Marcelino Bilbao, desde el infierno de Mauthausen
El historiador Etxahun Galparsoro recupera en un libro el testimonio de los republicanos deportados a través de la vida de su tío abuelo
alberto moyano
Miércoles, 15 de enero 2020
Entre su nacimiento en 1920 y su fallecimiento en 2014, Marcelino Bilbao recorrió todos los círculos del infierno del siglo XX vasco: la Guerra Civil ... española, en la que combatió en las filas de la CNT, la derrota y el exilio en Francia, la II Guerra Mundial, su deportación a los campos de Mauthausen y Ebensee, en Austria, y, tras la liberación, el olvido histórico e institucional. Su sobrino nieto el historiador Etxahun Galparsoro (Donostia, 1980) grabó los recuerdos de Marcelino, recuperó su manuscrito de superviviente e invirtió quince años de procelosa investigación en los archivos vascos y franceses. Con todos estos materiales ha confeccionado un trabajo que bajo el título de 'Bilbao en Mauthausen' (Ed. Crítica) se publica este jueves, convertido ya en un texto fundamental y fundacional que inaugura la hasta ahora inexistente bibliografía testimonial sobre los deportados vascos en los campos de concentración del nacionalsocialismo. «No hay casi nada:algún artículo, un par de documentales... Los deportados vascos han quedado fuera de la memoria colectiva de Euskadi», denuncia. «Aquí el olvido ha sido absoluto, especialmente sangrante»
Un vacío historiográfico que, en su opinión, se extiende al ámbito institucional. Entre las razones de Etxahun Galparsoro enumera figuran el hecho de que «muchos supervivientes rehicieron sus vidas en Francia y sus descendientes han ido perdiendo el contacto con el País Vasco. Por otra parte, se ha creído que para investigar a este tema había que ir a Alemania y es difícil que alguien se anime a hacerlo. Y,en menor medida, porque hemos estado a los nuestro: con el franquismo no se podía hablar de estos temas y posteriormente, la situación política».
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'Bilbao en Mauthausen' nace del contacto familiar de Etxahun con Marcelino. «He escuchado sus historias desde que tengo uso de razón. Con catorce años empecé a hacerlo más en serio y con dieciocho empecé a grabarle con mucho pudor». Como historiador, Galparsoro es consciente de que los testimonios de las víctimas requieren, por un lado, «tomarlo todo con pinzas. Tienes que cotejar si es cierto lo que se cuenta y ser honesto. A veces describen cosas que no fueron así porque es evidente que la memoria falla con el paso del tiempo». También debe discernir aquello que en el imaginario popular aparece indistinguible.
«Solemos mezclar los campos de concentración nazis con el exterminio y las cámaras de gas, pero éstas no se inventaron hasta 1942 y están más relacionados con los judíos. El de los republicanos españoles es un proceso diferente, que arranca en 1940 y en el que se busca la muerte mediante el agotamiento en la cantera de Mauthausen, un trabajo improductivo destinado a eliminar a la gente a base de duro trabajo a la intemperie, enfermedad y hambre. Un proceso de depauperación en el que, en el plazo de cuatro o seis meses, la persona pasa de estar normal a morir de agotamiento».
Tras la guerra, Marcelino se instala en Francia y contrae matrimonio, lo que le aparta del destino que aguarda a otros en su misma situación. «Es uno de los grandes temas olvidados de la deportación y, sin embargo, supuso la prolongación del programa de exterminio nazi –afirma Galparsoro–. Marcelino repetía que lo trágico de aquellos años fue constatar cómo sus compañeros iban falleciendo a un ritmo alarmante por enfermedades prematuras y también por llevar una vida desordenada, desastrosa y entregada al desenfreno».
A partir de 1962, regresó a Mauthausen periódicamente y lo hacía «con ganas porque en casa estaba todo el rato dándole vueltas en su mente a lo mismo. Necesitaba reencontrarse con sus amigos como si fuera una terapia colectiva. Su vida fue su familia y Mauthausen. Era como si nunca hubiera salido del campo». En cuanto a Etxahun, también viajó al campo de concentración. Fue en 2015 y lo hizo acompañado de su madre. «Fue como un funeral». Lamenta que estos lugares de la memoria se hayan convertido para muchos visitantes en simples escenarios de sus selfis.
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