Euskadi compite en los Max con casi el doble de opciones que otros años

Se trata de la mejor posición de partida desde la histórica edición de 2018, cuando las tres obras que optaban a mejor espectáculo teatral -ganó 'Solitudes', de Kulunka- tenían sello vasco. Las artes escénicas no son cuestión de números, pero ser finalista cuando solo se han clasificado 44 de los 529 espectáculos inscritos ya supone un reconocimiento.

'Altsasu' y 'Eta orain zer' compiten en las categorías más importantes -mejor espectáculo teatral y de danza- y en dirección de escena dos de los tres seleccionados son María Goiricelaya e Iñaki Rikarte. Los artistas vascos han llegado hasta aquí tras largas trayectorias, pero con propuestas innovadoras.

'Borderland' es la primera ópera estrenada con libreto de Marta Eguilior (Bilbao, 1985), aunque ya ha dirigido «unas dieciséis». Le preocupa que se recurra por sistema a obras «de repertorio o relativamente modernas. ¿No se pueden hacer óperas nuevas para hablar de temas que nos importan hoy en día?», se pregunta. La Sala BBK «asumió un riesgo importante» con esta producción, «es como si el Liceo montara cinco óperas contemporáneas». Le dio «libertad absoluta» y ella decidió abordar la salud mental, en concreto el Trastorno Límite de la Personalidad. «Tenía en mente un proyecto que comenzó como una novela gráfica», cuenta. Tras documentarse durante meses, creó junto al compositor Igor Escudero una ópera de cámara, un monólogo lírico interpretado por Ruth González con piano y cello. «Nos preguntábamos cómo suena un ataque de ansiedad» y cómo reflejar en escena el dolor de las autolesiones. La reacción del público «ha sido increíble. En todas las funciones se nos acercaba gente llorando» que reconocía emociones propias o cercanas. «Me di cuenta de que mi futuro está en crear óperas nuevas. Por mucho que te emocione una 'Traviata', que es de mis favoritas, no va a pasar lo que sucedió con 'Borderland'. Una madre vino a decirnos: ahora entiendo a mi hija».

El premio a la mejor labor de producción reconoce «el esfuerzo y las ganas del padre o la madre del proyecto, lo que tienes que pelear y perseguir para que eso exista», dice Mireia Gabilondo (Bergara, 1965), actriz, directora y productora. En sus cuarenta años de trayectoria, Tanttaka ha pasado por diferentes etapas, con «muchas inseguridades económicas» e importantes reconocimientos. Tienen tres Max por 'El florido pensil' -que se convirtió en un fenómeno teatral- 'Hnuy illa' junto a Kukai y 'El hijo del acordeonista'. Pueden llevarse el cuarto por 'Sexpiertos' ('Sexberdinak') que ya le ha brindado el premio Besarkada de la Unión de Actores y Actrices a Telmo Irureta por su interpretación. Mireia Gabilondo quería trabajar con él y hace años hicieron «un 'striptease' emocional» en el Arriaga, en el que el actor de Zumaia contaba cómo es su vida con parálisis cerebral. Ahí está el origen de 'Sexpiertos', un texto del que es autor junto a Kepa Errasti. Irureta y Aitziber Garmendia muestran en escena «las diferentes discapacidades que tenemos» en el sexo «y lo difícil que es enfrentarse a ellas, sea cual sea tu condición física». En un formato de cercanía, 70 espectadores asisten a la función en sillas de ruedas. La gente sale «sorprendida y conmovida» de una obra que a finales de mes llegará a Bogotá.

Ikerne Giménez (Bilbao, 1979) opta a un premio por el espacio escénico de 'El cuaderno de Pitágoras' y ha diseñado el vestuario de otras dos obras finalistas, 'Supernormales' y 'El hombre que plantaba árboles'. Nada extraño si se tiene en cuenta que no ha dejado de trabajar desde que estudió Escenografía en la Resad. Antes de eso fue técnico maquinista y utilera para la ABAO y el Circo del Sol. «Me gustaba, pero yo quería ser parte de los creadores», recuerda.Trabaja a menudo con compañías vascas, también en Madrid, y ya tiene tres Max. 'El cuaderno de Pitágoras' es una producción del Centro Dramático Nacional que transcurre en una cárcel e indaga en la vida después de cumplir condena. La autora y directora, Carolina África, que fue voluntaria en un módulo penitenciario, «quería ver las rejas, las puertas correderas...». Giménez diseñó elementos polivalentes, «como un invernadero en forma de jaula que hace también de celda». Está acostumbrada a ajustarse al presupuesto, pero les alcanzó de lleno la subida de costes y materiales y tuvo que «cortar la cárcel por la mitad. Los diseñadores nos adaptamos, eso estimula la imaginación», dice. «Ahora es el momento de los iluminadores, hay tan poco dinero para escenografía que nosotros preparamos un espacio y ellos hacen maravillas».

María Goiricelaya y Ane Pikaza (Bilbao, 1983 y 1984) se conocieron hace veinte años en Artebi, donde se formaban como actrices, y compartieron inquietudes en Kabia y en Tartean Teatro antes de crear su propio sello, La Dramática Errante, en 2021. «Buscábamos nuestra forma de contar historias, ser dueñas de nuestro trabajo», aseguran. Sus dos primeras creaciones -'Altsasu' y 'Yerma'- acumulan cinco nominaciones a los Max.

El montaje basado en el 'caso Alsasua' ha sido seleccionado en la categoría de mejor espectáculo teatral, y también puede brindar a Goiricelaya el premio a la autoría. Ya sin la etiqueta 'revelación' que le acompañaba en 2021, cuando fue finalista con 'El patio de mi casa'. Su proyección se ha disparado. Sus primeras obras no salían de Euskadi y 'Altsasu' se ha visto en Montevideo, Bogotá y Medellín. También fue muy bien acogida en la Muestra de Autores Contemporáneos de Alicante su propuesta de «poner a la justicia en el centro» y «reflejar los múltiples dolores» que ha provocado este caso.

Con 'Yerma' Goiricelaya opta al premio a la mejor adaptación y dirección, mientras que Ane Pikaza es candidata a mejor actriz. Interpreta a una artista que ha ido retrasando la maternidad y cuando busca el embarazo no lo consigue. En la obra no hay ni una palabra de Lorca, pero mantiene la estructura y el aliento trágico de «uno de los personajes más complejos» que ha abordado Pikaza. Está continuamente en escena y hace un viaje «sin medias tintas. El principio es más liviano, pero va cayendo en un agujero y no hay salida. Tienes que dibujar bien ese arco, tejerlo con cuidado».

Kukai es la compañía vasca más curtida en estas lides. Ocho de sus espectáculos han sido finalistas en los Max y ha ganado cuatro premios, por 'Hnuy illa' (junto a Tanttaka), 'Gelajauziak', 'Oskara' y 'Erritu'. Para su director, Jon Maya Sein (Rentería, 1977), estas «alegrías» por sí solas «no te abren puertas, influyen muchos factores». Ellos siguen buscando caminos en la creación contemporánea a partir de la danza tradicional y han vuelto a demostrarlo con 'Eta orain zer?' (¿Y ahora qué?), la pieza en la que rompen más convenciones.

«Con veinte años recién cumplidos y saliendo de la pandemia, nos planteamos abandonar nuestro lugar habitual, el escenario». Tampoco hay patio de butacas. El público accede a un espacio vacío donde «todo empieza a suceder mediante la luz y el movimiento de los bailarines. Buscábamos una experiencia que nos pusiera un poco en el abismo, que fuera un reto. Tienes que pensar muchas cosas como coreógrafo, como iluminador, como bailarín», explica Maya. La música de Pascal Gaigne y el diseño de iluminación de David Bernués optan a premio. Formaron un elenco de diez bailarines «de procedencias muy diferentes: danza africana, urbana, contemporánea...», que muestran «cómo se tejen las relaciones entre ellos hasta construir algo en común», con la soka-dantza como símbolo de unión.

Pese a su sólida trayectoria como actor y director, desde el teatro clásico hasta el de máscaras, Iñaki Rikarte (Vitoria, 1981) sintió que exploraba un territorio nuevo con 'Supernormales', la producción del Centro Dramático Nacional que aborda sin tapujos la sexualidad de las personas discapacitadas. El texto «apabullante» de Esther F. Carrodeguas, «que rompe tabús a cañonazos», le sacó de su «zona de confort» y le obligó a tomar muchas decisiones sobre cómo llevarlo a escena. La primera, que en el reparto habría actores «con diversidad funcional y sin ella, al menos visible». Los diez intérpretes se multiplican para hacer muchos personajes y «defienden la pieza, disfrutan haciéndola».

Es «una experiencia intensa» para ellos y para el público. «Lo bueno del teatro es que te pone en situaciones que no esperas y a veces resultan ser un regalo, una experiencia de vida», dice. 'Supernormales' ha triunfado en Madrid, pronto regresará y hará una gira que en otoño llegará a Vitoria. La crítica ha aplaudido un montaje «incómodo, porque toca un tema que era tabú». Hay «mucho humor y también emoción» en esta pieza con la que Rikarte vuelve a la final de los Max una vez más, tras 'Gris mate', 'Soka', 'Uniko' y 'El desdén con el desdén'. Como director de 'Solitudes' recogió el premio al mejor espectáculo teatral en 2018.

Gorakada es finalista en los Max por tercera vez. Se quedó a las puertas del premio con 'Moby Dick' y 'El viaje de Ulises' y espera cruzar el umbral con 'El hombre que plantaba árboles', que impacta por su mensaje ecologista «claro y sencillo». Nos hace pensar «en lo que significa un gesto tan pequeño como plantar árboles en un sitio casi desértico», explica Alex Díaz, cofundador y director artístico. Cuentan una historia de amistad con una única actriz, Sandra Fernández Aguirre, música en directo y objetos «a los que se da vida de diferentes maneras».

Así es el lenguaje de esta compañía de Abadiño que surgió en 1987 dentro de esa gran cantera teatral que es el Duranguesado. Geroa, Markeliñe, Anita Maravillas, Mar-Mar... Gorakada se centra en el teatro infantil y familiar y ha ganado una decena de premios Feten, referencia en el género. El último, por la dramaturgia de 'El hombre que plantaba árboles'. Les preocupa «el cambio de hábitos» que han notado después de la pandemia. «La edad del público ha bajado muchísimo. Antes venía una familia con una niña de 4 y otra de 7 y ahora son de 3 y 4. Los espectadores de 6 a 10 han desaparecido y tiene que ver con hábitos de consumo, quizá están con una tablet o un móvil en el parque». Eso sí, «cuando vienen les sorprende» lo que ven en el escenario, esa magia sigue ahí.