Memoria sentimental en blanco y negro de una generación de vascos

Es inevitable optar por un calificativo obvio y manido a la hora de valorar de inmediato 'Los puentes de Moscú' (Astiberri): una obra necesaria. Desde el propio título, 'Zubigileak' en euskera, aquellos que construyen puentes, define su sentido de conciliación y entendimiento. En invierno de 2016 se juntaron en Irún dos personalidades aparentemente contrarias, Fermin Muguruza, músico y activista incansable, miembro de Kortatu y Negu Gorriak, y Eduardo Madina, entonces político socialista, superviviente de un atentado de ETA en 2002.

Mientras compartían conversación, el dibujante asturiano Alfonso Zapico tomaba apuntes con el objetivo de publicar la entrevista en la revista de tendencias 'Jot Down'. Fue el germen de una novela gráfica que acaba de ver la luz hace apenas unas semanas y que ya va por su segunda edición. No es para menos, dado su notable interés. Zapico ejerce de reportero gráfico, retratando el diálogo entre dos individuos con más puntos en común de lo que parece. Comparten memoria sentimental, como varias generaciones de jóvenes vascos.

Zapico emplea el blanco y negro, el dibujo de trazo suelto, pura expresividad, aprovechando los bocetos iniciales de los que parte el cómic, elaborados con la libertad del momento durante la entrevista en Irún. Se salta con acierto algunas reglas básicas del medio, como los cuadros de las viñetas, empecinado en ofrecer un relato fluido en el cual ejerce como personaje e hilo conductor, como testigo y narrador de las vivencias de Muguruza y Medina, cuyas vidas se cruzan sin que lo sepan en el espacio-tiempo.

La música goza de especial presencia. Edu era seguidor de Kortatu, Fermin era su ídolo. Les unen muchas cosas, incluyendo la alegría del fin de la violencia. 'Los puentes de Moscú' apuesta por la comprensión, el perdón y la lucha contra la sinrazón.