Bernardo Atxaga, con su novela 'Enarak', en el museo de Bellas Artes. Ignacio Pérez
Bernardo Atxaga | Escritor

«Que una máquina sustituya a la mente es una ofensa a la historia de la humanidad»

Dijo que no escribiría más novela, pero regresa con 'Enarak': «Es algo perturbadora, pues los narradores son cuatro demonios»

Sábado, 1 de noviembre 2025, 01:08

La hemeroteca es peligrosa, Bernardo. El escritor explicaba así en 2020 su decisión de no publicar más novelas: «Cuando terminé 'Casas y tumbas', me sentí ... muy feliz. A partir de ahora podré escribir textos con más libertad. O digámoslo más claro: más fáciles de hacer». Cinco años después, ayer, José Irazu Garmendia (Asteasu, Gipuzkoa, 1951) presentó en el Museo de Bellas Artes su nueva novela, 'Enarak' (Golondrinas), de la editorial Pamiela. De momento, está en euskera a la espera de la traducción al castellano de la que él mismo se está encargando y que llegará en unos meses. ¿Más fácil? No lo parece, a la vista de un texto que incluye entre sus personajes al boxeador Urtain, a cuatro narradores que son demonios en el sentido literal del término, a cada cual peor a excepción de uno que sufre una 'crisis de fe', un pintor...

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– Donde dijo digo, dice Diego. Aquí está de nuevo, Bernardo, con una novela entre sus manos.

– Pensaba estos días en que mi madre, sin ser aficionada al ciclismo, siempre nos puso un ejemplo de cómo debíamos actuar en la vida, y era el del ciclista francés Louison Bobet (1925-1983). 'No hay que ser como Bobet, que no se supo retirar', decía. Porque, después de haber sido campeón, estuvo arrastrándose por las carreteras y me daba mucha pena. Esa voz del pasado, ese consejo que discurre a través de 70 años, me ha influido para llegar a pensar que hay que cerrar el círculo, retirarse, no de la escritura, pero sí de la vida social del escritor, que es muy diferente. Y no lo pude hacer entonces porque tenía la sensación de que al cerrar con la anterior novela no estaba en equilibrio. Faltaba algo para equilibrar todo lo escrito.

– ¿Quiere decir que esta sí es la última? Habrá que pensar que, ojalá, tampoco vaya en serio...

– Sí, este libro es la pieza que faltaba para lograr el equilibrio. He utilizado 'Enarak' a modo de cuento final: agradezco a este amigo, a este otro, a veces mando una carga de profundidad, no a una persona sino a cosas que te pasan... Aunque en cierto modo es una arrogancia pensar que tú mismo vas a decidir el final de tu carrera. Pero es que la vida social del escritor me desagrada.

– ¿En qué sentido?

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– No es como la que llevaba Baroja o como la de mi juventud, es una vida social extraña, con ese autobombo continuo a través de las redes.El mundo electrónico no me simpatiza. Si me están diciendo que tengo que colgar esto y aquello en las redes...Hice una prueba con Instagram, y traté de no contar cosas propias, sino hacer reflexión sobre cosas que veía.

– Como aquella vez que compartió un joven ahogado que había intentado llegar en patera...

– Eso es. Pero ya lo he dejado. Y acabo de leer un libro que se llama 'El culto a la información', escrito por Theodore Roszak hace 50 años y que habla de cómo la información electrónica, los bits, la electronificación de la sociedad se relaciona con el militarismo estadounidense. Y eso que él mismo es de EE UU. Afirma que todas estas plataformas y redes están confeccionadas a partir de las necesidades del ejército americano y financiadas con dinero de la Casa Blanca. Y no es que yo me crea todo lo que leo, pero me genera sospechas. Y me llama a la retirada de las redes sociales. Igual me sucede como a esos que tienen el sueño de irse a vivir a una aldea olvidada y una vez allí no pueden aguantar.

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– Si le pedimos a la IA un relato que parezca escrito por Atxaga nos devolverá un texto que quizá ya solo usted sería capaz de desenmascarar. ¿Qué opina?

– Que el ordenador, una máquina, sustituya a la mente humana es una burrada, un abuso, propaganda cruda, y además es ofensivo para la historia de la humanidad.

Lo que cuenta la novela

Llega la hora de abordar la trama de 'Enarak'. Surge a partir de una visita de Atxaga a la tumba del boxeador Urtain, quien en 1992 se suicidó al tirarse desde su casa, un décimo piso en Madrid. Al preguntarle a la IA en qué cementerio está enterrado, contesta que «no hubo entierro, ya que la muerte fue violenta». Se equivoca.

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– ¿De qué trata esta novela?

– Quería ver la tumba de Urtain porque ese ha sido mi mundo, el del levantamiento de piedras, aizkolaris... Le conocí siendo un niño y siempre tuve una atracción, un amor por él. Un día le preguntaron cuál era el olor que más le gustaba y dijo 'el de la hierba recién cortada'. Y me pareció muy fino, delicado, algo que no esperarías, por ejemplo, de los futbolistas de hoy. Entonces me fui al cementerio de Arrona, donde lo enterraron. Y la tumba no estaba, había desaparecido. Había un vecino trabajando con el tractor y le pregunté: '¿No estaba aquí Urtain?'. Y me dijo algo que no sabía, que a los 25 años se quitan las tumbas. Aquello me causó una gran impresión. A partir de ahí empezó a cristalizar el libro. Que va desde el entierro de Urtain al del hombre que odiaba a Urtain, 25 años después, y finalmente al del pintor que amaba a Urtain, otro tanto tiempo después. Esos tres momentos son como mástiles de una carpa. Y aunque hablo de entierros, no es un libro triste, más bien todo lo contrario.

– Concrete un poco más.

– A mi modo de ver puede ser un poco perturbador para mucha gente. Los narradores no son humanos, sino cuatro demonios de los de verdad, cuatro ángeles caídos como militares que tienen como misión vigilar los enterramientos, no vaya a ser que los difuntos resuciten. Son malos de verdad, salvo uno que empieza a entrar en una especie de crisis que se va viendo a lo largo del libro.

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«Si alguien detecta un 'deus ex machina', algo que me haya sacado de la manga, que me lo diga»

– La premisa es original.

– En los funerales, la gente empieza a cantar el 'Agur, Jesusen Ama', y ellos están ahí mirando y diciendo 'Esta canción es repugnante, ¿por qué no se callan estas ratas?'. Son malvados, en especial Azazel, que tiene una boca terrible, es insultante, 'cabrones' es lo más suave que dice. Son de una agresividad tremenda.

– Menos el que entra en esa especie de crisis de fe pero a la inversa... Uzariel se llama.

– Eso es, y empieza a tener sensibilidad hacia el paisaje, porque es precisamente el que vigila al pintor. Eso le empieza a preocupar porque es algo de los 'seres materiales', que es como los demonios llaman a los hombres.

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– ¿Y no aparece el bueno de Atxaga disfrazado por ahí?

– Ja, ja, puede ser, habrá que descubrirlo, no voy a contar más.

Disfrutando

Un detalle de sus notas durante la presentación. Ignacio Pérez

– ¿Se lo ha pasado bastante bien escribiendo este libro, no?

– Sí, es muy alegre y dinámico, anima mucho. En el centro hay un suspense, y eso que yo soy muy escéptico con los libros de suspense y me voy burlando de esto a través de los personajes. Ha sido un juego divertido. Y doy fe, si alguien encuentra algún 'deus ex machina', algo que me haya sacado de la manga en relación al posible crimen, que me lo diga. Yo creo que está muy ajustado todo. Debo jugar mis cartas bien, porque son 260 páginas. Al demonio Uzariel, que entra en crisis, le dejan de lado, solo, lo marginan, y empieza a perder poco a poco la clarividencia, tiene lapsos que me permiten a mí jugar con el suspense, jugar con el lector.

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– No parece una novela sencilla de escribir...

– No lo es. Mi forma de escribir es como un bailarín con cadenas, que para mí son las lingüísticas de todo tipo, de forma, de ritmo, de autocensura incluso, aunque con estos personajes me he censurado muy poco. Pero el lector debe ver el baile, no las cadenas. Lo cierto es que me he quedado a gusto. Dicen que un sinónimo de felicidad es tranquilidad,

– ¿Y lo de las golondrinas?

– Todos los años vienen las golondrinas a la casa del pueblo. Y un día tienen un pequeño accidente y resulta que se ha quedado una trabada en un tubo y hay que sacarla... Yo voy tomando apuntes para el libro, y las golondrinas son una presencia que está ahí siempre.

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