Soledades
Cada viernes y sábado publicamos una selección de los relatos breves presentados al concurso 'En cuarentena', que organizan EL CORREO y la UPV. Los trabajos pueden entregarse hasta el 18 de mayo
Legal de Malavide
Viernes, 17 de abril 2020, 01:57
Saudade.
Es la décima puerta que toco hoy. De ser cierto que todo se parará por este maldito virus, cuento con escasas ocasiones para salvar mis contratos del mes. Oigo pasos. Hay alguien en casa. Cierro los ojos y me obligó a sonreír obviando la punzada en la zona occipital del cráneo, lo que me recuerda la resaca producida por el exceso alcohólico de la noche anterior. Ruido lento de pasos. Uno, dos y hasta tres cerrojos. Pienso: señora mayor. Se abre la puerta y compruebo mi acierto.
Buenas tardes, seño…
Me interrumpe. Observo cómo se ilumina su octogenaria cara. Aparece brillo en los ojos y me abraza de manera efusiva.
Hijo mío, ya era hora. Pero qué mala cara tienes, se ve que no te alimentas bien, anda, pasa que llegas a tiempo del café. Pero entra, anda, no te quedes ahí como un pasmarote.
Penetro en un decorado recién salido de la primera temporada de Cuéntame: cuadros de escenas de caza y alfombras con arabescos. Resulta evidente que me ha confundido con alguien. Decido seguir adelante con esta situación que rompe con mi absurda rutina. Además, hay algo en la dulzura de esta mujer que me anima a continuar con este sainete.
Ay hijo, precisamente estábamos a punto de tomar café con rosquillas. Están recién hechas. ¡Cómo te gustaban de pequeño! En eso eres como tu padre. Incluso en su último día, lo que me pidió en la cama del hospital fue que le llevara rosquillas.
Por unos segundos se le humedecen los ojos y su mirada se pierde entre sus recuerdos. Sólo unos segundos. Enseguida regresa la sonrisa y la alegría por ver a su nieto con su novia viendo por la televisión el comunicado del Presidente, instando a la población a quedarse en sus casas para evitar el contagio y, con ello, el colapso del sistema sanitario.
Alexitimia.
Yo vine a cortar el pelo a la señora y me ha cambiado el nombre, he comido con ella y piensa que soy la novia de su nieto. La verdad es que ha tenido gracia la historia del cuarto de limpieza, eso de que nos pillaran manoseándonos a escondidas, con algún botón de blusa y pantalón desabrochado. No era yo, pero me hubiera gustado.
La tarde vuela contando sus recuerdos. Nos atropella la noche. He olvidado mi perpetua abulia. Incluso me ha agradado el calor de la mano de su nieto al tocarme la rodilla. Ella bosteza y anuncia su retirada a descansar. Da por terminado el día.
Ya sabes dónde tienes tu cuarto, cariño. Y no os preocupéis por dormir juntos, yo no soy de esas viejas beatas con remilgos sobre que los jóvenes durmáis juntos. Además estoy sorda como una tapia - dice riendo y acompaña sus palabras con un gesto decidido que no da lugar a réplica ni objeciones.
Más tarde supe que ninguno teníamos nada que perder.
Claro, abuela - dijo él.
Que descanses - dije yo.
¿QUIERES PARTICIPAR? CONSULTA LAS BASES DEL CONCURSO