«Yo no volvería a la infancia ni loco»
Refleja en su nueva novela «a toda una generación de mujeres que no fueron lo que quisieron y que durmieron con un extraño toda la vida»
De la «ilusión» al «dolor» -el provocado por «las bromas, la homofobia, el vulgar chascarrillo y el desprecio, brutal hasta el paroxismo»- en unos días. ... Dos referencias, de extremo a extremo. Es lo que en su libro 'Adiós, pequeño' (Planeta, Premio Lara de Novela 2022) Máximo Huerta le dedica a aquella semana de 2018 en la que fue ministro de Cultura. Horas antes de celebrarse la entrevista, se hizo público el fallecimiento de José Guirao, que asumió el cargo en el ministerio tras la dimisión de Huerta.
- ¿Qué recuerda de él?
- Todo mi respeto a la familia de Guirao y pena ante la muerte de una persona tan joven; sólo tenía 63 años. Y mi respeto a una persona que ha dedicado toda su vida a la cultura. Amante de las vanguardias, siempre ha estado vinculado a la cultura. La amaba, la disfrutó y la compartió.
- Volviendo a su novela, cuenta la historia de tantas mujeres como su madre. ¿Ha sido difícil?
- No, hay libros que están dentro ya. Tienes la mitad del trabajo hecho, no tienes que buscar historias fuera. Me he dejado invadir por la novela.
- Lo digo por lo de reconstruir recuerdos tras muchos años intentando olvidar.
- Sí, porque no recordar, el olvido, también cuenta como felicidad, no pensar también cuenta como felicidad. Mantener el silencio y el secreto donde están es lo sano. Ha mantenido a muchas familias en pie, a salvo. Y a muchos países también.
- ¿Como su madre?
- Es especialista en romper fotos, en no recordar y negarse a revisitar el pasado porque siempre ha pensado más en el futuro, en el futuro que nunca tuvo, como muchas mujeres. Yo he escarbado en lo que somos y de dónde venimos; eso sí, sin rencor, sin venganza, como mero observador. Y aun así hoy hace daño.
- La primera frase ya es durita: «Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido».
- Es muy verdadera. Muchas mujeres dejaron de ser mujeres cuando fueron madres. Perdieron su identidad cuando se casaron. Esta novela va de esos personajes no de España vaciada, sino de España invisible. Y de hacer a esas mujeres visibles, a esas que pasaban a ser madres y ya no tenían ni nombres, ni sueños, y eran, en muchos casos, una casa llena de frustraciones.
«Muchas mujeres dejaron de ser mujeres cuando fueron madres»
- Hay muchas frases más así sobre la infelicidad, el miedo.
- Refleja a toda una generación de mujeres que no fueron lo que quisieron y que durmieron con un extraño toda la vida. En esta historia la protagonista es Clara, mi madre, una de las que tuvieron que frenar... Y descubres que hubo una vida feliz antes de ti y una vida complicada, dura, ingrata después de ti. O contigo. Y llena de miedo. Y fue una franja de mujeres inmeeeensa.
- ¿Y de hijos?
- Que muchos no han sido conscientes de lo que pasaba en casa gracias a que ellas fueron tan generosas que lo taparon todo con silencio.
- ¿Usted sí era consciente de esa tristeza?
- Yo no volvería a la infancia ni loco. Es de un naif mitificarla, y de una cursilada edulcorarla... Hay infancias duras. Las hay y las hubo. No idealizo. Para una generación fue dura. De padres ausentes y familias rígidas, de momentitos escasos de felicidad y de estar mejor a veces en el colegio que en casa. Es fácil idealizarla porque recurres al tópico. De eso están la literatura y las canciones llenas.
- Empezó a escribir esta historia al volver a la casa de la infancia.
- Volví treinta años después al mismo pueblo, a la misma casa, e intenté tirarla abajo para eliminar recuerdos. Eso es imposible. Los recuerdos son fantasmas que se quedan pegados a nuestra vida. Y empiezo a escribir como antibiótico contra la muerte que parece que va taconeando ya por casa. Mi manera de intentar pararla, algo inexorable, es escribir la historia más cercana. Sin poner otros nombres, preferí ser honesto. Y me llevó tres años.. aunque son 50. Hasta que eres consciente de lo que ha pasado por tu casa, son 50.
- ¿Con todos los silencios de entonces?
- Es que me parece fundamental para salvarnos. Son los ladrillos con los que hemos construido para protegernos. El silencio se convierte en secreto, y me parece el mayor patrimonio que tenemos. Todo lo que no ha dicho mi madre, todo lo que se queda solo para la gente que mantiene silencios voluntarios, es el gran patrimonio.
- El problema es intentar reconstruir con tanto no saber.
- Me toca reconstruir con fotos rotas y silencios que siguen. Y respetarlos. Soy muy respetuoso con esa generación que ha tenido que construirse escondiendo y escondiéndose. Jamás voy más allá si mi madre no quiere contar algo más. Es suyo. Es lo que la hace independiente.
- ¿Y el padre?
- Eran hombres a los que no puedo juzgar desde 2022, es injusto. No tenían herramientas para las emociones, ni palabras. Pedían respeto y lo único que daban era miedo. Mi padre era de una familia dura, rígida; era eso que se decía del 'hombre de la familia', qué peso. No había afectos ni abrazos. Bienaventurados los felices.
- ¿Este libro es también su despedida de él, sin rencores?
- También. Las mochilas esas son malísimas. Hay que entender las circunstancias, hacer la fotografía de ese momento de dónde vienen para mirar el pasado sin rencor. El pasado es lo único que tenemos, el futuro no existe.
- ¿Ni el presente?
- El presente es muy vulgar aunque luego lo literaturizamos. Solo nos queda el pasado. Y la memoria es muy novelera.
- ¿Por qué escribe tanto sobre la necesidad de vivir el presente?
- Es la única manera de paralizar el miedo a la muerte, disfrutar lentamente de las cosas. La nueva virtud debería ser la lentitud, disfrutar con la capacidad de sorpresa que tienes de niño.
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