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Los premiados y sus familiares disfrutaron en el interior de la 'Serpiente' de Serra. E. C.
Premios Fronteras del Conocimiento

Rápida conexión con «una ciudad llena de esperanza»

Los galardonados, la mayoría por primera vez en Bilbao, viven con emoción la «cálida» acogida y hasta se llevan banderolas de recuerdo

Martes, 18 de junio 2019, 23:01

Los premios Fronteras del Conocimiento han llegado a Bilbao para quedarse y eso se nota en la ciudad. Lo que más ha sorprendido a los ... galardonados, acostumbrados a recibir reconocimientos por su trabajo, ha sido «la calidez» de la acogida que se les ha brindado. Desde la «solemne» recepción en el Ayuntamiento con aurresku de honor -«¡Qué difícil es lo que hacen!»- hasta las banderolas que desde hace semanas engalanan las dos orillas de la ría. Eugene Mele, premiado junto a Charles L. Kane en Ciencias Básicas, se encontró a una mujer mirando fijamente su fotografía mientras paseaba con su esposa. Ella, rebosante de orgullo, no dudó en acercarse y decirle: «¡Es mi marido!».

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Lo comentaban ayer en el vestíbulo del Carlton antes de salir hacia el Euskalduna, sorprendidos por la expectación social y mediática, con siete entrevistas a la vez en distintas salas, que ha generado su visita. Han vivido días intensos en una ciudad lo bastante grande para ser 'Espacio de ciencia y cultura', como proclaman las banderolas que algunos se llevarán de recuerdo, y lo bastante pequeña para volcarse con este acontecimiento más allá de lo institucional. «Nos han recibido como una familia. Es un sitio mágico», enfatizó Jeffrey I. Gordon, galardonado en Biología y Medicina.

«Bilbao ha sabido transformar los sueños de la gente en edificios fantásticos»

Jeffrey I. Gordon

Su sonrisa evidenciaba que no lo decía por cumplir. El hombre que descubrió la importancia de la flora intestinal en nuestra salud -«mis microbios y yo estamos encantados de estar aquí», saludó en una entrevista- tiene una gran sensibilidad para captar atmósferas. Al pasear por Bilbao ha percibido «curiosidad» y «la capacidad de transformar los sueños de la gente en edificios fantásticos. Es una ciudad llena de esperanza, representa aquello por lo que debemos seguir luchando», concluyó con pasión de bilbaíno.

Las «pocas horas libres» que les deja su agenda han dado para mucho, y ayer la mayoría comieron de pintxos para saborear la tradición y ganar tiempo. Anny Cazenave, premio en Cambio Climático junto a John A. Church y Jonathan Gregory, vino en coche desde Toulouse, «lo que me permitió disfrutar del paisaje». Ha recorrido «el Casco Viejo, la catedral, el mercado y las pequeñas tiendas. También me han llamado la atención las calles amplias, edificios de viviendas muy interesantes...» y por supuesto el Guggenheim, que visitaron el domingo por la tarde.

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«He venido en coche desde Toulouse y he disfrutado del paisaje antes de recorrer el Casco Viejo»

Anny Cazenave

La emoción de John Adams

Estuvieron a punto de cruzarse con Woody Allen, que salió minutos antes de que ellos llegaran para dar un concierto en el Euskalduna. Para Mele era su segunda visita al museo, «porque me escapé de una reunión en San Sebastián para conocerlo». Ahora ha tenido tiempo de admirar «las exposiciones del Bellas Artes» y hasta «los fuegos artificiales de la Noche Blanca», y promete volver una tercera vez. En este viaje les han acompañado miembros del jurado como Eric Maskin, premio Nobel de Economía en 2007. Él vino a Bilbao «poco después de la apertura del Guggenheim» y destaca «cómo ha crecido la colección del museo y cómo ha cambiado la ciudad».

Ivan Sutherland, el ingeniero informático que abrió camino a nuestra relación intuitiva, a través de iconos, con los ordenadores, vive en Santa Mónica y conoce a Frank Gehry, «que diseñó la casa de un amigo nuestro». A sus 81 años, tiene algunos problemas de movilidad, pero quiso subir sin ayuda la escalinata del Ayuntamiento. Para conocer Bilbao optó por un paseo en coche y se fijó «en las plazas y las flores», pero sobre todo «en los autobuses. Me encanta el nombre de Bilbobus, una palabra que solo puede ser de aquí. Una bonita forma de poesía».

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John Adams llegó al hotel con ropa informal tras dar un paseo y en pocos minutos bajó impecablemente trajeado. «Es mi primera visita a Bilbao y quiero regresar», aseguró en castellano el compositor afincado en California. Incluso el clima le ha recordado «al de San Francisco». Vivió un momento especial en el concierto del lunes, cuando la OSE interpretó una de sus obras, 'Harmonielehre', junto a la Sinfonía número 1 de Mahler. «La orquesta fantástica, el director, que es de Texas, muy bueno», se congratuló. «Esta pieza la escribí en 1985 y es como si fuera obra de otra persona, de alguien joven. Hace cuatro o cinco años la escuché en Madrid, pero no me emocioné tanto como ahora».

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