El teatro regresa al vertedero de Zaldibar

En febrero de 2020, cuando volvían de una función de 'Zaldi Urdina' en Basauri, las compañías Axut! y Artedrama se toparon con el caos generado por el derrumbe del vertedero de Zaldibar, que sepultó a dos trabajadores bajo miles de toneladas de residuos. «Había como un monte caído sobre la autopista y todo el mundo salía de los coches, parecía una película de ciencia ficción», describe el actor y director Ximun Fuchs. «Fue el primer fin del mundo antes de la covid», que paralizó nuestras vidas cinco semanas después.

Con 'Hondamendia', que este fin de semana llega a San Sebastián y en noviembre a Bilbao y a Santurtzi, se han adentrado en un terreno inestable: llevar al teatro hechos traumáticos que todavía duelen. A la mayor tragedia medioambiental de Euskadi le sucedió un virus que, de una manera u otra, nos ha alcanzado a todos. «Es como si la tierra nos hablara, como en las tragedias antiguas», dice Fuchs. «Los vertederos y las pandemias están ligados históricamente. Cuando había una epidemia de cólera o de tifus, los vertederos que estaban en los centros de las ciudades se alejaban. Nunca sabemos realmente lo que hay dentro».

Aquellos meses fueron «un periodo bastante oscuro. La palabra perdió su valor, nadie creía en los mensajes oficiales. 'En el vertedero no había amianto'. 'No hace falta usar mascarillas'». Las dos compañías decidieron llevarlo al teatro «porque es parte de nuestra función, contar cosas que hemos vivido para ver cómo salimos adelante. No se trata de hacer un panfleto, sino una reflexión sobre la basura real y en qué mundo queremos vivir». Encargaron el texto a Harkaitz Cano, que lo ha escrito en euskera y lo está traduciendo al castellano para incorporar sobretítulos más adelante (en noviembre todavía no estarán disponibles).

La obra es una trama de ficción «muy anclada en hechos que todos recordamos», explica el escritor. Los dos trabajadores muertos no se llaman Alberto ni Joaquín pero están muy presentes junto a familiares, políticos, sanitarios, periodistas y artistas. Ocho actores –Ander Lipus, Ane Sagues, Ruth Guimerá, Jon Ander Urresti, Maialen Belaustegi, Maite Larburu, Manex Fuchs y Eneko Gil– dan vida a veinte personajes «en un relato con muchas capas: la tragedia íntima, la política y empresarial y la historia de gente que está en casa y no sabe si quererse o matarse».

Empezaron por documentarse a fondo y en los ensayos los actores convivían e improvisaban a partir del guion inicial. «Ha sido un proceso de coescritura, un aprendizaje potente para mí», asegura Harkaitz Cano. El resultado es una obra «con algo de farsa, de crítica y de representación simbólica. Muy emocional pero con resquicios de luz e incluso de humor. El humor que me gusta a mí es el que parte de la desesperación». También lanza preguntas y reflexiones sobre «la responsabilidad que todos rehuimos» y sobre la basura. «La basura y el ruido es lo que hacen los demás, pero ¿de dónde viene todo este problema? Nos engañamos pensando que reciclamos y lo que hacemos es separar residuos y desentendernos».

La metáfora de la basura y el exceso es impactante. Los actores «casi están nadando» entre la ropa usada –todo un camión– que cubre el escenario. Se inspiran en las instalaciones de Boltanski sobre los desaparecidos y también utilizan coreografía y proyecciones de vídeo. Al estreno en Iparralde acudió la hija de Alberto Sololuze, que ha estado en contacto con ellos durante el proceso. «Al final le preguntamos ¿ha sido muy duro? Y dijo: sí, pero nunca será tan duro como la realidad. La verdad del teatro es la verdad de las preguntas, la verdad provisional. Una pequeña catarsis», concluye Cano.

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