater, The Rose, The Fortune, Courtain, The Swan y el famoso The Globe, donde él actuó e hizo representar sus obras. Eran construcciones circulares, o poligonales, más altas que anchas, en cuyo patio se alzaba un tablado de metro y medio de alto, rodeado por un graderío de tres plantas, con visibilidad y acústica aceptables dada la cercanía entre actores y público. Los decorados eran meros símbolos o no existían. Las compañías fueron estables en cada local, y gozaron de la protección de la Corte. No podían incluir mujeres y, como en la ópera china, los papeles femeninos eran encarnados por muchachos. Aunque oscurecidos por la figura de Shakespeare, aquel teatro contó con otros autores de mérito, como Thomas Kyd, Marlowe, Chapman, o el ya citado Ben Jonson.

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Es posible que Cervantes y Shakespeare no se conocieran (aunque El Quijote se tradujo al inglés), y que el día de su muerte no fuera el que se dice. Y que un hipotético encuentro de ambos, tema del británico Anthony Burgess (Encuentro de Valladolid), o del dramaturgo Tom Stoppard (en Sommerset House); o Miguel y William (película española de Inés París de 2008), jamás tuviera lugar. Pero comparten temas, por ejemplo la enigmática Historia de Cardenio, personaje que está en varios capítulos del Quijote y se considera un drama perdido de Shakespeare.

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