
'1984', el año al que siempre volvemos
Eterna distopía ·
El periodista Dorian Lynskey analiza en 'El Ministerio de la Verdad' la génesis de la novela de George Orwell y su tremenda vigencia. Cada generación la lee a la luz de sus propios miedosSecciones
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Eterna distopía ·
El periodista Dorian Lynskey analiza en 'El Ministerio de la Verdad' la génesis de la novela de George Orwell y su tremenda vigencia. Cada generación la lee a la luz de sus propios miedosEl día «frío y luminoso de abril» en el que «los relojes dan las trece» y Winston Smith, funcionario del Ministerio de la Verdad, empieza ... a escribir un diario secreto no es de 1984, como proclama el título de la novela, ni de 1948, cuando George Orwell, ya muy enfermo, terminó de escribirla en la isla escocesa de Jura y él mismo la pasó a máquina. Es un día que sigue aquí, vuelve a empezar una y otra vez porque se ha convertido en sinónimo de todo lo malo. «Forma parte del imaginario de mucha gente que no lo ha leído», afirma el periodista británico Dorian Lynskey. Su influencia se hace patente en otras novelas y en películas, obras de teatro, programas de televisión, discos y discursos políticos.
Es como un espejo en el que cada época ve reflejadas sus propias pesadillas. Totalitarismo, abusos de poder y sobre todo distorsión de la verdad, la gran obsesión de Orwell. «Las buenas novelas no las escriben los custodios de la ortodoxia ni quienes se recrean en su propia heterodoxia, sino los que no tienen miedo», decía el autor en el ensayo 'En el vientre de la ballena'.
En 'El Ministerio de la Verdad', publicada en castellano por Capitán Swing, Lynskey traza una biografía de '1984'. Para explicar su nacimiento acude a la vida de Orwell y a las experiencias que le marcaron. Luego examina su madurez, las lecturas que se han hecho en función de las preocupaciones dominantes en cada momento. «Orwell fue al mismo tiempo demasiado pesimista y no lo suficientemente pesimista», concluye. «Occidente no sucumbió al totalitarismo y el consumismo se convirtió en motor de la economía, pero no valoró la amenaza del racismo y el extremismo religioso ni supo predecir que hombres y mujeres comunes abrazarían el doblepiensa con entusiasmo, sin necesidad de tortura».
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Las pocas veces que habló sobre '1984', George Orwell fue claro. «No es un ataque al socialismo ni al partido laborista británico, del que soy simpatizante, sino una advertencia de que, si no se lucha contra él, el totalitarismo podría triunfar en cualquier parte», dijo. Odiaba que le caricaturizasen como un izquierdista renegado, pero en los años 50 la derecha se apropió de la novela.
La malinterpretaban, pero todos querían leerla. Fue un éxito de ventas y en 1954 la adaptación de la BBC, protagonizada por Peter Cushing, cosechó la mayor audiencia desde la coronación de la reina. Se intentaba presentar como un libro que solo trataba sobre Rusia, sobre todo en Alemania, ansiosa por olvidar su pasado nazi.
El Congreso por la Libertad de la Cultura, financiado por la CIA, también hizo suyo a Orwell, convertido en «barricada política». Sus detractores recuerdan que en 1948 el autor pasó una lista de personalidades que simpatizaban con la Unión Soviética a una amiga del IRD, el ministerio secreto de la Guerra Fría. Un gesto «decepcionante», aunque Lynskey sostiene que «no se utilizó como una lista negra».
Apagones, racionamiento, recesión... la Gran Bretaña de la década de los 70, cuando se produjo la mayor escasez de combustible desde 1947, recuerda a las primeras páginas de '1984'. La izquierda cada vez lo reivindica más y los grupos de rock lo integran en sus proclamas contraculturales. A David Bowie le fascina la novela y quiere escribir un musical, pero la viuda del autor no lo autoriza.
La 'orwellmanía' es todo un fenómeno que alcanza su cénit en 1984. No por casualidad el primer anuncio de aquel año (y el más famoso de la década) fue el lanzamiento de Macintosh, dirigido por Ridley Scott. Se presentaba como la tecnología 'buena' en combate con la invasiva, que inspira un creciente desasosiego. Ese mismo año se rueda la película más fiel al libro, de Michael Radford, protagonizada por John Hurt y Richard Burton.
Todos hablan del supuesto carácter profético de la novela -aunque en realidad nunca fue eso sino «una advertencia»- y tras la caída del comunismo se hacen nuevas lecturas, con las máquinas como instrumentos de vigilancia y control. Su influencia se aprecia en grandes distopías como 'Brazil', 'El cuento de la criada' y el cómic 'V de Vendetta'.
En el reality 'Gran Hermano', que se estrenó en Holanda en 1999, varias personas se someten encantadas a la vigilancia de la tecnología, cuyo lado oscuro sigue inspirando distopías. El siglo XXI trae consigo «un nuevo tipo de orwellianismo». Frente al control extremo y las grandes mentiras, «el autoritarismo ya no necesita ir tan lejos», dice Lynskey. Pone como ejemplo «la tiranía mixta» de Putin y la «realidad alternativa» de Trump, que en su campaña electoral de 2016 utilizó una cita inventada de Orwell: «La gente cree lo que los medios dicen que crea».
Cuando llegó a la presidencia, '1984' volvió a las listas de los libros más vendidos. Si en 1938, con la emisión de 'La guerra de los mundos', la «confianza ciega» en los medios de comunicación provocó reacciones de pánico, ahora ocurre lo contrario. La desinformación se propaga y hay quien alardea de no leer el 'New York Times' pero cree sin dudar lo que ve en Facebook. La novela es hoy ante todo una defensa de la verdad y eso enlaza con su raíz más profunda, porque «el mayor temor de Orwell, su gran preocupación, era que este concepto fuera desapareciendo poco a poco del mundo».
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