Los técnicos de sonido Diego Castro y Marc Álvarez Ignacio Pérez

Lo que ocurre en las dos casetas frente al escenario

El Bilbao BBK Live elimina de sus dos escenarios principales la tradicional torre de control de luz y sonido para ganar en amplitud espacial y visual. Comprobamos con el grupo Melenas cómo se sonoriza e ilumina ahora un concierto

Viernes, 12 de julio 2024

Los asistentes al Bilbao BBK Live se han visto sorprendidos este año por el nuevo modelo de control de la luz y el sonido de los conciertos ya ensayado el año pasado por Last Tour en su escenario grande, el Nagusia. La habitual torre de dos pisos ha desaparecido ahora también del segundo, el 'San Miguel', según la organización siguiendo el modelo americano, que apuesta por dividir las tareas habituales de la torre en dos casetas grises. El objetivo es ampliar la visión de los conciertos al público, al ser mucho más bajas, de unos cuatro metros. La novedad, como siempre, trae opiniones para todos los gustos, los que celebran que ahora hay mucha más amplitud para ver los conciertos y los que se quejan de que si antes había una zona que quedaba ciega desde la media distancia, ahora son dos.

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Al margen de esto, el concierto de las navarras Melenas a las 18.30 del viernes en el escenario grande sirve para ir a comprobar qué ocurre ahora dentro de esos dos espacios, cómo se sonorizan e iluminan los conciertos y si ha cambiado algo para los técnicos encargados de estos dos asuntos. Mirando al escenario, la caseta de la derecha es la del sonido.

Allí estaban ayer el gallego Diego Castro, que acompaña a Melenas en su gira, y Marc Álvarez, que trabaja aquí durante todo el festival. ¿Es mejor trabajar aquí que en la habitual torre? Castro lo tiene claro: «A mí no me gusta, prefiero estar en el centro como antes, porque así tengo que salir y estar paseándome para ver cómo suena en el medio. Aquí no tengo la sensación de estéreo». Y es un hecho que dejó varias veces de su puesto para ver cómo se oía fuera. Añade Álvarez: «Estar a un lado es peor para nosotros, pero el público se va a beneficiar porque va a ver más y mejor. Nosotros aquí escuchamos como si tuvieras el auricular derecho bien puesto y el otro a 20 centímetros de la oreja. Tenemos que esmerarnos más, pero tampoco pasa nada».

Evidentemente, no se hace todo de oído; aclara Álvarez que colocan micrófonos de dirección y que la tecnología les ayuda a ver, usando las ondas sinusoidales, si el sonido está optimizado «para que el público tenga una respuesta homogénea».

A los mandos de la mesa Yamaha del festival –hay otras protegidas con toldos que pertenecen a grupos que llevan sus propios equipos–, maneja Castro los interruptores como un pianista el teclado, mientras Melenas evoluciona en el escenario: «Al ir a escuchar fuera he tenido que venir a corregir los bajos de un 'loop' que llevan pregrabado y que se oía demasiado desde el medio». Álvarez: «Esta es mucha responsabilidad, tienes aquí a 30.000 personas que si no se escucha bien se te echan encima».

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A los mandos de las luces

En la otra caseta, el técnico Carlos Cirre se ocupa de iluminar el escenario. Aún es bien de día. El Nagusia es un escenario muy grande y alto que sin los focos queda como una «caja negra». «¿Ves? Si los apago lo notas mucho. La torre de antes era más cómoda para nosotros, pero esto está bien para el público. A mí en realidad no me complica mucho la vida», admite. Una luz ilumina a las navarras de frente, para que se les vean bien las caras. Y desde arriba focos blancos y azules dan sensación de calidez a la actuación. «Hemos hecho un diseño de luces base para los grupos que no traen sus propias propuestas. Los cabezas de cartel giran con sus propios técnicos. Pero aquí tenemos ya preparado un 'set' y voy haciendo pequeños cambios sobre la marcha. No me sé las canciones pero llevo 20 años en esto y sé seguir el ritmo con las luces».

De regreso a la caseta de sonido, las cosas marchan sin problema para Castro: «Llevo varios años con Melenas, las conozco, sé lo que quieren y ellas también lo tienen muy claro», explica. Hay decenas de botones, y todos parecen iguales, aunque cada uno lleva una pequeña leyenda. En uno pone el nombre de Oihana, es el que más mueve de arriba abajo, el control de la voz de la cantante. Terminado el show, aplausos. Todo ha ido bien. Después del estrés, Castro abandona la caseta y marcha a disfrutar de lo que queda del festival.

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