Borrar
Juan Marsé, fotografiado en su cuarto de trabajo, en su casa de Barcelona. José Luis Nocito

Últimas noticias de Juan Marsé, el escritor indomable

El escritor catalán, uno de los grandes de la literatura española, murió ayer a los 87 años, a causa de una insuficiencia renal

Domingo, 19 de julio 2020

Comenta

Juan Marsé (Barcelona, 1933) tuvo tres sueños antes de los trece años: quería ser pianista y dar conciertos por todo el mundo; o actor y participar en esas películas que le entusiasmaban; o escritor, para contar historias como Hemingway, que comienza 'Las nieves del Kilimanjaro' con la poderosa imagen del esqueleto helado de un leopardo. La primera de esas fantasías se frustró pronto: solo recibió unas pocas lecciones porque en su familia no había dinero para más. La segunda la plasmó en algunos grupos de teatro aficionado, donde participó en papeles no muy relevantes hasta que lo dejó convencido de que nunca llegaría a una superproducción para la gran pantalla. En la tercera alcanzó el Olimpo: se convirtió en uno de los grandes escritores españoles, un narrador de enorme fuerza, dueño de una voz muy personal. Una voz que se ha callado para siempre. Marsé, el padre de ese impagable personaje llamado Manolo el Pijoaparte, murió en la noche del sábado al domingo en un hospital de Barcelona, a consecuencia de una insuficiencia renal.

La mayor parte de la obra de Marsé gira en torno a un barrio de Barcelona, el Guinardó; una época, la interminable postguerra; y unos personajes, los perdedores de la Guerra Civil, muchas veces niños que no son del todo conscientes de su situación y se sienten felices bañándose en verano en las albercas, jugando en la calle con pelotas hechas de trapos y alimentando sus sueños en las sesiones dobles de los cines de barrio.

Sus mejores libros

  • 'Ultimas tardes con Teresa', 'Si te dicen que caí', 'Rabos de lagartija'

  • Otros 'Un día volveré', 'El amante bilingüe', ''El embrujo de Shanghai', 'Caligrafía de los sueños'. En septiembre aparecerá 'Viaje al sur', un texto de 1962 inédito hasta ahora.

Así fue la infancia del propio Marsé, que tiene no poco de dickensiana porque su madre murió en el parto y su padre, un taxista llamado Juan Faneca -con ese mismo nombre fue inscrita la criatura en el Registro Civil-, lo dio muy pronto en adopción. Él no supo la verdad de su origen hasta que tuvo diez años. A un padre biológico ausente, porque solo volvió a verlo dos veces más, su sumó otro adoptivo que pasaba períodos en la cárcel «por rojo y separatista». Una circunstancia crucial para que a los trece años tuviera que dejar los estudios y ponerse a trabajar.

El niño que jugaba en la calle se convirtió así en aprendiz de joyero y el sueño de convertirse en escritor comenzó a cobrar cuerpo antes de los veinte años. En 1960, por consejo de Jaime Gil de Biedma, se trasladó a París, donde trabajó de ayudante en los Laboratorios Pasteur, fue traductor y profesor de conversación y, de la mano de Jorge Semprún, se afilió al PCE.

Muchas de sus novelas están ambientadas en un barrio de la Barcelona de postguerra

Ejes de su obra

Cuando ganó el Cervantes hubo unanimidad en la reacción: se saldaba una larga deuda

Prestigio

No duró en el partido porque «se hablaba mucho y se hacía poco». Y porque su feroz independencia casaba mal con la disciplina de una organización así. Ya había publicado dos novelas ('Encerrados con un solo juguete' y 'Esta cara de la Luna', de la que siempre ha renegado) cuando se presentó al premio Biblioteca Breve y lo ganó. Corría el año 1965 y la publicación de 'Últimas tardes con Teresa', la historia de la joven burguesa que se enamora de un ratero a quien cree un líder obrero, Manolo el Pijoaparte, fue un aldabonazo en las Letras españolas.

Realismo y estilo

A partir de ese libro, Marsé fue construyendo una literatura realista, que parte de su propia memoria para definir un universo muy personal. Lo es por su temática y por el estilo, basado en un lenguaje rico y cuajado de imágenes, que corregía hasta la extenuación. El autor de 'Si te dicen que caí', que cuando comenzó a escribir se compró una gramática para no cometer faltas de ortografía, es así uno de los más influyentes de las últimas décadas por ese manejo de las palabras que es un trabajo de orfebrería.

Marsé forma parte de una generación irrepetible de la literatura catalana y española: la de Jaime Gil de Biedma, Juan García Hortelano, los hermanos Goytisolo, Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Rosa Regàs, Ana María Matute y Eduardo Mendoza. Muchos de ellos, junto a algunos cineastas, cantantes, modelos y futbolistas, eran la 'gauche divine' que durante diez años marcó el rumbo de la modernidad. Él asistía a las reuniones y fiestas, aunque, lo dijo él mismo, «para hacer bulto». Era el único que procedía de una familia de clase obrera y nunca se sintió del todo identificado con el grupo.

A lo largo de su carrera, Marsé ha ganado numerosos premios, como el Nacional de Narrativa, dos veces el de la Crítica, el Juan Rulfo y finalmente el Cervantes, tras haber llegado a la última votación en varias ocasiones. Poco aficionado a salir en televisión y no muy pródigo en la concesión de entrevistas, sus opiniones nunca se plegaron a criterios de conveniencia.

Mostró su rebeldía de manera simbólica, como cuando fue a recoger un premio de manos de Tarradellas en un acto solemne y se presentó en mangas de camisa, o cuando abandonó el jurado del premio Planeta dando un portazo. Arremetió contra la gestión cultural en España y Cataluña de los gobiernos del PP y CiU; se declaraba «anticlerical militante» y se quejaba de tener que mantener con su dinero a los obispos, a los que tachaba de «pandilla de sinvergüenzas»; y no ocultaba su antinacionalismo, el español y el catalán. «En boca de los políticos, las patrias no son otra cosa que carroña sentimental», decía. Tres personajes menores de su último libro, 'Esa puta tan distinguida', se llaman «Rufián y Tardá, afamada pareja de payasos volatineros y saltimbanquis» y «Pilar Rajola, contorsionista verbal y cómica radiofónica».

Desaparece así un escritor tan respetado que, cuando ganó el Cervantes, todo el mundo coincidió en que se saldaba una vieja deuda. Con su rostro surcado de profundas arrugas, un corazón remendado con cuatro baipases y una voz grave trabajada con miles de cigarrillos, su presencia era tan poderosa que imponía. Luego comenzaba a hablar en su cuarto de trabajo, rodeado de pilas de libros, algunos juguetes y las fotos de actrices como Rita Hayworth y Greta Garbo, y la imaginación volaba hasta la infancia. El niño que entraba en las casas de los vecinos para escuchar historias y que ha ajustado las cuentas pendientes en sus libros ya no está. Hace unos años, cuando el Papa anunció que el infierno no existe, Marsé se preguntaba a dónde iría él entonces al morir. Y con su irrenunciable sentido del humor, se contestaba: «Habrá que ir al cielo, con todos los gilipollas».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Últimas noticias de Juan Marsé, el escritor indomable

Últimas noticias de Juan Marsé, el escritor indomable