El lado oculto de Sissi
La emperatriz, asesinada hace 120 años, tenía obsesión por su peso y la política
Raluca Mihaela Vlad
Lunes, 10 de septiembre 2018, 00:08
«Qué hermoso sería todo si no fueses emperador», pronunciaba en el cine una joven Sissi antes de convertirse en la emperatriz del Imperio austríaco ... y abandonar la libertad que le otorgó su tierra bávara. Era 1955 y Romy Schneider se lanzaba al estrellato eterno con el recuerdo de la princesa Isabel de Baviera (1837-1898), de cuyo fallecimiento se cumplen hoy 120 años. «Un cuento de hadas», apunta Raquel Sánchez, profesora de historia en la Universidad Complutense de Madrid, que «edulcora» la realidad de una joven anoréxica obsesionada con su cuerpo, la juventud y una firme defensa de una política favorable a la entonces causa húngara.
«Hungría sería feliz con una reina como su majestad», apremia en la película un profesor de húngaro a una enamorada emperatriz que, en la vida real, consiguió que en 1867 el Imperio austríaco pasara a ser austrohúngaro, a pesar de la corte y de las pequeñas naciones que conformaban a que gigante europeo. «Siento más atracción por la tierra húngara que por cualquier otra», contesta poco después Sissi en el largometraje, en concordancia con su pensamiento.
En la vida real, se obsesionaba con el ejercicio hasta el punto de agotar a sus acompañantes, señala la comisaria e historiadora María de los Santos García Felguera. Su ímpetu por mantenerse bella llevó a la instalación de un gimnasio en sus dependencias del Palacio Imperial de Hofburg, una apuesta inconcebible para una reina de esa época. «Tenía muy asumido su papel de mujer guapa y tenía que mantenerlo», comenta Felguera, ayudada por sus «extravagantes comidas», añade Sánchez.
Las claves
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Anorexia : la emperatriz hacía dieta, cumplía largas horas de ejercicio y mandó abrir un gimnasio en Palacio
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Asesinato : el 10 de septiembre de 1898 fue una de las víctimas del magnicidio que marcó el siglo XIX
Necesitaba consumir proteínas por mandato médico y un plato habitual era el jugo de carne cocinada. La carne tenía más grasa que el pescado, alimento que consumía hervido. «Ahora la llamaríamos anoréxica», palabra invisible entonces. Si se volviera a grabar una película sobre ella, «esta enfermedad sería el tema central», declara Sánchez. Siendo emperatriz, su delgadez y comportamiento fueron inusuales. Disgustó a su madre, la princesa real Ludovica de Baviera, y alegró a su maestro de travesuras, su padre, el duque Maximiliano de Baviera.
«Llevaba una vida feliz» señala Felguera, hasta comprometerse a los 15 años con el emperador Francisco José. Criada en un ambiente «muy espontáneo», habitual del deporte, de andar por el campo, leer, estudiar y tener libertad, es arrollada por la corte de Viena, «una de las más protocolarias y rígidas». Entró en una vida encorsetada que odió, razón por la que viajaba tanto. Usaba nombres falsos y dormía en los barcos de viaje «para evitar ceremonias», subraya Sánchez.
Una «rebelde» en el cine
En el cine se puede ver a esa joven «rebelde, frente a una sociedad rígida. Tenía su interés dentro de la imagen edulcorada que se presenta en las películas», añade la experta. Las mujeres se empezaron a incorporar al mundo laboral en los años 50 y la rebeldía del personaje de Sissi «podía servir como antecedente contra la rigidez de las normas».
Cumplía por obligación, como con las fotografías y los retratos. Los existentes son de cuando ella tenía entre 20 y 30 años, su mejor época. Desde 1869 se negó a que la retrataran. Tuvieron que recurrir a fotomontajes. La familia imperial envejecía y su perro y ella siguieron siendo jóvenes, más incluso que su nuera, como en un retrato de Dorian Grey inverso. Entonces carecían de los cuidados corporales actuales y podían aparentar más edad de la que tenían. A su odio por la vejez se suma su deseo de intimidad personal, «incompatible con una emperatriz y reina pero afín a una mujer moderna», indica.
Sus viajes la llevaron a la muerte el 10 de septiembre de 1898. «Fue una víctima más del magnicidio de fin de siglo», puntúa Sánchez. Las escoltas eran inusuales por la falta de ataques y, en el caso de las mujeres, los corsés servían de escudo contra los puñales, pero no del estilete que atravesó la tela del de Sissi. «No era el objetivo y no deja de ser significativo que pasara en uno de sus viajes, en Ginebra, al lado del lago, con todas esas connotaciones de búsqueda de libertad», afirma Felguera. La realidad de Sissi fue más dura que el romanticismo proyectado en el cine.
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