Retazos de una vida
La disyuntiva anual del Nobel de Literatura entre un prestigioso autor vinculado al moderno canon occidental y otro más íntimo o secreto, apenas conocido en ... lo más desarrollado del hemisferio norte y pendiente de que se estimule el interés lector por su obra, se ha decantado por la primera opción. Pero, naturalmente, la elección de Annie Ernaux tiene también un manifiesto sentido de la oportunidad, de la adaptación a las preocupaciones universales de la contemporaneidad y de respeto a la calidad literaria. Piénsese que la escritora francesa y su prosa densa, sobria y precisa reflejan el itinerario real y vivido de una mujer, de una generación y de una evolución social desde los años 50, de sus pasiones, sus frustraciones y sus expectativas, algo que encaja con ese nuevo rumbo del Nobel y de la Academia, ambos empeñados en acallar las acusaciones de falta de diversidad o de escasa igualdad de género. Además, al retratar en su obra retazos de una vida, momentos de una realidad psíquica, interna y real sobre los que se crea un imaginario con personajes profundamente humanos, reconocibles y próximos, sus novelas adquieren un carácter universal en lo social y en lo personal, más en la memoria y en la verdad que en la ficción, logrando en todo caso vincular con sorprendente sencillez las mejores raíces literarias a una reformulación del feminismo existencialista. Seguramente, de no existir una larga lista de autores merecedores de un reconocimiento semejante -incluso de notables literatos desaparecidos en la espera- el Nobel de Annie Ernaux no generaría sorpresa o discusión. Pero, al ser la lista de marginados tan obvia y tan injusta, en cada edición del Nobel resulta imposible olvidarla.
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