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El clima en el Teatro Arriaga estaba ayer más caldeado de lo habitual. Hasta el martes pendió de un hilo la presencia de la BOS, ... porque los músicos habían convocado una huelga que se desactivó ese mismo día, y la concentración de los músicos detrás de una pancarta, apenas 30 minutos antes de la función, no ayudaba a serenar los ánimos. Eso sí, al apagarse las luces en la sala, se impuso el profesionalismo. Todo el mundo arrimó el hombro para ofrecer la zarzuela 'Mari-Eli' de Guridi en todo su esplendor y la hija del compositor alavés, Julia, se emocionó hasta las lágrimas. No podía faltar al reestreno de esta obra sumamente desconocida de su padre, con la esperanza de que se le hiciera justicia.
Intérpretes. Andrea Jiménez, Botond Ódor, Gexan Etxabe, Fernando Latorre, Lara Sagastizabal, Iñaki Maruri, Christopher Robertson, Julen García.... Más la Sociedad Coral.
Orquesta. Sinfónica de Bilbao, con el maestro Jon Malaxetxebarria al frente.
Dirección escénica y diseño de escenografía. Calixto Bieito.
Producción. Teatro Arriaga, con la colaboración de BBK.
Medios había para conseguirlo: el director de orquesta Jon Malaxetxebarria se puso al frente de 10 solistas, más de 50 miembros de la Sociedad Coral y 44 músicos de la BOS. Con esos mimbres se montó un espectáculo moderno, con dirección de escena de Calixto Bieto, al compás de zortzikos, habaneras, ochotes, claqué, romanzas, una saeta... Nada más empezar, los actores Mitxel Santamarina e Iñaki Maruri, engalanados y travestidos muy convincentemente, asumieron la función de dar un toque popular y añejo a la trama en el papel de 'señoras metomentodo'. Todas sus intervenciones son de nuevo cuño, no hay ninguna que responda al libreto. Queda la duda de si responden a la comicidad de la versión original, porque es sabido que 'Mari-Eli' se estrenó poco antes del estallido de la Guerra Civil y, aunque no destilaba el humor ácido de otras zarzuelas de la época, sí que contenía una dosis muy oportuna de sátira social.
Calixto Bieto, más comedido
El director de escena mirandés actualiza la temática costumbrista y marina del argumento sin recurrir a escenas escatológicas o de violencia sexual. Más comedido de lo habitual, se centra en el triángulo amoroso y las circunstancias adversas que sufren los amantes. El dinamismo y los juegos de poder son la tónica dominante, con una Mari-Eli muy desenvuelta (la soprano Andrea Jiménez), en chupa de cuero o más ligera de ropa si es necesario, y un galán que responde al nombre de José-Mary (el tenor Botond Ódor) y no termina de arrebatar porque el personaje no da mucho de sí. Juega en contra del cantante húngaro, que muestra una musicalidad exquisita y una dicción en castellano perfecta, el lirismo descafeinado de su rol y una indumentaria anodina que pide a gritos un toque de personalidad. El barítono Gexan Etxabe, con camiseta a rayas y vaqueros rotos, encarna al tercero en discordia, llamado Telesforo, con la contundencia y sensualidad necesarias para agitar el panorama. Pero la sangre no llega al río.
No hay tremendismo en 'Mari-Eli', sino melodismo de altos vuelos y emociones sencillas, que en el montaje de Bieito cobran un simbolismo abierto que eleva la esencia femenina hasta la estratosfera. En la procesión marítima del primer acto, la soprano Lara Sagastizabal aparece como la Virgen María para luego marcarse un aurresku y un número de claqué. También se sienta para tocar el armonio y... más cosas. Todo un fenómeno. Esta producción del Arriaga, que dura 90 minutos, mantiene el interés hasta el final. Se representa en castellano y con subtítulos en español, inglés y euskera para seguir la acción al detalle.
La recuperación de esta zarzuela, impulsada por la Sociedad Coral, es una grata sorpresa que permite admirar a un Guridi en plena madurez y sin complejos. Recurre a giros folclóricos y domina armonías posrománticas en un pastiche que llega a tener empaque operístico. El espectáculo tiene una coreografía muy fluida, en sintonía con los 'aires de mar' de la partitura pero sin caer en el realismo costumbrista. Sueño y delirio se suceden. La iluminación de Michael Bauer y los visuales digitales de Sergio Verde invitan a fantasear y la racionalidad se pierde por el camino.
En ese mundo tan brumoso y lleno de presagios, los efectivos de la Coral asumen el rol de narrador y glosan las escenas, además de reivindicar la singularidad del pueblo costero. Lo mismo cantan desde lo alto de paraíso que en los palcos, con faldas azules y pantalones mahón. Visto lo visto, la resurrección de 'Mari-Eli' no solo ha sorprendido sino que ha triunfado. Hoy se ofrece la segunda y última función.
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