Hackout! abriendo el 35º curso del Bilbaína Jazz Club
El trío italiano de sonido contemporáneo presentó su tercer disco, 'Cortado', en el primer jueves de una programación 2025-2026 que se antoja entre interesante y excitante
Este jueves ha comenzado el 35º curso o temporada del Bilbaína Jazz Club, ciclo que ha animado las semanas de la capital vizcaína de manera ... ininterrumpida, incluso durante la pandemia, cuando sus conciertos eran casi los únicos que se programaban en la provincia. Abrieron el cartel, llamado Auditorio para distinguirlo de otros ciclos albergados en el JazzOn Aretoa, la sede actual del club, los italianos Hackout!, y en próximas semanas les seguirán entre otros el saxofonista Jesse Davis (16 octubre), la pianista Julia Perminova (23 octubre), un tributo a Bill Evans capitaneado por el pianista José Alberto Medina (6 de noviembre), el repertorio denominado 'Speaking Tango' a cargo del baterista Minino Garay (13 de noviembre), el trompetista Chipi Chacón (4 de diciembre), o el baterista Dani Domínguez con su proyecto 'Periférico' (11 de diciembre).
Y lo dicho, que este jueves inauguraron el 35º Bilbaína Jazz Club los italianos HackOut!, formados en 2019 en el Conservatorio Francesco Venezze de Rovigo, ciudad entre Venecia y Bolonia. Vinieron presentando su tercer disco, 'Cortado' (24), que según informó en su introducción Gorka Reino, el portavoz del club, «es de jazz contemporáneo, con equilibrio y espacio, combinando estructuras armónicas con improvisación radical, y fusionando timbres acústicos y eléctricos».
Su primer pase fue largo, de 71 minutos para unas cuatro o seis suites. El concierto, sin dejar de ser bastante intelectual, creció en intensidad aunque siempre mantuvo la estructura de montaña rusa, bajando a los marasmos más serenos y estallando en digresiones más progresivas (de rock) que free (jazz). Serenos y evidentemente contemporáneos, el saxofonista alto Manuel Caliumi, el guitarrista Luca Zennaro y el baterista Riccardo Cocetti, sin usar partituras y con la música original metida en sus cabezas, entraron en la pista de despegue manejando progresividad sideral, ecos de los tañidos de Kurt Rosenwinkel, post rock por los tambores batientes y pellizcos gracias a pasajes zappateros (por Frank Zappa).
Jugaban hasta con la clásica y en la segunda parte de ese primer set medraron la intensidad, la electricidad, e incluso el virtuosismo mediante centrifugados propios de los dibujos animados, un flash puro Deep Purple (¿no fueron 25 décimas del 'Lazy'?), sinergias de batería y saxo puramente surrealistas o dadaístas, más progresividad astral, lapsos King Crimson, otro tramo muy after punk o post funk (con saxo no wave y guitarra siniestramente ochentera), el saxo barritando en una coda que sí fue free jazz y no solo música contemporánea, y la satisfacción de los músicos por actuar en un lugar tan 'hermoso', como dijeron al principio de ese primer pase, e 'increíble', como calificaron al acabar el primer pase, inusualmente largo, de 71 minutos, cuando cada pase suele duran 45-50 minutos.
No nos quedamos al segundo set porque corrimos al Kafe Antzokia. Llegamos tarde, pero atestiguamos que 300 jóvenes, de mayoría masculina e inmigrante, no pocos con las caras tatuadas, se implicaron en el bolo del argentino Dillom, de 24 años, que en cuarteto muy roquista (pena que apenas se oyera la guitarra del metalero vikingo con camiseta de Amon Amarth), con sonido de bajo y batería muy altos en la mezcla, rapeó sobre bases de rock noventero y hasta de puro metal, azuzando a la concurrencia en títulos como 'Mick Jagger' o 'Pelotuda'.
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