La primera 'traición' del judas Dylan
La conversión del cantautor de folk al rock and roll que narra 'A complete unknown' supuso en 1965 un cisma cultural y social en los Estados Unidos
Bob Dylan es un trovador que ha construido su carrera de casi 65 años sin mirar atrás, siempre con la vista en el presente y ... sin detenerse demasiado en lamentos o nostalgias de un tiempo anterior. 'Don't look back' (No mires atrás) se titulaba precisamente el documental de 1966 que lo retrataba en la carretera, en la misma época que recrea la película que llega este viernes a los cines, 'A complete unknown', con Timothée Chalamet en la piel de Dylan y que aspira a casi todo en los Oscar del domingo.
Esta continua evolución del cantautor de Minnesota le ha llevado a ser acusado de unas cuantas 'traiciones' a lo largo de su carrera, que seguramente poco le importarán a sus 83 años a un genio que ha demostrado tener más vidas que un gato y que sigue subiéndose a un escenario todos los días del año en esa gira infinita en la que lleva 35 años embarcado. Pero es un hecho que la primera y más conocida de dichas 'traiciones', el eje de este largometraje de James Mangold, fue un trauma generacional y cultural en los Estados Unidos de mediados de los 60.
Rebobinemos un poco. Tras renunciar a una vida anodina en una ciudad perdida de Minnesota y a un apellido judío ucraniano difícil de recordar (Zimmermann) para inventarse una nueva vida en Nueva York –quizás esta fue la 'traición' original–, tomó prestado el nombre del poeta Dylan Thomas y pronto se hizo un nombre a principios de los 60 en el ambiente 'beatnik' del Greenwich Village, por cuyos clubs se prodigó con su guitarra y su peculiar voz.
Eran los primeros años de Vietnam, la época del folk y la canción protesta, escena de la que Dylan se convirtió en estandarte junto a otros artistas como Joan Baez (protagonizaron un romance breve y agitado). Todo ello en un clima hippie –de porros y amor libre– que atestiguan las míticas portadas de los primeros discos de un artista al que se tenía por un icono del movimiento contracultural y pacifista.
Pero el joven Dylan pronto se dio cuenta de que todo aquello le importaba un bledo y de que quería ir más allá en la música y en sus textos. Con buen ojo para leer e interpretar el momento, veía que los derroteros tanto sociales como musicales iban por otro lado –él mismo lo vaticinaba en 'The Times They Are a-Changin', cuando todavía le daba al folk pero ya se le notaba cansado–.
En su cabeza, el futuro pasaba por la 'electrificación', es decir, por montar una buena banda de rock and roll y explorar nuevos caminos. Y es exactamente lo que hizo, cambiando también su estilo vocal y comenzando a recitar como un trovador moderno. Basta escuchar el chispeante 'Subterranean homesick blues' y compararlo con el folk melódico cantado que había hecho hasta entonces.
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La Traición (en mayúsculas) se consumó en el Festival Folk de Newport el 20 de julio de 1965, su primera actuación con banda en eléctrico y en la que buena parte del público presente lo abucheó. Dylan no recibió el respaldo de ninguna de las vacas sagradas del movimiento folk, que mostró con este gesto su irremediable declive.
El incidente de Manchester
Y es que el discurso de paz y amor no pintaba ya demasiado en un momento en el que, asesinado Kennedy y bajo la presidencia de Lyndon B. Johnson, Vietnam se había convertido en una gran carnicería y el movimiento por los derechos civiles transitaba de Martin Luther King a las Panteras Negras. A este respecto, una portada de 'Esquire' de septiembre del 65 mostraba un 'collage rebelde' que combinaba los rostros de Malcolm X, Kennedy, Fidel Castro y... Dylan.
Pese a ser visto ya como un paria por los puristas del folk, el bardo de Minnesota siguió adelante sin inmutarse, con sus giras incluyendo cada vez más pasajes con banda eléctrica y reduciendo el repertorio acústico. «¡Judas!», le gritaron desde el público en un concierto en Manchester de su gira británica de 1966. «Eres un mentiroso», le replicó Dylan, antes de exigirle a su banda más volumen: «Play it fuckin' loud» (tocadla a todo trapo). Y sonó a continuación un estremecedor 'Like a rolling stone', capaz de zanjar cualquier discusión al respecto.
Dejando a un lado toda la controversia, en lo musical la segunda mitad de los 60 fueron los años dorados de su discografía, con tres títulos que conforman la Santísima Trinidad para la parroquia dylaniana: 'Bringing it all back home' (1965), 'Highway 61 revisited' (1965) y 'Blonde on blonde' (1966).
Un accidente de moto frenó en seco esta prolífica etapa y lo mantuvo alejado de las giras por siete años, tiempo que aprovechó para volver a reinventarse tirando por otros derroteros y encadenando a partir de los 70 sucesivas 'traiciones' (como su conversión al cristianismo), pero ninguna tan controvertida como la que narra el filme que aspira al Oscar.
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