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La jerezana Salomé Ramírez, la más vistosa de la función. Óscar Cubillo

La Sala BBK convertida en un tablao

La tercera función del 'XX Flamenco BBK Bilbao' cursó tradicional y creciente en un auditorio lleno por una mayoría femenina

Sábado, 31 de mayo 2025, 01:03

Llena la Sala BBK (sólo se quedaron sin vender algunas localidades esquinadas y la mayoría de la parroquia eran mujeres, lo que suele ser norma en los shows de baile) en la tercera de las cinco sesiones que componen el 'XX Flamenco BBK Bilbao', así llamado porque han pasado veinte años desde su primera edición, aunque en realidad es la 18ª edición. Este viernes se representaba la producción propia del Flamenco BBK llamada 'De tablao', que reunió a tres profesionales de la segunda línea: la jerezana Salomé Ramírez (gira con el guitarrista Yerai Cortés), el cordobés Ángel Reyes (va con la compañía de Manuel Liñán) y la sevillana Aitana Rousseau (acaba de dejar el Ballet Nacional de España).

Les acompañaron dos cantaores de atrás, Ismael de La Rosa, alias El Bola, y Juan de la María, más el quizá más lucido de toda la función, ora acompañando, ora en su pasaje solista instrumental a solas, el guitarrista El Peli (José Manuel Martínez, Alicante, 1998; escribiendo estas líneas oímos de fondo su álbum de debut, 'Me lo sopla el viento', mano a mano con Al-Blanco y editado el pasado noviembre). La cita de la Sala BBK, que buscaba reproducir el ambiente de un tablado como los que frecuentan estos profesionales, desde el alicantino mudado a Madrid hasta los tres dantzaris, duró 61 minutos para cinco viñetas, las dos primeras correctas, o sea bien, y las tres últimas muy buenas, oigan.

'De tablao' comenzó de modo grupal, con las poses consecutivas de cada uno de los bailaores sobre un fondo de fandangos, y luego de lunares Aitana Rousseau Cañadas, almeriense o sevillana según las fuentes, de padre parisino y madre española, bailó un tanto fría, con chispazos en algunos remates, y jugando a la improvisación modernista en su segunda mitad, por bulerías.

Aitana Rousseau, Ángel Reyes y Salomé Ramírez en los saludos finales. Óscar Cubillo

La cosa cambió cuando apareció derramando flamenquería Ángel Reyes Campos (Córdoba, 1993), elegantísimo con chaleco y americana y pañuelo (los dejó ver en el movimiento final, muy de estriptís recatado), tan sobrio que parecía pasear a cámara lenta mientras le cantaban una soleá, y se aceleraba rompiendo eléctrico y daba taconazos dominador de la situación, hasta picar en lo chistoso en su segunda parte por bulerías con movimientos a lo Rafael Amargo cuando era bueno. Se quedó a solas el tocaor alicantino El Peli, y se salió de la tabla con una malagueña libre e igualmente creciente hasta lo pasional que levantó bravos merecidos.

Y cerró el tenderete, con mantón y bata de cola, la salerosa Salomé Ramírez (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1990), quien por alegrías (por fin El Bola calentó la garganta y dio todo lo que esperábamos de él) comenzó con la pose de Adriana Bilbao y se dejó llevar con un cromatismo y un dinamismo que se quedaron en el ojo y en la memoria del respetable de la Sala BBK, de mayoría femenina, ya se ha dicho. «Sublime», manifestó una dama al acabar, quizá aún fascinada por la jerezana del mantón.

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